El polvorón es uno de esos dulces que nunca falta en las mesas por Navidad. Cada año, como decía el anuncio, vuelve. En muchas casas, más que decir ‘cómeme’, lo que hace es adornar una mesa dado el colorido de sus envoltorios. Porque, a muchas personas, se le forma lo que comúnmente se denomina como una bola en la boca al masticar. Eso hace que tenga por igual detractores como seguidores.
Jonatan Armengol, el único crítico invidente de España, ha hecho su degustación. Y delante de él ha tenido polvorones de los que se venden a granel, como aquellos otros que vienen envueltos en atractivas cajas. Una batalla donde, a pesar de que hay quien crea que no hay color, presenta más de una sorpresa.
