La digitalización empresarial en España avanza, pero lo hace a un ritmo inferior al de otros países europeos con estructuras productivas comparables.
Los últimos informes sobre innovación tecnológica reflejan un panorama de luces y sombras: el tejido económico muestra interés en incorporar herramientas digitales, aunque su adopción real sigue concentrada en grandes corporaciones.
Según los datos más recientes del Índice de la Economía y la Sociedad Digital (DESI) y del Barómetro de la Economía Digital 2025, apenas un 11% de las empresas ha implementado sistemas basados en inteligencia artificial, y menos del 30% emplea análisis de big data de forma continuada.
La digitalización como motor de competitividad
El sector tecnológico ya representa cerca del 28% del PIB español, lo que confirma su papel clave en el desarrollo económico.
La automatización de procesos, la analítica avanzada y la computación en la nube se han convertido en ejes esenciales para mejorar la eficiencia, la sostenibilidad y la competitividad. Sin embargo, la mayor parte de las pymes continúa afrontando obstáculos estructurales que frenan su transformación digital.
Entre los principales desafíos se encuentran la falta de personal cualificado, el elevado coste de implantación de tecnologías avanzadas y la escasa disponibilidad de asesoramiento especializado.
Muchas pequeñas empresas carecen de departamentos de innovación o de profesionales con formación técnica suficiente para diseñar estrategias de digitalización a largo plazo.
A ello se suma la dificultad para acceder a financiación, especialmente en sectores tradicionales como la agricultura, la pesca o la industria alimentaria, donde la inversión inicial sigue percibiéndose como un riesgo.
Sin embargo, los expertos coinciden en que la digitalización es una condición necesaria para garantizar la supervivencia y el crecimiento de estos sectores en un entorno global cada vez más automatizado.
El ejemplo de Galicia
En comunidades como Galicia, donde el tejido productivo está formado en su mayoría por microempresas y pymes, la digitalización se ha convertido en una prioridad estratégica.
La Xunta impulsa desde hace años programas de apoyo a la innovación, entre los que destaca la Estrategia Gallega de Hubs de Innovación Digital, diseñada para acercar las herramientas tecnológicas a las empresas de todos los sectores.
Dentro de esta iniciativa se encuentra DATAlife, un hub orientado a promover la adopción de soluciones digitales en ámbitos como la biotecnología, la salud y el sector primario.
Su gerente, Lucía Castro Díaz, explica que el objetivo es impulsar una digitalización con propósito, adaptada a las necesidades reales de cada empresa. “No se trata de digitalizar por moda, sino de hacerlo con un objetivo concreto: mejorar la trazabilidad, reducir el consumo energético o anticipar riesgos mediante el análisis de datos”, subraya.
DATAlife colabora con universidades, centros tecnológicos y compañías privadas para transferir conocimiento y desarrollar proyectos piloto. Algunas pequeñas explotaciones agrícolas y acuícolas gallegas ya experimentan con soluciones basadas en sensores IoT y análisis predictivo.
Estas herramientas permiten ajustar el riego, la alimentación de los cultivos o la gestión de recursos naturales en tiempo real, reduciendo el consumo y optimizando la producción.
Los resultados iniciales apuntan a mejoras significativas en eficiencia y una notable reducción del impacto ambiental. Gracias al seguimiento automatizado de parámetros como temperatura, humedad o salinidad, los productores pueden tomar decisiones precisas sin necesidad de grandes inversiones iniciales.

Un reto que trasciende lo regional
El caso gallego refleja un desafío de alcance nacional. La digitalización de la pyme y la aplicación de la IA son indicadores de desarrollo económico y será determinante para evitar una economía a dos velocidades.
Mientras las grandes compañías avanzan hacia modelos basados en análisis de datos, buena parte de las empresas pequeñas sigue operando con sistemas convencionales.
La Comisión Europea ha establecido como meta que, para el año 2030, el 90% de las pymes europeas alcance un nivel básico de intensidad digital. Esto implica no solo disponer de herramientas tecnológicas, sino también saber utilizarlas de forma estratégica.
España se ha comprometido con este objetivo a través de programas financiados con fondos europeos, aunque su éxito dependerá en gran medida de la capacidad para coordinar esfuerzos entre administraciones, empresas y centros de innovación.
Lucía Castro insiste en que la transformación digital no puede limitarse a la adquisición de software o equipos. “Innovar es también generar cultura tecnológica dentro de las organizaciones”, afirma. “Las personas deben entender la utilidad de los datos y cómo estos pueden mejorar la toma de decisiones o abrir nuevas oportunidades de negocio”.
España cuenta con el talento y la infraestructura necesarios para acelerar este proceso. El reto está en democratizar el acceso a la innovación y convertir la digitalización en un motor real de crecimiento.








