domingo, 25 mayo 2025

Tu microbiota intestinal podría predecir tu riesgo de sufrir Alzheimer

Nos encontramos en una era de descubrimientos médicos verdaderamente apasionante, donde la comunidad científica ha comenzado a reconocer la profunda importancia del intestino, hasta el punto de denominarlo nuestro «segundo cerebro». Este término no es una mera metáfora; el tracto digestivo alberga un complejo ecosistema de billones de microorganismos —conocido como microbiota intestinal— cuya influencia se extiende mucho más allá de la simple digestión de los alimentos. Estas comunidades microbianas son cruciales para el correcto funcionamiento de nuestro sistema inmunitario, modulando nuestras defensas, y, de manera sorprendente, ejercen un impacto directo en la salud y la función cerebral.

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La comunicación entre el intestino y el cerebro es un hecho científico establecido, mediado por lo que conocemos como el eje intestino-cerebro», explica María del Rocío González, Directora de Investigación de la Facultad de Ciencias Biomédicas y de la Salud de la Universidad Europea. Esta intrincada red de comunicación bidireccional implica vías nerviosas (como el nervio vago), hormonales e inmunológicas. «Esto significa», añade González, «que cualquier alteración en el equilibrio de la microbiota intestinal, una condición conocida como disbiosis, puede desencadenar procesos inflamatorios sistémicos. Esta inflamación, a su vez, puede propagarse y afectar negativamente al cerebro, incrementando potencialmente el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer».

Estos reveladores hallazgos son el fruto de una colaboración investigadora entre la Universidad Europea, la Universidad Complutense y la Universidad Francisco de Vitoria, y han sido publicados en un artículo científico titulado “Exploring the relationship between APOEε4 allele and gut microbiota composition and function in healthy adults”. El estudio se centró en el análisis de 77 adultos españoles sanos, empleando para ello técnicas de vanguardia como la secuenciación genética de alto rendimiento y sofisticados análisis bioinformáticos. El objetivo era desentrañar las complejas interacciones entre la composición de la microbiota intestinal y la predisposición genética a padecer la enfermedad de Alzheimer, específicamente ligada al gen APOE.

«Uno de los aspectos más notables de nuestra investigación es que las bacterias intestinales podrían actuar como centinelas, alertándonos del riesgo de Alzheimer mucho antes de que los síntomas clínicos se manifiesten en el paciente», destaca Mariangela Tabone, profesora titular del Departamento de Odontología Preclínica I de la Universidad Europea. Para entender este vínculo genético, la profesora Tabone aclara: «Cada individuo hereda dos copias del gen APOE, una de cada progenitor. Este gen presenta tres variantes principales: APOE2, que parece tener un efecto protector; APOE3, la variante más común y generalmente considerada neutra; y APOE4. Portar una copia del alelo APOE4 incrementa moderadamente el riesgo de desarrollar Alzheimer, mientras que tener dos copias de APOE4 eleva este riesgo de forma considerable».

Los resultados del estudio fueron contundentes: se identificó una firma bacteriana intestinal distintiva y significativamente diferente en los individuos portadores del gen APOE4 en comparación con los no portadores. «Observamos que los portadores de APOE4 tenían niveles hasta cinco veces menores de ciertas bacterias consideradas beneficiosas para la salud intestinal y cerebral. Un ejemplo claro son las bacterias del género Megamonas, conocidas por sus propiedades antiinflamatorias», detalla Sara Clemente, profesora asociada del Departamento de Odontología Preclínica I de la Universidad Europea. «Además, estos individuos mostraron una menor capacidad potencial para producir moléculas neuroactivas cruciales, como el triptófano, un aminoácido esencial que actúa como precursor de la serotonina, un neurotransmisor vital para la regulación del estado de ánimo, el sueño y la cognición».

Curiosamente, el estudio también reveló que «los portadores de APOE4 presentaban una mayor abundancia relativa del género Puniceicoccaceae en su intestino. La función exacta de estas bacterias es aún un enigma, en parte debido a la dificultad que entraña su cultivo en condiciones de laboratorio, lo que subraya la necesidad de continuar investigando», añade Clemente.

