miércoles, 11 diciembre 2024

Las eléctricas huyen del penoso debate político por el precio de la luz

En los últimos días ha habido dos tormentas. Una generada por el temporal ‘Filomena’, que ha dejado nevadas en gran parte de España; y otra, como viene siendo habitual, por los políticos de todos los colores. Tras una subida en los precios de la luz en el mercado mayorista, que tendrá su reflejo en la factura del mes de enero para los clientes, los puñales han volado de un lado a otro. Acusaciones, proposiciones de medidas absurdas y populismo. Sobre todo mucho populismo. Mientras, las grandes compañías eléctricas se mantienen en la sombra. Quizá la decisión más acertada.

Bajo este escenario, ha sido muy recurrente decir que lo sucedido estos días es «inexplicable». Aunque no es así. Tiene una explicación, no es sencilla y no gusta a gran parte de la ciudadanía, pero tiene sentido.

En primer lugar, cabe señalar que esta polémica con los precios no es nueva y, ni mucho menos, pasa solo en invierno y con frío. Algo importante de asumir para dejar a un lado la demagogia y el populismo. En el verano de 2018, con importantes olas de calor, el precio mayorista de la luz llegó a estar algunos días en los 70 €/MWh. En ese caso el problema fue similar al de estos días: un precio del gas elevado (en este caso por el petróleo y su indexación conjunta en el mercado) que repercute en la entrada en acción de los ciclos de gas porque, pese a haber sol, hubo momentos sin mucho viento. Además, al igual que ha sucedido ahora, aumenta el consumo de luz. En verano con los aire, y ahora al pasar más tiempo en casa.

Así pues, explicación sencilla. El mix energético español, con una mayor cantidad de renovables cada año, sigue necesitando energías de respaldo que, en el mercado mayorista de precios, terminan fijando el coste. Casi siempre es el gas. Como ha pasado con ‘Filomena’ durante estos días. Por este motivo, y hasta que las tecnologías de almacenamiento (todos señalan al hidrógeno) puedan ofrecer ayuda al sistema, las renovables por si solas (energías baratas) necesitan respaldo de otras como la nuclear (costes constantes pero cosida a impuesto) y sobre todo el gas (materia prima cara y que eleva precio por las emisiones de CO2).

Complejo, sí. Pero también explicable. Además, en esta polémica se olvida añadir a la coctelera otro factor: no afecta a todos los ciudadanos por igual. Algo muy importante. España cuenta con 29,5 millones de puntos de suministros de luz entre domésticos, empresariales e industriales. Dentro de esa cifra, 11 millones lo hacen en el sistema regulado (PVPC) y 18,6 millones en el mercado libre.

La diferencia es que a los clientes que tienen PVPC sí les afecta de manera directa los vaivenes del mercado mayorista, donde estos días está subiendo el precio. Los precios de sus recibos están gestionados por el Gobierno que fijan el coste a través de las grandes eléctricas de referencia que marca el regulador y, a su vez, varías de manera indexada con el mercado mayorista. Si éste sube, sube la factura. En cuanto al mercado libre, son las propias compañías -de diversos tamaños-, las que ponen sus precios y hacen ofertas a las clientes con promociones especiales, tarifas planas, etc. Éstas también se ven afectadas por este mercado mayorista, lógicamente, pero el consumidor contrata tarifas fijas, y ya sabe lo que va a pagar.

LA MÁQUINA DE LA DEMAGOGIA

Como el sistema energético español no es sencillo, los políticos intentan sacar réditos. Como además las explicaciones no merecen la pena, lo mejor es irse a las redes sociales y los telediarios para dejar claro que el oponente no lo hace bien. Incluso a riesgo de recordar al electorado que cuando los otros eran los oponentes, decían lo mismo.

El caso extremo lo representa estos días Unidas Podemos. De manera más próxima a la propaganda que a la información, esgrimen problemas ocultos, grandes conspiraciones y, lo más preocupante en realidad, es que eluden su responsabilidad de cogobierno. Hablan de problemas impositivos, lanzan propuestas de cambio sobre el sistema marginalista de casación de precios que saben que no se puede cambiar al ser homogéneo en Europa… y eso da pie a que todos hagan lo mismo.

