El auge de las pantallas transformó nuestra forma de pensar. Cada minuto, un nuevo estímulo reclama atención y reduce el tiempo de reflexión. Según la divulgadora Rocío Vidal, la pregunta ya no es si consumimos más información en internet, sino qué clase de conocimiento estamos dejando escapar.
En una conversación reciente, Vidal analizó un fenómeno preocupante: la imposibilidad de detenernos a pensar. La inmediatez de internet nos seduce, pero también nos empuja a una superficialidad que se vuelve costumbre. Y ahí, afirma, empieza el verdadero riesgo para nuestra capacidad crítica.
Una humanidad distraída por internet y las pantallas

Para sostener su argumento, Rocío Vidal recuerda el libro Homo Videns, de Giovanni Sartori. Aquel ensayo, escrito antes de la expansión de internet, advertía que sustituir la abstracción por imágenes constantes tenía consecuencias profundas. Hoy, esa teoría parece adelantarse a su tiempo. En internet todo llega rápido, comprimido en segundos. Un vídeo, un tuit o un titular dan la sensación de conocimiento, pero no enseñan el concepto de libertad, pobreza o pensamiento crítico.
Los datos son alarmantes. Algunos estudios internacionales revelan que el Cociente Intelectual, tras décadas en ascenso, comenzó a frenarse. Las generaciones educadas entre pantallas muestran dificultades para comprender textos extensos o analizar ideas. Rocío Vidal lo resume de manera sencilla: “Internet nos da información en exceso, pero nos quita concentración”. A esto se suma la aparición de la inteligencia artificial, que no solo responde preguntas sino que también decide qué vale la pena mirar.
Cuando la distracción se vuelve poder
Ese es, quizás, el otro gran problema. Si una población distraída pierde criterio, alguien más lo gana. En internet, los algoritmos premian lo emocional y castigan lo complejo. La polarización no solo divide opiniones, también genera ingresos. Plataformas como X, antes conocida como Twitter, diseñan contenidos que enfrentan a los usuarios. Cuanta más agresividad, más visitas. Cuantas más visitas, más dinero.
Vidal advierte que este sistema beneficia a unos pocos y debilita a la mayoría. Internet permite que discursos superficiales se conviertan en verdades instantáneas, mientras políticos y gurús aprovechan la falta de análisis. Si pensamos menos, votamos peor, y ese círculo vicioso termina moldeando democracias enteras. Lo más inquietante, según ella, es que los gobiernos aún no encuentran la manera de frenar este avance.
Sin embargo, Vidal no se resigna. Recuperar el pensamiento crítico, dice, también es una decisión personal. Volver a leer en papel, limitar los estímulos y elegir mejor qué ver en internet son pequeños gestos que, sumados, pueden cambiar la tendencia. Se trata de recuperar tiempo, atención y criterio. Porque, aunque la tecnología avance, sigue siendo la mente humana la que decide qué tipo de futuro quiere construir.








