EEUU involucra al dueño del PSG en el conflicto del gas con Rusia

Otro país está cobrando especial relevancia en los últimos días en el conflicto entre Rusia y el frente EEUU-OTAN, con Ucrania como moneda de cambio. Qatar puede ser un aliado perfecto para Joe Biden a la hora de debilitar a Vladimir Putin en las negociaciones que están llevando a cabo al más alto nivel en las últimas semanas. El máximo mandatario estadounidense quiere que Qatar venda su gas a la Unión Europea, y así matar dos pájaros de un tiro: por un lado tranquilizar a la Unión Europa, garantizando el suministro de gas, en caso de invasión rusa de Ucrania y de sus correspondientes sanciones por parte de occidente y, por otro lado, evitar el chantaje de Putin a la UE con la energía de por medio, aunque no acabe invadiendo Ucrania.

Cabe recordar que las sanciones más habituales de EEUU y la OTAN a países que se salen del orden establecido suelen consistir en estrangular sus economías a través de la energía, es decir, impidiéndoles vender sus recursos energéticos en el exterior a países alineados con las ideas norteamericanas e integradas o próximas a la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Si Biden consigue convencer al emir de Qatar, dueño del PSG, de que venda su gas a Europa, debilitaría la estrategia de Putin

Venezuela, Irán o Irak son países previamente sancionados sin poder vender su petróleo y recursos energéticos, lo que les priva de su principal fuente de ingresos, ya que mientras dura la sanción, habitualmente solo pueden vender esas reservas energéticas a países afines a ellos o contrarios a los postulados estadounidenses.

¿SANCIÓN VELADA?

De hecho, aunque veladamente, Rusia de facto está sufriendo una de esas sanciones, pese a que  no se haya hecho efectiva de forma oficial . El gasoducto Nord Stream 2 en el que Rusia ha invertido unos 11.000 millones de euros y cuya construcción concluyó en septiembre de 2021, sigue sin estar operativo por expreso deseo de la administración Biden.

Esta infraestructura submarina, que transita por el fondo del mar Báltico y que tiene la capacidad de suministrar unos 55.000 millones de metros cúbicos de gas al año, enlaza directamente Rusia con Alemania, sin pasar por ningún otro país, evitando de esta forma a Ucrania. Alemania tiene la orden de EEUU de no dar su aprobación reglamentaria a la apertura del gasoducto, algo que el país germano ha cumplido a rajatabla, pero a regañadientes, ya que esa actitud va en contra de sus intereses particulares.

Ya en el mes de agosto del año pasado, Sergiy Makogon, consejero delegado del Operador del Sistema de Transmisión de Gas de Ucrania, advertía que «Alemania tendrá gas más barato con el Nord Stream 2, pero los demás países pagarán más y su producción será menos competitiva, eso no es solidario».

Biden sabe perfectamente que está ante una oportunidad única de devolver a los Estados Unidos al primer plano de la geopolítica mundial, después del desprestigio que le ocasionó la salida de Afganistan, que fue considerada como una derrota en toda regla frente a los Talibán. El inquilino de la Casa Blanca desea que todo se arregle por la vía diplomática, ya que no quiere verse involucrado en otra guerra, pero sabe que Putin es un estratega de manual, y sabe jugar sus cartas como pocos en el todo el mundo.

La mejor carta del líder ruso es la dependencia energética de la Unión Europea de su gas. Por eso, si Biden consigue convencer al emir de Qatar, Tamim Bin Hamad Al Thani, mundialmente conocido por ser el dueño del PSG, de que venda su gas a Europa, dejaría a Putin descolocado, debilitaría enormemente su estrategia y también la ya de por sí maltrecha economía rusa.

Pero Putin sabe que su gas tiene muchos pretendientes, y que si no lo vende a sus vecinos europeos, lo puede derivar hacia mercados asiáticos, más concretamente a China, con quien podría estar planeando un frente común para dar un golpe definitivo al actual orden geopolítico mundial.

GAS MÁS CARO, O NO

En la actualidad, el gas qatarí tiene como destino principal Asia. Tan solo un 5% de ese gas llega a Europa, y lo hace en forma de Gas Natural Licuado (GNL), en barcos metaneros. La idea de los Estados Unidos es que ese porcentaje crezca hasta alcanzar o incluso sobrepasar el 25% de las necesidades de los países de la Unión Europea.

Aproximadamente el 45% del gas que consume la UE tiene como procedencia Rusia, llegando hasta ahora principalmente a través del gasoducto Yamal-Europa, del Nord Stream 1 ó del TurkStream , y es ese el porcentaje que se necesita alcanzar para restar poder a Vladimir Putin. Para ello Biden está dispuesto a vender también parte de sus reservas de gas a la UE, como ya ha hecho en el mes de diciembre.

Pero claro todo esto no es gratis para Europa, ya que el gas que viene por barco es bastante más caro que el que llega por gasoducto, pero lo que ahora importa es zanjar un conflicto que, en caso de estallar, podría poner al viejo continente en una situación energética caótica.

Una invasión durante los meses de invierno de Ucrania por parte de Rusia llevaría a la OTAN y a EEUU a implementar duras sanciones al antiguo miembro de la Unión Soviética, amén de las acciones bélicas que pudieran ponerse en marcha.

Una de esas sanciones sería, casi con toda seguridad, que los países miembros de la OTAN dejaran de comprar los recursos energéticos rusos. El Kremlin dejaría de ingresar miles de millones de euros y Europa debería acudir a otros mercados a abastecerse de gas. Ahí entrarían en juego Qatar y Estados Unidos, para salvar la situación durante un tiempo.

Traer el gas sería más caro, pero también es cierto que no tiene nada que ver el precio del gas americano que el que está pagando Europa por el gas ruso o por el gas argelino. Algunos analistas defienden que incluso ese cambio de mercado podría estabilizar de alguna manera los precios desbaratados que estamos sufriendo desde hace meses por el afán de desestabilizar al viejo continente de regímenes autoritarios o pseudodemocráticos.

María Castañeda
María Castañeda
Redactora de MERCA2 de empresas y economía; especializada en energía, sostenibilidad y turismo.