Vivir de tu casa mientras sigues viviendo en ella. Lo que en el pasado parecía una entelequia ya es posible. No es magia, sino un producto financiero que por fin ha llegado a España de la mano del Banco Santander y la aseguradora Mapfre: la hipoteca inversa.
Como su nombre indica, se trata de una hipoteca que funciona prácticamente al contrario que una tradicional. Quien lo contrata es ya propietario de una vivienda y la pone como garantía del préstamo, que va recibiendo en cuotas mensuales a lo largo de su vida. El hipotecado mantiene la propiedad de la vivienda y puede seguir viviendo en ella hasta que quiera. Al final de sus días, sus herederos podrán liberar la hipoteca de la vivienda, pagando la deuda que se haya acumulado, o venderla y cancelar el préstamo.
Pero ¿quién es el cliente ideal para contratar una hipoteca inversa? El primer factor para tener en cuenta es, obviamente, la edad. Por imperativo legal hay que tener al menos 65 años, pero los expertos aconsejan tener algunos más. La explicación es sencilla: el importe del préstamo que se recibe mensualmente se calcula en función de la esperanza de vida del cliente, así que una edad más avanzada permite recibir cantidades mayores cada mes. Por eso se suele recomendar a los clientes que durante los primeros años desde la jubilación vayan haciendo líquidos sus ahorros en otros productos como planes de pensiones, fondos de inversión, seguros, segundas residencias… y que contraten la hipoteca inversa después de haber consumido otros ahorros.
Otro requisito imprescindible es tener una vivienda en propiedad y residir en ella. La vivienda tiene que estar situada en una zona de suficiente dinamismo comercial, es decir, donde se pueda vender rápidamente y los precios no sufran excesiva volatilidad.
Estas reglas generales dibujan un marco en el que es fácil imaginar qué perfiles de personas son los que más pueden beneficiarse de la contratación de un producto de estas características, qué situaciones vitales pueden verse aliviadas y qué problemas puede solucionar.
“No puedo solo y no quiero que mis hijos se peleen”
Un claro ejemplo de ello es el caso de Mario, quien acaba de formalizar la contratación de su hipoteca. Mario tiene 97 años, es viudo, y vive en su casa de Madrid desde hace una vida. Es la casa que compartió con su mujer, donde crecieron sus hijos y él no la quiere dejar. Pero la edad avanza y Mario, pese a gozar de muy buena salud, necesita a alguien que le ayude con las tareas cotidianas y que le haga compañía. Con sus ingresos ya no llegaba a cubrir los gastos necesarios para contratar estos cuidados y, de hecho, estaba recibiendo ayuda financiera de sus hijos, algo con lo que no estaba cómodo y que estaba empezando a generar cierta fricción.
Los hijos de Mario se enteraron de la existencia de la hipoteca inversa e inmediatamente entendieron que allí estaba la solución. Mario recibe ahora una renta mensual que le permite sufragar todos sus gastos y vivir sin preocupaciones. Sus hijos están contentos, porque no todos tienen la misma situación económica y para algunos ayudar económicamente a su padre se estaba transformando en un problema. Cuando llegue el momento, decidirán en función de su situación si rescatar o vender la vivienda.
“No quiero que nadie desee que me vaya”
Julia tenía otro objetivo cuando se acercó al banco para preguntar por la hipoteca inversa. Tiene 85 años, una salud de hierro, ningún hijo y se acaba de quedar viuda. Julia tiene buenos ingresos, pero también muchos proyectos vitales de futuro que quiere realizar. Le propusieron vender su casa en nuda propiedad, pero no le gustaba la idea… Muy gráficamente explica: “No quiero vivir sabiendo que hay alguien deseando que me vaya de este mundo lo antes posible”. Así que, cuando empezó a oír hablar de la hipoteca inversa no dudó en ir a preguntar y lo que escuchó la convenció.
Contrató la hipoteca con seguro de renta vitalicia, para garantizarse que estos ingresos opcionales no se interrumpirán en ningún momento. Ahora recibe unos 1.800 euros al mes y su única preocupación es organizar el siguiente viaje con sus amigas de las clases de pilates.
¿Cómo pago los gastos de mi chalet?
Fernanda, de 79 años, se quedó viuda hace poco. El chalet que compartía con su marido es muy costoso de mantener y su pensión es más bien baja. Los hijos viven lejos, se ven poco y no están en condición de ayudarla. Estaba bastante desesperada y no veía otra opción que vender su casa para buscarse un piso más pequeño y fácil de mantener. Pero estaba triste, porque no quiere dejar su pequeño jardín, al que tantas horas dedica cada día, no quiere renunciar a la pequeña pero preciosa biblioteca que su marido construyó y que juntos rellenaron con tantos libros a lo largo de los años.
La hipoteca inversa ha sido su solución. Habló con sus hijos, quienes la animaron a seguir adelante. Ahora cuenta con unos ingresos mensuales añadidos de casi 1.200 euros al mes, que le permiten vivir más tranquilamente y cuidar de su casa. Tiene claro que, dentro de unos años, cuando su movilidad se vea reducida por el avanzar de la edad, la venderá, pero por ahora es feliz de haber encontrado la manera de poder seguir disfrutándola.
Compartiendo felicidad
Cuando Ana dice que tiene 85 años, entran ganas de pedirle el DNI para cerciorarse. Está en perfecto estado de salud y tiene una vitalidad que da envidia. Está soltera y quiere hacer muchas cosas en su vida, así que ha decidido recurrir a la hipoteca inversa para complementar sus ingresos de la jubilación. Contrató la modalidad con el seguro de renta vitalicia, porque quiere asegurarse el ingreso extra de 1.300 euros al mes hasta el final de sus días.
Estaba tan contenta con la perspectiva de poder finalmente realizar algunos de sus proyectos, que el día de la firma ante notario llevó bombones y cava para todos… ¡A celebrar la libertad de decidir!