Los bajistas se retiran de las constructoras españolas en plena recuperación de la economía

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El sector de la construcción civil, aquel que no tiene que ver con la edificación de viviendas y sí con las grandes infraestructuras (principalmente públicas o semipúblicas), comenzó el pasado 2021 con grandes esperanzas. Para entonces, los Gobiernos ya tenían más o menos pensado como rellenar las profundas heridas en sus respectivas economías. La solución fue rellenarlas de hormigón y acero. Quizás el mejor ejemplo fue el enorme plan de inversión en infraestructuras aprobado en Estados Unidos y comandado por su presidente, Joe Biden, por valor de 1,2 billones.

Pero no solo se trataba de EE.UU., sino que otras muchas regiones, incluso la propia Unión Europea que había fracasado en el intento hace una década, reservaron grandes cantidades de dinero para ese cometido. Con ello, la primavera fue un momento dulce para las constructoras y, más especialmente, para sus inversores. Así, por ejemplo, ACS alcanzó su máximo bursátil desde que arrancase la pandemia en mayo de 2021, triplicando el valor al que había caído en marzo de 2020. Sacyr lo alcanzó en el mes de abril. En el caso de Acciona o Ferrovial llegaría en otoño.

La desigual evolución bursátil de unas y otras simplemente respondía a que sus negocios complementarios a la construcción, como el de las concesiones se movían a otro ritmo. Por ejemplo, en el caso de Ferrovial la llegada de beta y ómicron suponían mayores restricciones en sus instalaciones como el aeropuerto de Heathrow o algunas autopistas en Norteamérica. En el caso de ACS, el peso de los peajes en las carreteras de sus filiales tienen un gran peso. Pero más allá de esas características todas se vieron beneficiadas en Bolsa por los grandes anuncios de los gobiernos de todo el mundo de volver a inundar de hormigón sus territorios.

LA SOMBRA DE LOS SOBRECOSTES EMPEZÓ A EXTENDERSE EN EL SECTOR

En esa euforia de la construcción, sin embargo, se empezó a atisbar algunos problemas. Principalmente, en forma de costes. Así, muchas de las constructoras se vieron sorprendidas por unos gastos de materias primas o mano de obra por encima de lo inicialmente previsto. Además, los primeros indicios llegaron en esa primavera en que los inversores se frotaban las manos por lo suculento del botín de construir nuevas infraestructuras por todo el mundo. De hecho, mientras que a principios del 2021 el petróleo apenas superaba los 50 dólares por barril, a mitad de año se acercaba a los 80.

Esa misma línea ascendente la empezaron a seguir otras muchas materias primas como el hierro, el aluminio o el cobre. Para cuando las constructoras quisieron darse cuenta, la situación ya se les había echado encima. El problema, además, es que este tipo de compañías tienen pocas fórmulas para trasladar el incremento de costes. Y menos aun en el caso de obras públicas dónde el precio es cerrado y a la baja mediante una subasta. Los sobrecostes son la norma, pero su uso abusivo (muchas veces en formas deshonestas) llevó a algunos gobiernos a ser muy estrictos con estos términos.

Entonces, llegó un momento en el que las constructoras (también ha ocurrido con todo tipo de fabricantes que funcionan a precio cerrado, como Siemens Gamesa) se vieron pillados. Por un lado, se habían comprometido a desarrollar unas obras a un precio cerrado. Por otro, estaban viendo como muchas de las materias que necesitaban para llevar a cabo el trabajo se habían disparado encareciendo la construcción más allá de lo previsto. En ese momento, todavía no se apreciaba en las cuentas, pero era inevitable que apareciese más adelante con una caída de los márgenes y menores beneficios.

LOS BAJISTAS SE AVALANZAN SOBRE LAS CONSTRUCTORAS ESPAÑOLAS

Aunque no se sorprendió todo el mundo, de hecho, algunos sacaron tajada de ello. Se trata de los fondos oportunistas, aquellos que ejecutan una operativa normal (invertir en acciones que creen que van a subir) como otra bajista (apuestan a que el precio de la acción cae). Obviamente, la opción elegida por este tipo de fondos fue la segunda. Al fin y al cabo, la lógica seguida parece fácil (más aún tras ver el resultado, claro) y es que mayores costes, implican márgenes más estrechos y menores beneficios. Esa cadena llevaría a que las acciones de las constructoras debían caer para ajustarse a esa nueva realidad.

Y así hicieron. A lo largo de esos meses de primaveras empezaron a aflorar las posiciones bajistas en las constructoras españolas. La primera notificación del gigante AQR en ACS fue en el mes de julio y en noviembre tocaba máximos (poco antes de la explosión de ómicron). A finales de marzo el mismo fondo castigó con fuerza a Ferrovial. En el caso de Sacyr congrega hasta tres vehículos de inversión de renombre (Citadel, JP Morgan y Arrowstreet) apostando en su contra, tanto el segundo como el tercero hicieron su aparición en el mes de junio. Por último, el caso de Acciona no fue tan notorio, de hecho, la salida a Bolsa de su filial de renovables ayudó a deshacerse de algunos actores incómodos que llevaban en su accionariado mucho tiempo.

ACS Y SACYR SIGUEN PRESIONADAS

Con el paso de los meses el incremento de los costes se hizo más patente al igual que las caídas en Bolsa. ACS ha caído un 25% desde esos máximos de primavera del 2021. Sacyr se deja casi un 15%. Mientras que Acciona y Ferrovial se dejan cerca de un 12%. Unos descensos que han propiciado, en cierta medida, que los bajistas finalmente suelten a sus presas por dos razones. La primera es que ya han logrado la rentabilidad esperada al empezar a cerrar posiciones. La segunda es que las actuales valoraciones de las constructoras españolas ya están ajustadas al difícil entorno de costes al que se enfrentan.

Pero no todos los fondos oportunistas tienen el mismo pensamiento. En especial, en el caso de ACS y Sacyr. Si bien la empresa que preside Florentino Pérez ya ha tenido un duro castigo en Bolsa, para disfrute de AQR, para la firma financiera AKO Capital (una de los fondos bajistas más activos en España) cree que podría bajar todavía más. De hecho, su posición está en máximos desde que entrase hace unas pocas semanas. Al igual ocurre con Sacyr en el tanto JP Morgan como Arrowstreet mantienen sus posiciones abiertas, aunque más reducidas que hace meses, el gigante Citadel (quizás uno de los más importantes a nivel mundial) decidió unirse al grupo que apuesta en su contra recientemente.

En definitiva, pese a que el sentimiento del mercado es que las constructoras españolas ya han retrocedido lo suficiente. Algunos actores importantes siguen pensando que los altos costes, la fuerte competencia en algunos tipo de infraestructuras (como renovables) o la elevada deuda de algunos balances (como el de ACS) seguirán penalizando las acciones de algunas constructoras españolas. Mientras, sus inversores confían en que la primavera del 2022 vuelva a ser tan dulce como la de 2021.