viernes, 21 noviembre 2025

Mario Conde (77), empresario: «La inteligencia artificial no está saliendo tal y como estaba prevista»

Mario Conde advierte que la inteligencia artificial avanza con un ritmo inesperado y efectos colaterales profundos. Entre despidos, tensiones financieras y dudas sobre la rentabilidad del sector, pide observar esta revolución tecnológica con más prudencia que entusiasmo.

La transformación tecnológica avanza a una velocidad que pocas generaciones han visto antes. En ese escenario, la inteligencia artificial se ha convertido en un tema recurrente en las conversaciones públicas y privadas, un fenómeno que promete redefinir la forma en que trabajamos, consumimos y pensamos. Sin embargo, detrás de ese entusiasmo, empiezan a surgir voces que piden matices y, sobre todo, prudencia.

Una de ellas es la de Mario Conde, que a sus 77 años observa el avance de la inteligencia artificial con una mezcla de fascinación y cautela. Su visión, lejos del pesimismo fácil, invita a leer la revolución tecnológica con un lente más amplio: uno que incluya consecuencias sociales, económicas y empresariales que hoy ya empiezan a sentirse.

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Inteligencia artificial: El impacto silencioso en el trabajo y la economía

Inteligencia artificial: El impacto silencioso en el trabajo y la economía
Fuente: agencias

Conde parte de una premisa que se repite en distintos debates: la inteligencia artificial es, probablemente, la revolución más importante de nuestra era. Pero también advierte que su desarrollo no está siguiendo exactamente el camino que muchos anticipaban. El primer punto que señala proviene de un artículo del profesor Calaza, matemático y economista, quien alerta sobre los efectos menos visibles de esta tecnología cuando cae en manos de empresas guiadas por criterios exclusivamente financistas.

Según esta postura, la lógica del corto plazo está empujando a grandes compañías a enfocarse solo en su core business, abandonando áreas complementarias y acelerando procesos de automatización. La inteligencia artificial, en ese marco, está contribuyendo a una pérdida masiva de puestos laborales, algo que ya se observa con nitidez en gigantes como Amazon. Para algunos analistas, esta transición podría equilibrarse con la creación de nuevas profesiones, pero lo cierto es que, hoy, los despidos son una realidad difícil de ignorar.

Conde reconoce que la inteligencia artificial puede generar empleos más especializados, pero también recuerda que quienes hoy pierden su trabajo no siempre están preparados para ese salto. Esa brecha —entre lo que desaparece y lo que todavía no llega— está generando tensiones en las finanzas públicas y en el tejido social, un desafío que, según él, apenas comienza.

Un modelo empresarial bajo presión

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El segundo foco de preocupación se dirige hacia las grandes inversiones que sostienen el avance de la inteligencia artificial. Empresas controladas por fondos gigantescos están inyectando cantidades asombrosas de dinero, cifras que superan con facilidad los cientos de miles de millones. Ese esfuerzo, advierte Conde, empieza a tensionar el propio sistema financiero, que recurre a mecanismos como créditos fuera de balance para sostener proyectos cada vez más costosos.

El problema aparece cuando las cuentas de resultados no acompañan. Los enormes gastos en electricidad, en infraestructura y en financiación ajena están golpeando la rentabilidad de compañías que parecían intocables. Y cuando el rendimiento no es el esperado, los inversores miran hacia otro lado. Ese repliegue suele traducirse en caídas bursátiles, reajustes abruptos y episodios que recuerdan a crisis recientes.

Conde no afirma que un colapso sea inminente, pero sí subraya la necesidad de estar atentos. Para él, la inteligencia artificial tiene un futuro inmenso, aunque eso no la vuelve inmune a correcciones en el corto plazo. Como usuario habitual de estas herramientas, celebra sus avances, pero como observador del mercado, reconoce que la presión financiera puede obligar a redibujar el panorama.


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