La gran callada de los patrocinadores de Djokovic: así es el juego de intereses

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Novak Djokovic se ha convertido en el personaje del 2022. La aventura del serbio en tierras australianas, y sus motivaciones, han causado estupor y admiración en todo el mundo. Una historia que, además, no ha dejado a nadie indiferente. Quizás porque reúne todos los elementos de un gran relato: una figura conocida, una detención polémica, una autoridad (o Gobierno) torpe y el reclamo de dos posturas bien diferenciadas con mucha sensibilización. Pero más allá de la brillante narrativa también deja una lección importante acerca de cómo se propaga la información y los peligros de ello.

Pero como en toda historia, lo mejor es empezar por el principio. El pasado 5 de enero el tenista llegaba al continente dispuesto a jugar el Open de Australia, uno de los cuatro grandes torneos de tenis a nivel mundial. Djokovic en principio no podía haber embarcado hacía el país al no estar vacunado. Una decisión que tomó libremente, como recordaría Rafael Nadal. Aunque el serbio contaba con un as bajo la manga, ya que decía haber pasado la enfermedad recientemente, lo que le permitía jugar. Eso, al menos, valió para que el gobierno del estado de Victoria, en el que se lleva a cabo el abierto, aprobase una “exención” médica.

Aquí se produce el primer choque. Probablemente, las autoridades de Victoria prefirieron ser más laxas para que la estrella del tenis mundial jugase el torneo. Una decisión seguramente económica, dado que sin Roger Federer y con Rafael Nadal a medio gas el serbio es la gran esperanza para generar audiencia. Pero las ambiciones de los organizadores chocaron con otras similares, aunque estatales. El Gobierno del país no podía permitir que Djokovic se saltase sus normas y menos a unos meses de las elecciones generales.

LOS INTERESES POLÍTICOS AUSTRALIANOS

Los polémica con Djokovic se exacerbó en Australia precisamente por ese juego político con las elecciones de telón de fondo. Unos comicios en los que, además, el partido del gobierno tiene las encuestas en contra. Así, los representantes actuales vieron en el serbio un golpe de gracia maestro. De hecho, el primer ministro conservador del país, Scott Morrison, en un principio respaldó esta decisión. Luego, después de una protesta pública, cambió de opinión. Aunque las razones irían más allá: la primera es que los australianos tienen una conciencia social igualitaria muy fuerte en el que nadie está por encima de la Ley. “Las reglas son las reglas”, declaró Morrison, “y no hay casos especiales”.

Una premisa que parecía romperse con el tenista, ya que se ha hecho ver que su estatus de súper estrella le ha conferido el derecho a poder entrar en el país pese a no estar vacunado. La segunda es que Australia se congratula de ser un país francamente restrictivo en sus fronteras. A lo largo de estos días de polémica apareció un tuit con cierta sarna que venía a decir: que Djokovic se hubiera ahorrado este mal trago si hubiera visto la versión australiana de ‘Control de Aduanas’, dado que “no se les cuela nada”. La broma en realidad está muy bien traída. De hecho, los políticos han utilizado esta baza de forma histórica para ganar popularidad.

“Sonar duro sobre la frontera suele ganar votos en Australia”, explican en un artículo reciente en The Economist. Así, el prestigioso semanal recuerda cuando en 2001, un gobierno conservador en apuros rechazó un barco noruego, el MV Tampa, que había rescatado a cientos de refugiados de un barco de pesca averiado con destino a Australia. Eso provocó la condena internacional pero resultó ser una decisión muy popular en el país. “Decidiremos quién viene a este país y las circunstancias en las que vienen”, proclamó John Howard, entonces primer ministro. Su gobierno fue reelegido poco después.

LA HÁBIL (Y PELIGROSA) ESTRATEGIA DE DJOKOVIC

Así, Djokovic decidió hacer también la propia guerra personal. Además, de forma más inteligente que los torpes políticos australianos. En primer lugar, una detención, o encierro en un hotel cualquiera de Australia, que le convirtió automáticamente en noticia en todo el mundo. La historia ha demostrado que el ser humano siente curiosidad por lo prohibido. Así, obras censuradas como ‘Madame Bovary’ o ‘El Amante de Lay Chatterlay’ pueden dar fe de ello. O más recientemente, el caso de ‘Fariña’. Con ello, la reclusión del serbio fue el pistoletazo de salida perfecto para dar un altavoz a su versión de que los antivacunas son perseguidos en todo el mundo.

Aunque también contaba con otras ventajas. Una de las características que Nassim Taleb, uno de los grandes pensadores de nuestra época, le confiere a la información es que se nutre de los intentos de dañarla. “Las campañas difamatorias, si podemos sobrevivir a ellas, ayudan muchísimo siempre que el personaje parezca estar adecuadamente motivado o enfadado”, señala el autor en su obra Antifrágil. Eso mismo es lo que ha ocurrido con Djokovic. Todos los intentos por atacarle de aquellos que se muestran favorables a las vacunas le han erigido en héroe para el resto.

Al final, el serbio ha logrado generar un efecto red de apoyo y admiración que una semana antes, pese a que su postura era idéntica, no tenía. Además, por un nutrido grupo de reaccionarios muy bien organizados y con ciertos tintes de fanáticos. Los seguidores perfectos que debe tener cualquier personaje público que quiera transcender en el tiempo. De hecho, el propio Taleb siempre ha defendido que los personajes con pocos seguidores, pero muy aguerridos y fanáticos siempre dan mejores resultados que muchos y poco apegados. De ahí, la postura (ilógica) de algunos políticos, periodistas o expertos. Por su parte, Djokovic ha logrado, por fin, convertirse en ese perfil carismático que no había logrado hasta ahora.

Quizás por ello, los grandes patrocinadores del serbio no se han manifestado. De hecho, en el fuero interno entienden que incluso la atrevida jugada de Djokovic podría salirles bien. No es nada personal, solo son negocios. Pero esa postura esconde un terrible efecto pernicioso para aquellos que siguen fielmente al tenista. De hecho, que Djokovic no esté vacunado no es extraño si se le mira desde el prisma de su nacionalidad. De hecho, en Serbia solo un 46% de la población tiene la vacunación al día, pese a que durante los primeros meses de 2021 era de los países más avanzados. Desgraciadamente, en los últimos meses el país es el segundo con más exceso de muertes del mundo. Antes los héroes salvaban vidas, ahora la historia parece haber cambiado.