domingo, 12 octubre 2025

Extrabajador de Amazon: «Se me cae el paquete, se abre y es un vibrador y la señora podía ser mi abuela»

Trabajar para Amazon, la multinacional que ha revolucionado el comercio mundial, no siempre se parece a la comodidad que los consumidores imaginan. Entre música electrónica en la nave y rutas kilométricas por la ciudad, los repartidores viven un día a día marcado por la presión, la velocidad y la improvisación constante. Cada paquete es un desafío, y cada entrega, una carrera contra el reloj que pocas veces termina a tiempo.

Un extrabajador que prefiere mantenerse en el anonimato relata cómo se desarrollaba su jornada: “Se me cae el paquete, se abre y es un vibrador. La señora podía ser mi abuela”, recuerda, entre risas nerviosas y gestos de incredulidad. Esta escena resume un trabajo donde el ritmo es inhumano y los imprevistos, constantes.

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Amazon: Entre la presión y el caos

Fuente: agencias

El testimonio revela la magnitud de la sobrecarga laboral. Lo que empieza con 50 paquetes por día puede llegar a 200 en semanas, y cada entrega se convierte en una prueba de resistencia física y mental. Subir a pisos altos, sortear obstáculos urbanos, manejar furgonetas bajo presión y lidiar con paquetes frágiles son solo algunas de las dificultades. Incluso la atención al cliente se convierte en un reto: muchos no contestan, otros piden gestos imposibles, y las aplicaciones de Amazon registran cada detalle sin matices.

La precariedad laboral se hace visible en cada paso: jornadas que superan las 10 horas, descanso limitado, sanciones automáticas y la constante amenaza de perder el empleo por retrasos que muchas veces escapan a su control. La eficiencia exigida por Amazon se enfrenta a la realidad humana de quienes deben entregar miles de paquetes bajo condiciones extremas, dejando en evidencia un sistema donde la productividad se mide por números y no por la dignidad de las personas.

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