La nueva Gran Vía impacta en la logística de las salas y teatros

Madrid está en plana transformación. La Gran Vía lleva aproximadamente ocho meses de obras dentro del proyecto que pretende dar prioridad al peatón respecto al coche y favorecer el trasporte público y alternativo. Sin embargo, nunca llueve a gusto a todos y donde muchos ven un pulmón en proyección, otros ven caos y atascos. Los comerciantes están en pie de guerra, pero ¿qué pasa con la cultura? Algunos de los teatros más emblemáticos de la cuidad tienen sus cimientos en la Gran Vía madrileña.

Enrique Salaberría, presidente de Smedia, compañía y distribuidora teatral que posee ocho teatros en la capital, señala que el debate sobre si la nueva configuración de la ciudad afectará positiva o negativamente a la taquilla es muy temprano. La mayoría de sus teatros están en la Gran Vía madrileña o en los aledaños, entre ellos el Teatro Cofidís Alcázar, en la calle Alcalá, (metro Sevill), el Infanta Isabel, en la calle Barquillo, Teatro Lara, en Corredera Baja de San Pablo, y los tres situados en pleno corazón de la Gran Vía.

El teatro Capítol, el Teatro Philips de la Luz o el Pequeño Teatro Gran Vía se encuentran a tan solo 25 números de distancia entre sí, en un espacio que concentra la mayor parte de la oferta cultural en la Gran vía de la capital. Para Salaberría, “es anticipado saber si será positivo o negativo, en la actualidad funcionan correctamente”, señala. Sin embargo, sí hay algunos aspectos derivados de las obras en la zona que influyen de manera negativa a los teatros. “La reforma de la calle nos afecta en los tiempos de carga y descarga para los cambios de espectáculos”.

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El presidente de Smedia reconoce que los camiones ahora no caben en la calzada y que el ayuntamiento no autoriza el estacionamiento de los vehículos de carga y descarga como antes, “nos afecta de manera importante, hemos tenido que suspender dos funciones porque ahora no nos da tiempo a desmontar un espectáculo y montar otro en una noche, como hacíamos antes”. Para algunos de esos grandes montajes se necesitan seis tráileres estacionados en la calzada. Antiguamente se hacía el cambio de madrugada, pero ahora el consistorio deniega los permisos para realizarlo de esta manera.

Las pérdidas por cada función que el teatro ha suspendido, o que no puede realizar porque no tiene listo el montaje de la siguiente obra, ascienden a 60.000 euros, “si esto nos pasa en tres o cuatro funciones es mucho dinero”, reconoce.

No obstante, el teatro goza de buena salud, y Salaberría asegura que la configuración del centro de la capital no afecta en la venta de entradas: “la taquilla la marca el espectáculo, si la obra es buena se llena”.

Hay otros elementos que, bajo su criterio, intervienen en el acceso a la oferta cultural. En este caso no provienen de la estructura de las urbes sino de otros factores: por una parte, la tasa Google, que de instaurarse incrementará en 3,5 euros la entra por espectáculo, “bajan el IVA cultural, pero introducen la tasa Google, que es una suerte de tasa de comercio electrónico que alguien tiene que pagar”.

Por otro lado, está el IBI, el Impuesto local sobre Bienes Inmuebles. Una tasa que en el caso de alguno de estos teatros asciende a 40.000 anuales. “Es una bestialidad lo que pagamos de IBI”, un impuesto que entra dentro del coste de actividad, además de las funciones.

El presidente de Smedia reconoce que estamos asistiendo a un cambio muy grande que se está iniciando ahora y que matiza que es la gente la que tiene que elegir las cosas importantes. “nosotros queremos que exista una cultura libre en Madrid, que dependa de ella misma”, matiza. Eso es lo que les ocupa.

CAMBIO DE MODELO DE CIUDAD

Las obras en corazón de Madrid pasan por eliminar un carril de cada sentido del tráfico y ensanchar así las aceras a ambos lados de la calle. Se dará prioridad al peatón y a la bicicleta y se respetará el carril destinado a los vehículos públicos. Se espera que la remodelación finalice antes de que termine este año. El pasado mes de diciembre se realizó de manera provisional el proyecto, colocando vayas en la Gran Vía y ensanchando así las aceras durante el periodo navideño en esa parte de la ciudad.

Por otro lado, Madrid Central entra en vigor el 30 de noviembre, una semana más tarde de lo previsto inicialmente debido, entre otras cosas, a las presiones de los comerciantes de la zona que instaron al consistorio a que aplazaran la fecha, hasta después del periodo navideño.

Tras esta fecha no podrán acceder a la zona centro con los coches las personas que no estén empadronadas en el distrito Centro y sólo podrán estacionar en su barrio y no en todo el distrito. Cada vecino contará con un máximo de 20 invitaciones que podrá repartir entre sus familiares y amigos para permitir el acceso a esta zona restringida. El anfitrión debe avisar al consistorio de la visita y éste se encargará de actualizar al día la base de datos con los visitantes.