El aroma picante del drama vuelve a llenar cada rincón de La Promesa en un capítulo que promete ser inolvidable. El intento de asesinato de Curro no es una simple vuelta de tuerca, sino una bomba de relojería que puede refrendar las lealtades en el palacio. Lo que arrancó como un pícnic inofensivo organizado por Leocadia se torna en una escena de crimen, donde las apariencias engañan y las sonrisas son dagas.
La investigación confirma que las cinchas de la montura fueron cortadas, dejando, por tanto, a un lado cualquier vestigio de accidente. La duda ya no es qué ha pasado, sino quién lo ha ejecutado y si lo volverá a hacer. En paralelo, Manuel, zarandeado por la culpabilidad, busca acercarse a su hermano, pero en el intento se da cuenta de que Adriano no se detiene en su acecho a Catalina, quien, de manera poco habitual, le corta la puerta de manera definitiva.
1EL ATENTADO CONTRA CURRO

La sombra de la traición se cierne sobre el palacio. Mientras los médicos intentan salvar a Curro, resuena entre los criados la susurrante estirpe de las habladurías que apunta en todas direcciones: ¿Un intento resultado de la pequeña ojeriza que le guardaba Adriano, por haber rechazado a Catalina?, ¿Quizá alguien de más cerca, como por ejemplo Leocadia, cuya inocencia podría ser un disimulado recubrimiento? En cuanto a mí, soy incapaz de reconocer que en La Promesa hay personas con las manos limpias.
Cada uno de los personajes tiene algo que ocultar, y la posibilidad de que sean los siguientes en caer en la trampa que hilvanó el traidor genera un ambiente de mezcla de humores. Manuel, entre lágrimas y remordimientos, jura que hallará al culpable. Su rabia puede enturbiar su juicio. ¿Es capaz de soportar la cruda realidad que el culpable es alguien de su propia sangre?
¿En qué se ha convertido en la caza del culpable cuando interroga a los estableros y va desnudando las pertenencias de los personajes que asistieron a la merienda de campo? ¿Y qué sucederá si Curro no despierta?, ¿Qué sucederá si se cruza la delgada línea que limita la frontera entre la venganza y la justicia, y se traspasa? El caballo no es un mísero instrumento que sirva para realizar el atentado, sino que entra a ser en un símbolo.
En un lugar en el que los animales suelen ser mejor tratados que algunos de los sirvientes, el hecho de que usaran un caballo para perpetrar el atentado le añade al asunto un rasgo de perversidad. ¿Fue un mensaje? ¿Una advertencia de que nadie – ni siquiera los nobles – está por encima del peligro? Cuando la familia se va desmoronando, alguien observa en las sombras, complacido. Y lo peor aún podría faltar por llegar.