Desde el nacimiento, el ser humano tiene grabado un instinto: buscar el calor de otro cuerpo para sentirse seguro. Los bebés se estiran hacia los brazos de su madre y, en ese gesto, el cerebro segrega oxitocina, la hormona que nos ayuda a sentir alegría y a reducir la ansiedad. La ciencia demuestra que este neurotransmisor es más que un alivio pasajero: es un modulador del estrés y un aliado para el bienestar.
Abrazar, tocar, acercarse a quienes queremos o incluso a nosotros mismos activa la oxitocina y calma los efectos del cortisol, la hormona que dispara el estrés. La pregunta de muchos sobre cómo manejar la tristeza tiene una respuesta sencilla: la oxitocina se produce naturalmente en esos gestos cotidianos que solemos subestimar.
1Adiós al estrés: El poder de un abrazo de diez segundos

“El contacto social y el apoyo emocional promueven la liberación de oxitocina”, asegura Beatriz Galván, psicóloga especializada en apego y trauma. Un abrazo de cinco a diez segundos ya activa este neurotransmisor, reduciendo la frecuencia cardíaca y el estrés. No importa si es con un ser querido, una mascota o incluso abrazándonos a nosotros mismos: la oxitocina genera una sensación de seguridad y calma que impacta tanto en el cuerpo como en la mente.
Además, la oxitocina actúa junto a la vasopresina, modulando la conducta social y disminuyendo la agresividad. Favorece la empatía, fortalece los vínculos y promueve la cooperación. Es un recurso biológico que, al liberarse, nos hace más humanos y capaces de afrontar situaciones adversas con serenidad.