domingo, 12 octubre 2025

Encarna, estudiante de 50 años: “Aprender me hace sentir joven, no porque me quite años, sino porque me da ilusión”

En un mundo que parece correr a gran velocidad, donde lo moderno reemplaza rápidamente a lo antiguo, nos encontramos con una historia que nos quiere recordar algo muy necesario: nunca es tarde para aprender. El pódcast “No hay edad para seguir aprendiendo”, creado por SOM Salud Mental 360, reúne voces de distintas generaciones que dialogan acerca de lo tan profundamente humano como transformador que es el aprendizaje a lo largo de la vida. María de 63 años, y Encarna de 50 rememoran con Ian un joven de 20 la experiencia de retomar sus estudios después de varias décadas. Lo que parecía una conversación entre amigos termina siendo un testimonio de valentía, de curiosidad y de esperanza. El conocimiento no pertenece a una edad, sino a la búsqueda de aquel que quiere encontrarlo.

1
LA EDAD NO DETIENE LOS SUEÑOS, LOS TRANSFORMA PARA APRENDER DE ELLOS

LA EDAD NO DETIENE LOS SUEÑOS, LOS TRANSFORMA
Fuente: FREE PIK

La forma en que habla María se puede observar como hibridando la mezcla de una voz plena de orgullo y sorpresa. Describe como tras años de lucha, de trabajar y de criar, decidió apuntarse en un curso, no para conseguir un título —es más, a nadie le interesó ese título—, sino porque tenía un deseo que le acompañaba desde hace tiempo como es la intención de conocer por gusto. “Ahora estudio porque quiero yo, no porque quieran ellos”, dice entre risas. Esa frase refleja la libertad que ha conseguido y que exhibe literalmente. Encarna, por su parte, explica que volver a estudiar a los 50 años fue una manera de poder reconciliarse con su pasado.

Publicidad

Ella, en la juventud, no tuvo esa oportunidad de aprender—se sentía fuera de lugar— y también como si sintiera un preámbulo del mismo, en el aula —sea presencial o en línea— también es un espacio donde los rangos o las edades quedan desdibujadas. María cuenta que, al principio, le costó insertarse o asimilarse al uso de la tecnología pero más tarde, haciendo uso de la paciencia y de su sentido del humor, supo lograrlo. “El primer día no sabía ni encender el ordenador; ahora busco, leo y soy capaz de escribir trabajos yo sola”, dice.

Atrás

Publicidad