El fenómeno silencioso de la reduflación se extiende por los supermercados españoles a pasos agigantados. La shrinkflation representa una de las estrategias comerciales más controvertidas que las empresas utilizan para mantener sus márgenes de beneficio sin aparentemente subir los precios, un método que consiste básicamente en reducir la cantidad de producto manteniendo el mismo envase y precio, pasando prácticamente desapercibido para el consumidor medio. Durante los últimos años, esta práctica se ha vuelto tan común que muchos ciudadanos ya la sufren a diario sin ser plenamente conscientes, afectando directamente a su economía familiar y poder adquisitivo en un contexto donde la inflación ya merma considerablemente los bolsillos españoles.
A diferencia de la subida directa de precios, donde el consumidor puede identificar claramente el incremento del coste, la shrinkflation opera en las sombras mediante sutiles modificaciones en el gramaje o el contenido del producto. Los fabricantes recurren a rediseños de envases, cambios en la composición o simplemente reducción de unidades dentro del mismo paquete, manteniendo la apariencia exterior prácticamente idéntica. Esta forma de inflación encubierta se ha convertido en una preocupación creciente para las asociaciones de consumidores españolas, que denuncian la falta de transparencia y el impacto real que supone para las familias, especialmente en productos de consumo habitual como alimentos, productos de higiene y limpieza.
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El marco legal español permite esta práctica siempre que se indique correctamente el peso o volumen del producto en el etiquetado. Las empresas aprovechan esta permisividad para implementar la shrinkflation de manera completamente legal, cumpliendo formalmente con la normativa pero jugando al límite de la ética comercial con el consumidor. La legislación vigente exige únicamente que se indique el contenido real del producto, sin obligar a señalar específicamente que dicho contenido ha sido reducido respecto a versiones anteriores, lo que dificulta enormemente que el comprador pueda comparar y detectar estos cambios a simple vista.
Los datos recogidos por las organizaciones de consumidores revelan que más del 70% de los compradores no verifican el peso exacto de los productos habituales una vez que se han familiarizado con ellos. La shrinkflation explota precisamente esta costumbre de compra automática, confiando en que el cliente mantendrá la lealtad a la marca incluso cuando recibe menos cantidad por el mismo precio, simplemente porque no detecta el cambio o no realiza cálculos comparativos entre precio y cantidad. Esta estrategia resulta particularmente efectiva en productos de consumo frecuente, donde los fabricantes pueden reducir gradualmente las cantidades en porcentajes aparentemente pequeños, del 5% al 15%, que sin embargo suponen un importante incremento encubierto del precio real por gramo o unidad.