El día a día de la fundadora y consejera delegada de Roll’Eat se centraba en la planificación y compras de una empresa agrícola danesa. Meritxell Hernández llegaba a casa, abría el buzón y se encontró diversos consejos de ahorro de agua en varios folletos. No iban a ser un papel más en su vida, cuando la inmensa mayoría los habría tirado tras llevarlos en la mano desde la puerta hasta el cubo de la basura.
El boc&roll de Roll’Eat no es una compra recurrente y da el salto a Estados Unidos
Un simple papel cambió su vida por completo. Junto a su pareja, comenzaron a realizar una tormenta de ideas para tratar de ahorrar agua de forma práctica, sostenible y de uso fácil. Así nació su primer producto, allá por 2006, una época donde la sostenibilidad y la transición ecológica no estaban aún implantadas. Su producto consistía en una bolsa para dosificar el agua de la cisterna y evitar así un mayor gasto. Una idea para su tiempo revolucionaria, tanto que llegó a vender un millón en poco tiempo.
EL PORTABOCADILLOS DE ROLL’EAT, CENTRADO EN LA SOSTENIBILIDAD
Sin embargo, Hernández no sólo estaba centrada en ahorrar el necesario líquido para la vida. En su ADN se encuentra modificar el mundo y ayudar a reducir las emisiones de carbono. Pero a finales de la década del 2000, los consumidores se veían más preocupados por la grave crisis económica que por los eslóganes e ideales. Consciente de ello y sin una concienciación social elevada, Hernández no cejó en su empeño. «Esta concienciación sabíamos que llegaría», sostiene en una entrevista con MERCA2.
Del agua cambiaron al portabocadillos que les ha dado fama mundial y una apertura a mercados no sólo europeos, sino también al competitivo estadounidense, donde han iniciado operaciones y esperan pronto colocar su producto en la tienda de Amazon del país.
Esta idea surgió de los patios del colegio y de los avisos de su propia hija. Miles de niños llevan en sus mochilas las bolsas de plástico o tela con el bocata de media mañana envuelto en papel de aluminio. En sí, es lo que siempre se ha llevado desde que se inventó este envoltorio. Pero esta concienciación ha derivado en una empresa que factura tres millones de euros casi ininterrumpidamente desde 2020, curiosamente uno de sus mejores años. Los resultados más bajos alcanzan una facturación de 1,8 millones, en 2018. Todo ello sin pedir un solo euro a inversores o acudir a las típicas rondas de financiación de las startups.
Y todo, gracias al tirón de una tela natural diseñada con plástico biodegradable y un velcro resistente. El producto está diseñado y creado para una duración de años, alejado del ‘fast fashion’ tan habitual en el sector textil. De hecho, no son pocos quienes le han advertido de este hecho. Y es que, hacer un producto bueno y que de larga duración reduce las ventas a largo plazo.
ROLL’EAT ABRE SU ABANICO DE PRODUCTOS PARA EVITAR MORIR DE ÉXITO
Ejemplo de ello, son algunas zapaterías alicantinas, cuya mercancía era tan resistente que tuvieron que cerrar tras la muerte por éxito. Y es que, «el producto no es de compra recurrente», de ahí nace la necesidad de ampliar el abanico.
No obstante, a diferencia de éstas, Roll’Eat no se ha quedado únicamente en el mercado español. Ha abierto fronteras y sus productos causan furor en países como Holanda y Bélgica -grandes aficionadas al bocadillo-, mientras trata de implantarse en Francia, un mercado muy complejo donde los consumidores se fijan más en la procedencia de los productos que en su utilidad.
Para acelerar su penetración en Estados Unidos, Hernández ha contactado con profesionales que conocen el mercado, su competencia y las tiendas que podrían servir de palanca para crecer aún más rápido. Hasta el momento, Roll’Eat ha llegado a vender más de diez millones de unidades a un precio de unos 10 euros cada una de ellas.
«No queríamos un distribuidor en Estados Unidos», ha asegurado. «.
ROLL’EAT, UN PRODUCTO FOMENTADO DESDE LA EDUCACIÓN
Su idea no se inicia con folletos para adultos, sino que se centra especialmente en los colegios. «Para llegar a conseguir una sociedad de residuo cero y tener un planeta más limpio necesitamos educación», ha sostenido. Tratar de cambiar los hábitos en los padres a través de los niños, gestos y pequeños cambios que permiten reducir esos residuos. Es la especialidad de Roll’eat, dar soluciones ecológicas a los problemas de la contaminación actual.
En este momento, su empresa parte con una gran ventaja. Lleva años haciéndolo y sus más de 20 patentes así lo demuestran. No obstante, los plagios están a la orden del día y también ha llevado estos asuntos a los organismos de control pertinentes. Asimismo, ha hecho los deberes al acercarse a los colegios a explicar su producto. Estas instituciones son las que más están activando la concienciación de los alumnos, con actividades en favor del medioambiente, aunque conocedores de las limitaciones.
«Antes, en 2006, intentábamos apostar por un producto muy sencillo de utilizar y dar los máximos argumentos para convertir sus productos en una forma de ahorro para los consumidores», ha señalado Hernández. La concienciación entonces apenas tenía arraigo en la sociedad. Ahora, las tornas han cambiado, especialmente las generaciones más jóvenes, miran la responsabilidad social y su compromiso con el medioambiente de las compañías. «No nos han educado a hacer un consumo responsable», ha lamentado la CEO de Roll’Eat.
UN PRODUCTO RESPONSABLE Y BIODEGRADABLE
Como anécdota de todo ello, señala el caso de una profesora que puso como ejemplo su boc&roll ante un grupo de padres entre las que se encontraba la dirigente de Roll’Eat. La firma, con apenas siete empleados en Barcelona, trabaja especialmente en el diseño del producto, alcanzando acuerdos con Mr Wonderfull.
El catálogo de Roll’Eat no sólo se centra en los bocadillos. Para el mercado francés, por ejemplo, están causando furor sus portafrutas, una bolsita con los mismos materiales y un botón de realizado con la piel de cocos.