La ansiedad que sientes a lo largo del día podría tener un origen que jamás habrías sospechado, uno que se activa en el primer minuto de tu mañana. Lejos de ser un problema puramente mental o abstracto, el psicólogo Daniel Prieto (44) lo tiene claro y así lo afirma, la raíz de esa inquietud moderna está en un gesto casi automático que hemos normalizado por completo. ¿Y si te dijéramos que cambiar ese primer impulso podría transformar tu jornada entera?
Ese nudo en el estómago que a veces nos acompaña no aparece por arte de magia, sino que responde a un mecanismo biológico muy concreto. Tal como señala Prieto en su sorprendente afirmación, «la ansiedad no empieza en la mente, empieza con este hábito que haces todas las mañanas», y es que ese acto matutino pone a nuestro sistema nervioso en estado de alerta máxima desde el momento en que abrimos los ojos. Sigue leyendo, porque lo que vas a descubrir puede ser el cambio que necesitabas.
EL DESPERTAR QUE NOS CONDENA
Casi sin abrir los ojos, tu mano busca a tientas la mesilla de noche hasta encontrar el frío metal o plástico de tu teléfono móvil. Según advierte el psicólogo Daniel Prieto, este simple acto de revisar notificaciones, correos o noticias es una autoinyección de estrés que condiciona bioquímicamente el resto de tu día. Es una declaración de intenciones a tu cerebro: «prepárate, vienen curvas», un hábito que alimenta directamente tu preocupación constante.
Esa costumbre, aparentemente inofensiva, es una trampa perfecta para nuestro bienestar y la principal fuente de esa ansiedad que no sabemos de dónde viene. La información que consumimos en esos primeros minutos, ya sea un correo urgente del trabajo o una noticia alarmante, activa la misma respuesta de lucha o huida que sentían nuestros antepasados ante una amenaza real. Como recalca Prieto, estamos empezando el día con una carga mental innecesaria.
CORTISOL, EL INTERRUPTOR QUÍMICO DE LA ANGUSTIA

Cuando exponemos a nuestro cerebro a un torrente de información y estímulos nada más despertar, el cuerpo reacciona liberando cortisol, la conocida como hormona del estrés. Daniel Prieto explica que esta sustancia nos prepara para la acción, pero mantenerla elevada de forma crónica genera un desgaste brutal. Este pico de cortisol matutino, provocado por el móvil, se convierte en el combustible perfecto para el nerviosismo que nos persigue.
De esta forma, sin ser conscientes, establecemos un nivel de base de ansiedad mucho más alto de lo normal para afrontar la jornada. En lugar de un despertar progresivo y calmado, forzamos a nuestro organismo a un arranque en falso, a un estado de alerta que no se corresponde con la realidad. La reflexión de Prieto es demoledora: «empezamos el día defendiéndonos cuando aún no nos han atacado», un desasosiego que nos autoimponemos.
¿POR QUÉ NUESTRO CEREBRO CAE EN LA TRAMPA?
La respuesta está en la dopamina y en el diseño adictivo de la tecnología que usamos a diario. Nuestro cerebro anhela la novedad, la pequeña recompensa que supone ver una nueva notificación, un «me gusta» o un mensaje, y esa búsqueda de microestímulos placenteros nos hace ignorar el coste emocional que conlleva. Caemos en un ciclo de recompensa inmediata que, como señala Daniel Prieto, enmascara el malestar emocional que genera a largo plazo.
Además, existe un componente de falsa productividad y miedo a quedarse fuera, el famoso FOMO (Fear Of Missing Out). Creemos que al ponernos al día desde la cama estamos ganando tiempo o control, cuando en realidad estamos cediéndoselo a los demás. Esta ilusión, unida a la costumbre, convierte el móvil en un ancla que nos ata a un estado de reactividad constante, abonando el terreno para que florezca la ansiedad.
ROMPER EL CÍRCULO VICIOSO: EL PRIMER PASO ES EL MÁS DIFÍCIL

La propuesta de Daniel Prieto es tan simple como revolucionaria: no toques el móvil durante la primera hora después de despertarte. Suena drástico, pero este periodo de desconexión permite que tu cerebro y tu cuerpo se sincronicen de forma natural, sin interferencias externas. Dedica esos minutos a beber un vaso de agua, estirar, mirar por la ventana o simplemente a no hacer nada, permitiendo que tu sistema nervioso se active progresivamente.
Al principio sentirás una extraña inquietud interna, una especie de síndrome de abstinencia digital que evidencia la profundidad del problema. Sin embargo, perseverar en esta pequeña victoria matutina reduce drásticamente los niveles de cortisol y establece un tono de calma para el resto del día. Es la demostración práctica de la idea de Prieto: para calmar la mente, a veces primero hay que cambiar un gesto tan físico como coger el teléfono.
RECONQUISTAR LAS MAÑANAS PARA DOMINAR EL DÍA
Recuperar el control de tus mañanas es recuperar el timón de tu estado de ánimo, una idea que resuena con la advertencia de Daniel Prieto sobre dónde empieza realmente el problema. Al posponer la conexión digital, te regalas un espacio de paz mental que actúa como un escudo protector frente a los inevitables desafíos de la jornada. Es un acto de autocuidado que redefine por completo tu relación con el estrés matutino.
Al final, la batalla contra la ansiedad no se libra en grandes gestas, sino en la silenciosa decisión de no entregarle tu paz a una pantalla en el momento más vulnerable del día. Se trata de entender que el verdadero poder reside en cómo elegimos comenzar, en ese primer hábito que lo determina todo. Quizás, la calma que tanto buscas no está en una aplicación de meditación, sino en la disciplina de no abrirla hasta un poco más tarde.