El Partido Popular, muchos años en el Gobierno, y habiendo metido las manos en este sistema eléctrico, conoce de sobra por qué suben los precios, a quiénes afecta, etc. Pero de igual modo, actúan como oposición populista pidiendo que se baje el precio de la luz. ¿Durante una semana? ¿Por las bravas? Su réplica son videos y memes de cuando el líder de Unidas Podemos aspiraba a algo a lo que pensó que nunca llegaría.

¿Y EL GOBIERNO?

Y en estas que aparece el Gobierno. Otros que saben de sobra que, retoque arriba o abajo, no se puede hacer nada hasta que no existan tecnologías de almacenamiento. Por eso, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, que es inteligente como su predecesor en el cargo, Álvaro Nadal, pero algo menos bronca, ha intentado disipar la polémica.

Primero asumiendo que el mercado es así, y que en unos días los precios mayoristas bajarán… y que en verano volverán a subir; segundo, intentando paliar los empujones de sus socios de Gobierno; y por último, hablando de medidas que sabe que no tendrá que tomar.

Así, esta misma semana, la ministra ha pedido «prudencia» a la hora de valorar la escalada del precio de la luz hasta que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) emita su evaluación sobre lo ocurrido en los últimos días, aunque se ha abierto a la posibilidad de explorar «mecanismos colchón» para mitigar los picos altos en el precio.

Ribera, en declaraciones a RNE, ha descartado por su complejidad y su dificultad para encajar en el «mercado marginalista» que existe en la UE el aplicar una fórmula como la de establecer un precio fijo para determinadas energías, como la hidráulica y nuclear, que han puesto sobre la mesa algunos expertos.

«No estoy segura de que se pueda hacer una selección de qué tecnologías son retribuidas, a qué precio y por qué sistema al margen del marco común. Es una cosa delicada y complicada. Otra cuestión sería valorar si hay algunos mecanismos colchón que permitan mitigar este tipo de impacto cuando se producen picos tan altos por cuestiones de escasez, pero estas cosas hay que hacerlas con prudencia», ha indicado.

Preguntada acerca de estos «mecanismos colchón», la vicepresidenta ha señalado que el Gobierno de coalición se ha comprometido a explorar esta vía para ver si hay maneras de paliar la subida del precio en tecnologías «inframarginales» que, en principio, no se ven afectadas por la alteración de los costes en las tecnologías que marcan el precio para todo el mercado.

¿QUÉ DICEN LAS ELÉCTRICAS?

En este ‘ménage à trois’ entre ciudadanos, políticos y eléctricas, éstas últimas no quieren meterse en guerras. Algunos cargos públicos lo intentan, esgrimiendo que manipulan el mercado. También lo hacen, incluso, voces del sector que las acusan de enriquecerse. Luego miras su Bio en Twitter y ves que tiene algún cargo en una empresa ‘verde’. Todo en orden.

Así, el único que estos días ha alzado la voz ha sido José Bogas. El CEO de Endesa, compañía que más clientes tiene en España, ha hablado de lo obvio. «La escasez de gas, el incremento de la demanda o el precio del CO2 llevan automáticamente a que los precios sean muy elevados en este momento. En España tenemos la tarifa regulada, ligada directamente al precio mayorista, y esto lleva a que la subida sea importante». Explicando de manera sencilla eso que algunos llaman inexplicable.

En opinión de Bogas, «la energía eléctrica en España es cara, pero no por culpa del mercado de generación o la distribución, sino por las cargas que asumió el sector eléctrico y que no tiene sentido que pague en solitario». Se refiere al coste de las ayudas públicas a las renovables que se instalaron en la primera década del siglo, por un importe anual de 7.000 millones de euros. En este sentido, el consejero delegado de Endesa ha aplaudido -como es lógico por su interés- la intención del Gobierno de repartir ese coste entre otras energías como el gas o el petróleo para dar una mejor señal de precios que impulse la descarbonización de la economía.

Y todo esto valdrá para el próximo verano.


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