Quejas sobre el alquiler no van a faltar en este artículo. Aunque precisamente yo, quien escribe, no tengo tantos motivos para lamentarme, a priori, como otros:
Al fin y al cabo, comparto piso con otras dos personas en el centro de Madrid (al lado de Gran Vía, entrando a Chueca) por menos de 500 euros al mes gastos incluidos, costeándomelo sin ayuda. Algo que, con 22 años, resulta para muchos cercano a la ciencia ficción. Mi habitación es grande; entra una cama de matrimonio (poco aprovechada hasta ahora) y tiene un pequeño balcón, por el que puedo asomarme a la sinfonía de coches, urbanitas y borrachos noctámbulos que merodean por el barrio.
El 40% de los de mi generación están en paro. Uno no puede evitar sentirse, en estos casos, un superviviente (aunque, ¿por cuánto tiempo?). Vinimos a Madrid buscando oportunidades; algunos han tenido que volver a sus ciudades durante la pandemia, como compañeros de aventura que caen al vacío en la ruptura de un viejo puente colgante. El puente es el tiempo que los chavales podemos permitirnos vivir en precariedad, encadenando práctica y práctica esperando un contrato, o buscando la novedosa startup que nos acoja y nos reconcilie con el neoliberalismo.
Pero no hay por qué rendirse por completo al dramatismo. Hay jóvenes que consiguen, incluso, alquilarse un piso para ellos solos. Empezamos con ella: Maya es una valenciana casi-graduada en Comunicación Audiovisual (a falta del TFG), y cuenta con un contrato indefinido que le ha permitido irse a vivir sola. A punto de cumplir 27 años, Maya explica que se lanzó a buscar un piso para ella tras siete años de compartir vivienda, experiencia que le ha gustado pero de la que ya está cansada. «El alquiler me cuesta aproximadamente el 45% del sueldo», explica, pagando 550 euros en un céntrico barrio muy cerca de Atocha. Se trata de un modesto espacio de 30 metros cuadrados con el que esta contenta ya que, a diferencia de la mayoría de los que le ofertaban, en él la cocina, baño, salón y habitaciones están debidamente separados.
«Si solo pagase el alquiler, mas gastos de luz e internet, me sobraría», dice sobre su sueldo, pero recalcando que está pagando varios productos relacionados con su trabajo, como una cámara, a plazos. Pero si ha podido dar este paso, ha sido «gracias al covid», asegura. El terremoto de la pandemia ha hecho caer el precio medio del alquiler en la capital: en febrero de 2021, el alquiler en Madrid cuesta un 15% menos que en el mismo mes del pasado año.
También hay casos como el de un chico de 24 años que comparte piso dentro de la capital con otras dos personas y tiene la suerte de dedicar solo un 30% de su sueldo al alquiler. Estudió ingeniería robótica, cuenta a MERCA2, y trabaja en una consultora multinacional. Asegura que, en su situación, tiene capacidad de ahorro, aunque la idea de irse a un piso solo no la baraja de momento: «No soy rico» bromea, contando que según ha podido observar en su círculo de amigos de la carrera, algunos compañeros también han podido independizarse, aunque no todos. Estudiar una carrera técnica no es garantía de éxito inmediato tras recibir el diploma.
EL RESTO
Pues de momento, gente como Maya y como yo vamos tirando (aunque en mi caso, sin pretensiones de ahorro). Pero luego está el resto. Entre ellos los que se vinieron a estudiar a Madrid un grado o un máster con la esperanza de un mejor futuro. Es el caso de Raquel, granadina de 24 años, y estudiante de un Máster en Comunicación Corporativa y Publicitaria. «En las últimas prácticas en las que estuve no me pagaron, dudo que pudiese mantenerme igualmente con la remuneración que ofrecen. Me ayudan de momento mis padres», explica. Comparte piso con cuatro personas más en Móstoles, municipio al sur de Madrid que eligió por la cercanía con su antigua facultad y porque la pandemia le impedía visitar presencialmente nuevos pisos con normalidad. Allí el m2 está a 8,8 euros, según Idealista.
