En lo que va de año, la inversión en ‘empresas emergentes’ ha alcanzado los 1.433 millones de euros en nuestro país. En este ejercicio se podría superar la del año pasado, que ascendió a 4.300 millones. Las cifras muestran que el ecosistema de las start-ups en España tiene potencial, un ámbito en el que las incubadoras y las aceleradoras juegan un papel fundamental para impulsar la viabilidad del proyecto y que pueda competir en el mercado.
Emprender es atractivo, pero difícil: la plataforma global de innovación South Summit señala que solo una de cada nueve start-ups consigue sobrevivir más de tres años. La etapa inicial de cualquier empresa es la más complicada y es el momento en el que el riesgo al fracaso es mayor, en gran medida por las elevadas inversiones que requiere la puesta en marcha del proyecto.
Una de las opciones más demandadas por los emprendedores es recurrir a lo que conocemos como incubadoras o aceleradoras, es decir, compañías públicas o privadas que les facilitan el acceso a la financiación en diferentes momentos del desarrollo del proyecto. Las incubadoras tienen como objetivo principal apoyar a las start-ups en sus primeras etapas de creación. De este modo, además de aportar el capital inicial, se acompaña a los emprendedores en procesos como la mentorización, la formación intensiva, la educación digital y la tutorización. Por otro lado, las aceleradoras ofrecen recursos, conocimiento y apoyo a los emprendedores que tienen una start-up en fases más avanzadas.
RECOLECTANDO ENERGÍA DESDE 2015
AEinnova es un ejemplo de empresa emergente que consiguió el respaldo de una aceleradora en 2015. Tres doctores y un ingeniero en Microelectrónica de la Universidad Autónoma de Barcelona crearon esta start-up para desarrollar un proyecto que consiguiera aprovechar el calor residual de los procesos industriales para generar electricidad y devolverla a la red. “Pensamos que esa tecnología podía ayudar a la industria a ser más eficiente, ya que casi la quinta parte de la energía de Europa se pierde en calor industrial”, recuerda Raúl Aragonés, presidente y fundador principal de AEInnova. Siete años después, AEInnova tiene una plantilla de veinte trabajadores y prepara su salida a la Bolsa de París en 2023.
Misma suerte corrieron Mónica de Mier y Stephan Mohr, los fundadores de Nextmol, una spin-off del Barcelona Supercomputing Center especializada en química computacional, que han desarrollado un laboratorio virtual que emplea técnicas computacionales para reducir los tiempos y costes del diseño de nuevos materiales. Simulan virtualmente los ensayos que hoy se hacen en los laboratorios. De Mier, CEO de Nextmol, explica que esto permite «conocer las características de cientos de nuevas moléculas de forma automatizada y seleccionar las más prometedoras, haciendo el proceso de búsqueda hasta diez veces más rápido». Ahora, se dirigen a grandes corporaciones, que están “más abiertas a este tipo de tecnologías avanzadas», y su equipo lo forman ya siete personas. «Cuando empiezas nunca sabes cuánto tiempo vas a sobrevivir y, en cambio, ahora ya tenemos nuestro producto y servicios perfectamente definidos y estamos creciendo», admite su CEO.
Tanto AEInnova como Nextmol participaron en su día en el Fondo de Emprendedores de Fundación Repsol. En sus diez años de andadura, 65 startups han pasado por este programa que impulsa empresas emergentes que desarrollan soluciones tecnológicas para afrontar los retos de la transición energética en distintas áreas. Desde el 2011, año en el que se puso en marcha esta iniciativa, las empresas incubadas han logrado una tasa de supervivencia del 75% y cerca de 200 patentes registradas. “Tenemos muchas más historias de éxito a lo largo de estos diez años. El balance es muy positivo, la mayoría de las empresas que han pasado por el fondo están ya en su fase comercial y son compañías que compiten en el mercado”, destaca Javier Torres, director de emprendimiento de la Fundación.
Aragonés, de AEInnova, remarca que su paso por el programa fue el espaldarazo que necesitaban. «Si no, no hubiera pasado de una idea. Iniciativas como el Fondo de Emprendedores son fundamentales para dar el salto», cree. Del período de incubación, destaca «la orientación empresarial de primer nivel» que recibieron. También fue clave la posibilidad de realizar un piloto en el complejo industrial de Repsol en Puertollano, donde pudieron demostrar que la electricidad generada gracias a su tecnología se puede aplicar al internet de las cosas (IoT) y alimentar los sensores que monitorizan los procesos industriales y envían continuamente datos a la nube.
Las pruebas piloto en entornos reales también fueron clave para lo que luego han desarrollado en Nextmol. Para testar su tecnología, durante la aceleración realizaron un proyecto piloto en Repsol Technology Lab aplicando sus técnicas de modelado molecular e inteligencia artificial al estudio de nuevas formulaciones de lubricantes. Esa colaboración con el centro de innovación de Repsol se ha prolongado con nuevos proyectos de investigación química y, en la actualidad, Nextmol trabaja también con el sector de la cosmética en áreas como la identificación de moléculas biodegradables para sus productos.
Poco a poco, startups como Netxmol y AEInnova se están haciendo un hueco en el mercado, lo que confirma la importancia de que este tipo de empresas cuenten con el apoyo de aceleradoras para desarrollar sus tecnologías. El Fondo de Emprendedores de Fundación Repsol fue una iniciativa pionera hace diez años «para apoyar el talento y la innovación en el sector de la energía. “La experiencia nos ha confirmado que, si complementamos el dinamismo que tienen las start-ups por su tamaño con toda la potencia que les da su colaboración con las corporaciones, la apuesta es ganadora», concluye Torres.