Si existe un plato que simboliza la elegancia, tradición y técnica milenaria de la cocina china, ese es sin duda el pato laqueado a la pekinesa, también conocido como Peking Duck. No se trata solo de un plato; es un ritual gastronómico que combina historia imperial, piel crujiente irresistible y elegante presentación. Vamos a descubrir juntos cómo recrearlo en casa con todo el mimo de los grandes restaurantes de Pekín.
1🏯 Historia del plato: del palacio al mundo

El origen del pato laqueado se remonta a las dinastías del sur y norte de China (siglo V VI d.C.) con una versión ancestral llamada shaoyazi (“pato quemado”). Sin embargo, fue durante la dinastía Ming —cuando Nanjing era capital— que el plato empezó a tomar forma en las cocinas imperiales como una delicia refinada.
Con el traslado de la capital a Pekín en 1420, el pato llegó a la corte imperial, donde se desarrollaron su técnica definitiva y su prestigio. Durante la dinastía Qing, se introdujo el innovador horno colgado (gualu), que permitió asar los patos individualmente y lograr esa piel dorada y crujiente que conocemos hoy. Restaurantes legendarios como Bianyifang (fundado en 1416) y Quanjude (1864) popularizaron la versión imperial, haciéndola accesible primero a la aristocracia y luego al pueblo.
Desde entonces, el pato laqueado es sinónimo de celebración, diplomacia (Henry Kissinger lo saboreó durante su histórica visita a China) y sofisticación gastronómica compartida con el mundo entero.