Hay platos que no necesitan presentación. La crema de calabaza es uno de ellos. Su color vibrante, su textura sedosa y ese sabor dulzón tan característico hacen de esta receta una de las grandes reinas de las sopas y cremas en todo el mundo. Ligera pero reconfortante, saludable pero sabrosa, la crema de calabaza tiene el curioso don de gustar tanto a los fanáticos del “comer limpio” como a los más exigentes gourmets.
¿Pero cómo llegó este humilde plato a nuestras mesas? ¿Y cómo podemos prepararlo en casa con un resultado de restaurante y el aroma de cocina de abuela? Sigue leyendo, porque vamos a desgranar todo lo que hace de esta receta un básico imprescindible para cualquier estación, aunque brille especialmente en otoño.
3Paso a paso: crema de calabaza perfecta

🥄 1. Pelar, trocear, respirar
Primero, quita la piel de la calabaza. Si estás usando una de esas variedades duras, puedes meterla un par de minutos al microondas para ablandarla y pelarla más fácilmente. Corta en cubos medianos.
Pela y corta el puerro, la zanahoria y la patata. No hace falta precisión quirúrgica: todo va a acabar en la batidora.
🧄 2. Sofrito con cariño
En una olla grande, pon el aceite de oliva a fuego medio. Añade el puerro o cebolla, y sofríe lentamente durante 5 minutos hasta que esté translúcido y empiece a caramelizarse. Aquí empieza la magia del sabor.
🥕 3. Incorporar las verduras
Agrega la calabaza, la zanahoria y la patata troceadas. Remueve durante 2 o 3 minutos para que se mezclen con el aceite y el sabor del puerro.
💧 4. Caldo que envuelve
Cubre con el caldo de verduras o agua. No hace falta inundarlo todo, solo que las verduras queden cubiertas. Lleva a ebullición y luego baja el fuego. Cocina tapado a fuego medio-bajo durante 20-25 minutos, o hasta que todo esté muy tierno.
🔄 5. Batir con amor
Retira del fuego, deja enfriar un poco y tritura con batidora de mano o vaso americano hasta obtener una textura lisa y aterciopelada. Aquí puedes ajustar la densidad añadiendo un poco más de caldo o agua si está demasiado espesa.
✨ 6. Sazonar al gusto
Sal, pimienta, un toque de nuez moscada, una pizca de jengibre… Lo que tu alma te pida. Al final, puedes añadir un chorrito de nata líquida o leche de coco para darle un acabado aún más sedoso.