«A medida que uno crece le dicen que en Madrid están las oportunidades laborales, un lugar donde acabas de estudiar y es más fácil encontrar trabajo. Cuando te haces mayor y vienes a Madrid eres consciente que es cierto que hay oportunidades laborales, pero a qué precio, con qué calidad de vida«, cuenta la estudiante. Sobre la posibilidad de buscar un piso al que mudarse sola, dice: «Me encantaría pero es imposible, ni siquiera creo que pueda asumirlo con un sueldo normal, a no ser que comparta de nuevo con pareja o amigos».
«EN MADRID HAY OPORTUNIDADES LABORALES. PERO A QUÉ PRECIO. CON QUÉ CALIDAD DE VIDA»
Y Raquel continúa: «Es mentira ese eslogan con el que el Ayuntamiento te decía que ‘Madrid te abraza‘, porque la realidad es que Madrid te ahoga con sus alquileres, el precio de la tarjeta transportes si tienes más de 26 años, con los tiempos, las prisas… luego ves como hay gente que ni trabajando es capaz de independizarse por los altos alquileres, ahí te das cuenta de que no compensa vivir aquí», concluye en tono desesperanzador, suspendida en el aire y agarrada con cansados dedos a las cuerdas del puente colgante derribado, consciente de lo que ocurrirá si su suerte no cambia pronto. Granada es la provincia andaluza en la que más subió el paro en 2020.
Que los padres ayuden a sus hijos e hijas en sus intentos de lanzamiento en Madrid es el salvavidas y a la vez la cruz de muchos: es una suerte que puedan ayudar, pero a la vez representa un prolongado lazo de dependencia que impide la total emancipación de unos jóvenes para los que, en muchos casos, experimentar la autosuficiencia supondría un necesario chute de autoestima y confianza. Pero la autosatisfacción está cara; a 16,5 euros el metro cuadrado en la región que más empleo genera.
Otro joven de 22 años explica que se vino a Madrid «por una cuestión de estudios y ahora también de trabajo, y porque hay más oferta cultural, laboral y educativa. Pese a ello resultaría casi imposible vivir aquí de no contar con ayuda familiar», señala, en tanto a que le sería imposible pagar su habitación sin ayuda de sus padres, aun estando trabajando a jornada completa mientras, además, estudia un máster. Vive en el centro, donde lógicamente el alquiler es mas caro. No obstante, explica que decidió esta localización por cercanía a su empresa, por el ocio y por la seguridad del barrio. El precio medio de una habitación en la capital es de 402 euros.
PISOS COMPARTIDOS Y ALQUILER EN PANDEMIA
Compartir piso tiene obvios puntos en contra. La pandemia ha sacado a relucir lo peor de ello: se hinchó a reír Twitter España de lo de Elena Cañizares, la chavala a la que sus compañeras de piso querían echar después de anunciar que se había contagiado de covid. Pero como diría uno, ‘poca broma’. Puedo aquí volver a usar mis propias vivencias. Hará unas tres semanas di positivo por coronavirus, y claro, esto en un piso compartido es un problema. En mi caso no hubo dramas como el de Cañizares, pero las molestias sí que son mencionables: mi compañera terminó exiliándose a la casa de sus padres, mientras mi compañero, al que contactos por la gran ciudad no le faltan, terminó viviendo por ahí durante mis diez días de cuarentena.
Y volviendo a los coetáneos. Preguntada por si el covid ha causado algún problema en su piso, Raquel dice que no, pero sí que señala: «Después del revuelo de Elena Cañizares llegó el miedo de decirlo, así que en esa época uno podía pensar que era mejor callarse si no se tenía mucha confianza con los compañeros de piso, por si te echaban«, explica la joven, incidiendo aun así en que la seguridad ha de ser lo primero.
Por otro lado, el graduado en ingeniería robótica también recuerda, preguntado por lo mismo, que en su piso hubo un positivo y tuvieron que hacer cuarentena, con las consecuencias que ello implica. El joven tuvo la suerte de que su empresa le permitió hacer teletrabajo esos días. No todos los jefes valoran esta posibilidad con los mismos ojos.