Hay platos que no necesitan presentación. La crema de calabaza es uno de ellos. Su color vibrante, su textura sedosa y ese sabor dulzón tan característico hacen de esta receta una de las grandes reinas de las sopas y cremas en todo el mundo. Ligera pero reconfortante, saludable pero sabrosa, la crema de calabaza tiene el curioso don de gustar tanto a los fanáticos del “comer limpio” como a los más exigentes gourmets.
¿Pero cómo llegó este humilde plato a nuestras mesas? ¿Y cómo podemos prepararlo en casa con un resultado de restaurante y el aroma de cocina de abuela? Sigue leyendo, porque vamos a desgranar todo lo que hace de esta receta un básico imprescindible para cualquier estación, aunque brille especialmente en otoño.
6🍷 Maridajes que conquistan

Aunque a veces parece que las cremas se sirven solas, combinarlas con un buen vino puede ser un acierto rotundo. Algunas ideas:
- Vino blanco afrutado: como un Verdejo o un Albariño. Sus notas frescas equilibran la dulzura de la calabaza.
- Vino tinto suave: si has añadido quesos curados o bacon, un tinto joven puede casar de maravilla.
- Sidra o cerveza de trigo: opciones frescas y originales para un toque informal.