Id a cualquier tienda de juguetes y observad atentamente. De entre todos los que hay —juegos de mesa, scalextrics, ordenadores, muñecas, cocinitas, patines y patinetes— elegid el que creéis que tendrá más éxito en el patio de un colegio. El mejor. Yo elegiría, sin duda, una pelota. ¡Qué artefacto! De todos los objetos diseñados por el ser humano antes de que ni siquiera existiera un registro, de todos los diseños de los que no conocemos el autor, quizás solo junto con la rueda, y por supuesto el libro, la pelota aún mantiene su vigencia hoy en día, compitiendo con decenas de ingenios con la más avanzada tecnología.

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«Durante toda su carrera en la élite del fútbol profesional Johan Cruyff siempre fue fiel a esta centralidad de la pelota.»

La pelota es muy sencilla y modesta, pero tiene el increíble poder de provocar un estallido de alegría a su alrededor, da igual dónde la dejes. Además, una pelota desata la imaginación de los más pequeños como muy pocos otros juguetes. Los que de niños jugamos al fútbol lo recordamos perfectamente. Durante la hora del recreo o estirando la tarde del domingo en la calle, en la plaza del pueblo o en el polideportivo, no solo nos convertíamos en Messi, Maradona o Johan Cruyff, sino que el rincón en el que nos encontrábamos, por desangelado y miserable que fuera, se convertía por arte de magia en el Camp Nou, el Parque de los Príncipes o el Maracaná. Las dos mochilitas o los dos abrigos haciendo de palos no lo hacían menos real. La dureza del asfalto, los fanales, los bancos, las fuentes o los árboles del parque que interrumpían el juego no tenían suficiente poder para desarmar nuestra imaginación. Alrededor de una pelota, nos sentíamos en el centro del mundo.

Durante toda su carrera en la élite del fútbol profesional y en todas sus conversaciones informales en las que tuve el placer de participar y, sobre todo, de escucharle, Johan Cruyff siempre fue fiel a esta centralidad de la pelota. Cuando decía eso de que el dinero debe estar en el campo y no en el banco, cuando reintrodujo los rondos en los entrenamientos, cuando defendía la idea de que la posesión de la pelota era la mejor forma de defenderse, estaba siendo fiel a esta visión del juego y de la vida.

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