La publicación del tema “Berghain” ha provocado un terremoto mediático: mientras una parte de la crítica aplaude con fervor la audacia musical de Rosalía, otra no duda en señalar lo que considera sus excesos. El resultado: una canción que no deja indiferente, que conmueve a algunos, irrita a otros y que claramente marca un antes y un después en la carrera de Rosalía.
Para quienes defienden el tema como la canción del año, “Berghain” representa un giro revolucionario: mezcla de ritmos, producción cuidada, una voz intensa y una atmósfera oscura que desafía las expectativas. Rosalía habría logrado crear algo diferente, atrevido, que demuestra que tiene la valentía de experimentar, arriesgar y reinventarse. Ese grupo de críticos valora especialmente su capacidad para sacar algo nuevo, para combinar sonidos urbanos con sensibilidad artística y con música clásica, y para hacer de una canción un relato potente que trasciende la radiofórmula.
Lo que convence de Rosalía: valentía artística y sonido rompedor
“Berghain” ha sido elogiada por su producción sólida, sus matices sonoros y por presentar a Rosalía en un registro más maduro, oscuro y ambicioso. Hay quienes creen que ha conseguido reinventarse sin perder su esencia y que ha materializado un puente entre lo comercial y lo experimental. Para muchos, la canción supone un paso adelante, una prueba de que Rosalía no se conforma con repetir éxitos pasados, sino que quiere evolucionar.
Sus partidarios destacan que el tema —al margen del gusto personal por el estilo— tiene un valor artístico que lo coloca por encima de lo puramente comercial. Lo ven como una apuesta fuerte: independiente, valiente, arriesgada. Y consideran que, por eso mismo, merece ser reconocida como una de las canciones más influyentes, al menos, del año, y también de la carrera completa de la propia Rosalía.
Las críticas: riesgo, fragmentación y desconexión para parte del público
Pero “Berghain” no ha salido airosa para todos. Hay quienes opinan que la canción peca de pretenciosa, que su oscura ambientación y su mezcla de estilos la alejan del público general y la hacen inabordable. Para ese sector de la crítica y de los oyentes, la apuesta sonora resulta elitista, poco pegadiza y menos accesible que los éxitos tradicionales de Rosalía.

Algunos reprochan que intenta abarcar demasiado: producción pesada, atmósfera densa, sonidos experimentales… y todo ello junto. Esa conglomeración, dicen, termina por diluir la identidad de la canción y aleja el oído del mainstream, dejando fuera a parte del público que disfrutaba de su sonido más directo.
Otros critican la estrategia: creen que este tipo de giros —arriesgados, sí, pero distantes— pueden “quemar” a la artista. Que en vez de ganar, corre el riesgo de perder parte de su base popular: quienes comenzaron siguiéndola por su pop urbano podrían sentirse desconectados si la música deja de ser reconocible.
Sea cual sea el veredicto final, lo cierto es que “Berghain” ha encendido el debate: ha dejado claro que Rosalía ya no juega en ligas menores y que está dispuesta a dividir opiniones antes que a conformarse con lo seguro. La polarización demuestra que sus decisiones artísticas tienen consecuencias, tanto de admiración como de rechazo.
Para los fans de Rosalía de siempre representa evolución, riesgo, audacia; para los detractores, un desgaste de estilo, un giro innecesario o una exageración pretenciosa. Pero en cualquiera de los casos, la canción ha cumplido su principal objetivo: generar conversación, romper el molde y posicionarse como una apuesta arriesgada que aspira a trascender. Y que, con total garantía, lo hará.
En resumen: con “Berghain”, Rosalía ha entregado una canción que muchos aplauden como auténtica obra de autor; otros rechazan como experimento fallido. Pero nadie puede ignorarla. Y en 2025, en un panorama musical saturado, hacer eso puede ser ya un verdadero y contundente triunfo.