«Lo que resulta particularmente llamativo y esperanzador», explican las investigadoras, «es que estas diferencias en la microbiota fueron detectadas en portadores del gen APOE4 que estaban completamente sanos, sin ningún síntoma de deterioro cognitivo. Esto sugiere de manera fehaciente que las alteraciones intestinales observadas no son una consecuencia tardía de la enfermedad de Alzheimer ya establecida, sino que, por el contrario, podrían estar presentes muchos años, incluso décadas, antes de que la patología se manifieste clínicamente». Este hallazgo es crucial, pues refuerza la idea de que la predisposición genética, si bien es un factor de riesgo importante, no sella de forma ineludible el destino de una persona. «Es fundamental destacar que muchas personas portadoras del gen APOE4 nunca llegan a desarrollar la enfermedad de Alzheimer», recalcan.

Hacia una prevención proactiva del Alzheimer: Genética, microbiota, inteligencia artificial y estilo de vida saludable

En resumen, las conclusiones de este estudio, divulgadas en la revista científica AMB Express, aportan nuevas y sólidas evidencias sobre la intrincada interacción entre la herencia genética y la microbiota intestinal, una relación que se establece mucho antes de la aparición de los primeros síntomas del Alzheimer. Esto consolida la noción de que las estrategias de prevención deben implementarse en etapas tempranas de la vida, incluso en individuos asintomáticos que puedan tener un riesgo genético elevado. «El Alzheimer no debe considerarse una sentencia genética inamovible, sino una condición compleja y multifactorial en la que intervienen múltiples elementos», afirma con convicción María del Rocío González. «No heredamos un destino fatalista e inevitable; lo que heredamos es una cierta predisposición sobre la cual podemos actuar y modular mediante la adopción de hábitos de vida saludables, especialmente si somos conscientes de que poseemos un perfil de riesgo genético más elevado».

El desafío primordial ahora reside en trasladar estos conocimientos científicos del laboratorio a la práctica clínica diaria, avanzando hacia un modelo de medicina que no solo trate la enfermedad, sino que pueda anticiparse a su desarrollo y, de esta forma, mejorar significativamente la calidad de vida de las personas en riesgo. «Actualmente, ya se están utilizando herramientas como el Polygenic Risk Score (PRS). Este tipo de puntuaciones no se limitan a analizar una única variante genética como APOE, sino que integran la información de múltiples variantes genéticas asociadas al riesgo. Estos datos genómicos se combinan luego con otros factores cruciales como la edad del individuo, su estilo de vida (dieta, ejercicio, sueño), y, cada vez más, el perfil de su microbiota intestinal, para construir modelos predictivos mucho más precisos y personalizados», detalla González. Además, añade que «tanto el ejercicio físico regular como el mantenimiento de una actividad intelectual estimulante han demostrado científicamente su capacidad para proteger el cerebro y, paralelamente, mejorar la diversidad y funcionalidad de la microbiota intestinal, lo que en conjunto contribuye a reducir el riesgo de Alzheimer».

Esta línea de investigación abre las puertas a una era de medicina mucho más personalizada y proactiva. En este nuevo paradigma, tecnologías emergentes como la Inteligencia Artificial (IA) jugarán un papel fundamental. La IA posee la capacidad de analizar e interpretar las ingentes cantidades de datos genéticos, microbianos, clínicos y de estilo de vida de cada paciente. Esto facilitará la creación de perfiles de riesgo individualizados y permitirá el diseño de recomendaciones dietéticas específicas, la suplementación con probióticos o prebióticos adaptados, y planes de intervención personalizados según el perfil médico único de cada persona.

«El futuro de la prevención del Alzheimer —y, por extensión, de otras enfermedades crónicas complejas como la diabetes tipo 2, la obesidad o las enfermedades cardiovasculares— se encamina inequívocamente hacia un enfoque multidisciplinar y profundamente personalizado», concluyen las tres investigadoras de la Universidad Europea. «Este modelo integral, a menudo denominado ‘Medicina de las 5P’ (Predictiva, Preventiva, Personalizada, Participativa y Poblacional), busca ir un paso por delante: predecir el riesgo individual, implementar medidas preventivas antes de que la enfermedad se manifieste, personalizar las intervenciones a las necesidades de cada individuo, fomentar la participación activa del paciente en el cuidado de su salud y, finalmente, aplicar estos conocimientos a nivel poblacional para mejorar la salud pública. El objetivo último es maximizar la eficacia preventiva y optimizar el cuidado individualizado, mucho antes de que aparezcan los síntomas».


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