En los últimos años, las redes sociales se han convertido en una nueva vía para exponer realidades que durante décadas se mantuvieron ocultas. A través de su canal, un youtuber decidió contar con crudeza cómo funciona el tráfico de droga en España, revelando el peligroso camino que recorren las llamadas “mulas”, personas que arriesgan su vida para transportar sustancias ilegales dentro de su cuerpo.
Su relato, lejos de buscar el morbo, Jony ofrece una mirada humana y directa sobre el impacto de la droga en quienes terminan siendo tanto víctimas como cómplices de un negocio que no conoce fronteras ni límites morales. Entre la desesperación, la necesidad y la adicción, la historia de este joven refleja una espiral que comienza con un simple consumo y termina en un sistema donde cada error puede costar la vida.
De la adicción al abismo: una vida consumida por la droga

Todo comenzó con lo que él mismo define como una “mala racha” y un entorno donde la droga era parte del día a día. Vivía en un círculo de amigos que gastaban sin medida, salían todas las noches y normalizaban el consumo. “Vendí mi casa porque no era mía, era de otro”, confesó, recordando cómo se deshizo de su vivienda para pagar deudas y terminar, poco después, sumido en una adicción sin control.
Con 26.000 euros en el bolsillo, el dinero se esfumó en apenas cuatro meses. “Amanecía en las barranquillas drogado cada día”, relató. La droga se había vuelto el centro de su vida: cocaína fumada o esnifada, da igual, todo servía para llenar un vacío cada vez más profundo. “Te miras al espejo y te das asco”, recuerda. Esa frase resume la degradación física y emocional que provoca la droga cuando pasa de ser una distracción a una condena diaria.
Sin trabajo estable ni rumbo, acabó trabajando como camarero, intentando reconstruirse con un salario mínimo. Pero la necesidad de dinero fácil y la tentación del pasado lo llevaron a aceptar una propuesta que cambiaría su destino: convertirse en conductor para una red de tráfico de droga que operaba entre España y Marruecos.
El viaje de las mulas: entre la necesidad y la supervivencia
Su labor era clara: llevar un coche desde Madrid hasta Tarifa, cruzar en ferry hacia Tánger y regresar con las “mulas” que habían ingerido los paquetes de droga. “Las mulas tragaban los paquetes y rezaban por llegar vivas”, narró. Era una rutina peligrosa y deshumanizante, donde el cuerpo se convertía en contenedor y la vida en una simple moneda de cambio.
Según su testimonio, la mayoría de las personas que aceptaban este rol eran migrantes sin recursos, principalmente de Europa del Este. “Los buscábamos en la estación, gente que dormía en la calle. Les ofrecían 3.000 euros por arriesgarse”, explicó. Detrás de cada viaje había historias de hambre, desesperación y promesas vacías. La droga, una vez más, no solo destruía a quien la consumía, sino también a quien la transportaba.
En uno de esos viajes, todo salió mal. Una mula no cumplió las órdenes y escondió la droga en una maleta. El error terminó con detenciones y persecuciones policiales. “Me llamaron de la embajada de España, y ahí entendí que no podía volver a Marruecos”, contó. Desde entonces, su vida quedó marcada por la paranoia, la culpa y el miedo constante a ser atrapado.









