domingo, 12 octubre 2025

Dr. César Villalobos, cirujano pediatra: “Los tumores sólidos en niños son silenciosos; cuando dan síntomas, suelen estar muy avanzados.”

- El Dr. César Villalobos recuerda que detectar a tiempo los tumores sólidos en niños puede cambiarlo todo.

Los tumores no avisan. A veces crecen en silencio, sin dolor y sin síntomas, hasta que ya es demasiado tarde. Hablar de cáncer infantil siempre encoge el corazón. Tal vez porque uno asocia la infancia con risas, energía, juegos… y no con hospitales ni tratamientos. Pero el Dr. César Villalobos, cirujano pediatra del Hospitales Puerta de Hierro, sabe que mirar hacia otro lado no evita los problemas. Al contrario.

La presencia de masas o ‘bolitas’ nunca debe considerarse normal en un niño”, explica con calma, pero con la firmeza de quien ha visto lo que pasa cuando se espera demasiado.

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Y es que los tumores sólidos en niños tienen una característica inquietante: crecen en silencio. No avisan. No duelen. “La ausencia de dolor es parte del problema”, dice. “Por eso, muchas veces se detectan cuando ya están muy avanzados

Cuando el cuerpo calla

Senales que no duelen Merca2.es
Detectar un tumor a tiempo puede marcar la diferencia. Fuente: Canva

Lo difícil —continúa— es que el cuerpo del niño rara vez manda señales claras. A veces no hay fiebre, ni cansancio, ni pérdida de apetito. Todo parece normal… hasta que un día, por casualidad, alguien nota algo extraño: un bulto en el abdomen, una pierna que se mueve raro, una mirada que se pierde.

“Solo cuando el tumor se complica —cuando sangra por dentro o hay necrosis— aparecen molestias. Pero ahí ya solemos ir tarde”, explica. En el caso de los tumores cerebrales, los signos pueden confundirse con cualquier cosa: una torpeza al andar, una caída más de la cuenta, un cambio sutil que solo una madre o un padre atento nota.

Los tres más comunes

Revisiones que salvan vidas Merca2.es
Las revisiones médicas regulares son la mejor herramienta preventiva. Fuente: Canva

El Dr. Villalobos conoce bien este terreno. Habla de tres tipos principales de tumores sólidos pediátricos: el neuroblastoma, los tumores de células germinales y el tumor de Wilms, que afecta a los riñones. Pero enseguida aclara que pueden aparecer prácticamente en cualquier parte del cuerpo.

“He visto tumores en el abdomen, en el tórax, en el cuello, en los testículos, en los ovarios, incluso en los huesos… el cuerpo de un niño es pequeño, pero los lugares donde puede desarrollarse un tumor son muchos.”

Menciona también otros nombres que suenan complicados —hepatoblastomas, raudomiosarcomas, osteosarcomas, sarcomas de Ewing—, pero enseguida añade: “No hay que aprenderlos, basta con saber que pueden existir y que, si se detectan a tiempo, tienen solución.”

Revisiones que salvan vidas

La fuerza de los ninos Merca2.es
Con detección temprana, los niños pueden recuperarse y volver a sonreír. Fuente: Canva

Lo repite como un mantra: la detección temprana salva vidas.
“El diagnóstico precoz no depende de la suerte”, dice. “Depende de las revisiones, de la costumbre de mirar, de tocar, de preguntar.”

Durante los tres primeros años de vida —una etapa especialmente delicada—, el doctor recomienda controles médicos frecuentes. “Cada seis meses sería ideal, pero al menos una vez al año. Y siempre, siempre, con una exploración física completa.”

También propone algo tan simple como eficaz: un ultrasonido abdominal entre el primer y el tercer año de vida. Es rápido, indoloro y no asusta. “Puede detectar un tumor antes de que dé señales. Es una prueba sencilla, pero puede cambiar un destino.”

El miedo a saber

Hay algo que al doctor le duele reconocer: muchas veces, el obstáculo no es el tumor, sino el miedo.
“Los padres sienten pánico solo de escuchar la palabra cáncer”, confiesa. “Y ese miedo los paraliza. Retrasan la cita, posponen el estudio… y a veces ese tiempo es vital.”

Recuerda el caso de una niña a la que diagnosticaron un hepatoblastoma gracias a que su madre notó una masa mientras la bañaba. No lo dudó: fue al médico enseguida. “Esa madre le salvó la vida a su hija por confiar en su instinto”, dice con una sonrisa que mezcla orgullo y ternura.

Cuando la esperanza se abre paso

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A pesar de todo, el Dr. Villalobos transmite esperanza. “Cuando se detecta a tiempo, los niños se curan. Tienen una fuerza increíble. Recuperan la risa, las ganas, la vida.”

Y deja un mensaje final que no suena a discurso, sino a consejo de alguien que ha estado ahí, muchas veces, acompañando familias enteras en ese camino incierto:

“No tengan miedo de consultar. Acudir a tiempo puede salvar una vida. A veces, todo empieza con una simple revisión… o con el gesto de una madre que decidió no dejarlo pasar.”


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