Pocas cosas en esta vida son tan reconfortantes como una galleta recién horneada. Ese aroma envolvente que escapa del horno y se cuela por todos los rincones de la casa es casi terapéutico. Y si hablamos de galletas de avena con chocolate, estamos jugando en la primera división de la repostería casera: textura rústica, sabor profundo, un equilibrio entre lo sano y lo indulgente. Un bocado que te dice “todo va a estar bien”, aunque tu día haya sido un caos.
Pero estas galletas no solo son un capricho dulce. Son también un símbolo de cómo los ingredientes simples —la avena, el chocolate, la mantequilla— pueden transformarse en una experiencia sensorial. Hoy te propongo un viaje completo: historia, ingredientes, receta paso a paso, ideas para personalizarlas y hasta consejos para maridarlas (sí, las galletas también se pueden maridar, créelo o no). Prepárate para hornear magia.
1🧾 Un poco de historia: de la avena a las cookies

Aunque hoy vemos la avena como un ingrediente asociado a la salud, durante siglos fue considerada un grano humilde, propio de pueblos del norte de Europa. En Escocia, por ejemplo, la avena fue pilar de la dieta campesina, consumida principalmente como gachas. Pero su textura, su capacidad para absorber líquidos y su sabor ligeramente dulce la convirtieron pronto en candidata ideal para entrar en el mundo de la repostería.
Las galletas de avena aparecieron en el radar culinario a finales del siglo XIX, en países anglosajones. La primera receta publicada se remonta a 1896, en el libro de cocina de Fannie Merritt Farmer, en Estados Unidos. No llevaban aún chocolate, pero ya destacaban por su textura única y su poder saciante.
El gran salto llegó en el siglo XX, cuando alguien, con un excelente sentido común y un poco de gula, decidió añadir chispas de chocolate. ¡Eureka! Así nació la combinación perfecta: la rusticidad de la avena con la untuosidad y dulzura del chocolate.