domingo, 7 diciembre 2025

Dr. Juan José López Martínez, médico e investigador de la consciencia: “Allí no hay tiempo, no hay prisa, no hay miedo… hay una claridad absoluta de quién eres realmente»

- Una historia real que ilumina cómo una experiencia cercana a la muerte puede transformar la comprensión del alma, la vida y el propio propósito.

A veces, comprender la vida exige detener el tiempo por un instante. Hablar con el Dr. Juan José López Martínez es como sentarte con alguien que ya ha cruzado un umbral y ha vuelto para contarlo sin miedo y sin grandilocuencias. Aunque sus títulos impresionan —licenciado en Medicina y Cirugía, diplomado en Emergencias y Catástrofes, miembro de la Sociedad Española de Emergencias—, lo que realmente desarma es la calma con la que habla de temas que a la mayoría nos incomodan: la muerte, el alma, lo que ocurre cuando el cuerpo se apaga.

Porque en su caso, no se trata de teorías leídas en libros. Lleva 20 años investigando estos temas. Mucho antes de vivir una experiencia cercana a la muerte (ECM), él ya estaba preguntándose —como médico y como ser humano— qué somos exactamente cuando todo el ruido físico desaparece.

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“Entendí que el ser humano es cuerpo físico… pero también alma”, cuenta, como quien explica algo que ya no necesita justificar.

El alma: ese lugar del que nadie habla pero que todos intuimos

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Un instante de calma en plena experiencia cercana a la muerte. Fuente: Canva

A veces, cuando explica qué es para él el alma, baja ligeramente la voz, como si la conversación diera un giro íntimo:
“Un alma es un espíritu encarnado. Somos seres espirituales viviendo dentro de un cuerpo.”

Lo dice sin misticismo exagerado: para él es pura lógica. Su puerta de entrada fue la terapia regresiva, que considera casi la única forma de “hablar” con esa parte nuestra que no envejece, no enferma y no muere. “El cuerpo, cuando muere, ya no contesta… así que había que buscar otra vía”, recuerda.

Y esa vía lo llevó mucho más lejos de lo que imaginaba.

El día en que se vio a sí mismo… desde fuera

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La sensación de separación del cuerpo descrita por el doctor. Fuente: Canva

El 17 de julio de 2017, su vida dio un giro brusco. Estaba en el hospital cuando sintió una parálisis en el brazo y la pierna izquierdos. Notó la saliva caer por un lado de la boca. Y como médico, supo enseguida que aquello parecía un ictus.

Lo sorprendente no fue el diagnóstico silencioso que se hizo en su cabeza, sino lo que sintió después: una calma absoluta. Ni miedo, ni angustia. Solo una certeza extraña de que todo estaba bajo control.

Mientras sus compañeros lo rodeaban, él intentó tranquilizarlos. Nadie respondió. Repitió el mensaje y fue entonces cuando le cayó encima una comprensión brutal:

no lo escuchaban porque él no estaba hablando desde su cuerpo.

“Miré a mi izquierda y vi mi cuerpo sentado”, cuenta sin dramatismos. “Y yo estaba ahí, junto a él… pero fuera de él”.

La escena —tal y como la describe— es casi cinematográfica, pero la emoción que transmite es una mezcla de asombro y paz. Habla de una consciencia distinta, un nivel de lucidez que no tiene nada que ver con la mente humana que usamos cada día.

Y en medio de ese estado, llegó algo todavía más sorprendente: la aceptación de la muerte. No como rendición, sino como un descanso.

“Cuando aceptas que vas a morir… la paz que te invade es indescriptible.”

El encuentro con los seres de luz y el mensaje que lo cambió todo

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Representación simbólica del encuentro con seres de luz. Fuente: Canva

En ese mismo estado sintió la presencia de un ser de luz. No lo describe como una figura humana, sino como una inteligencia luminosa que le mostró escenas de su vida como si fueran fotogramas pasados a toda velocidad.

Detrás, otro ser. Y entonces llegó la frase que él considera la más importante de toda su experiencia:

“Nada de eso es importante. Solo son experiencias… Tú decides.”

Cuando escuchó el “Tú decides”, tuvo una seguridad plena de que su decisión iba a cumplirse. Y decidió volver… pero solo si su cuerpo estaba “absolutamente sano ya”.
No en horas, ni en días: ya.

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Y según él, eso fue exactamente lo que ocurrió. En cuestión de instantes, recuperó la movilidad. Cinco días más tarde, las neurólogas no encontraron rastro de trombosis.

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