En los últimos treinta años, la industria del automóvil se ha vuelto más global. Los fabricantes han abierto numerosas fábricas fuera de sus países de origen con el objetivo de reducir la exposición a la volatilidad cambiaria, aprovechar la mano de obra más barata y fabricar vehículos más cerca de los clientes.
Por su parte, BMW fabrica vehículos SUV en Carolina del Sur. Toyota, que produce coches Sedán, lo hace en México. Y Hyundai fabrica sus piezas en la República Checa. Sin embargo, casi todas las marcas los fabrican en China.
Si bien normalmente los vehículos se venden en los países donde se fabrican, es muy común que también sean exportados. Por ejemplo BMW, que es el principal exportador de coches a Estados Unidos y que ingresa alrededor 10.000 millones de dólares al año.
Sin embargo, este sistema peligra por culpa de las guerras comerciales que el presidente de Estados Unidos Donald Trump está a punto de comenzar. Los automóviles contribuyen de forma significativa a un déficit comercial que él considera “muy injusto” para Estados Unidos, y que critica especialmente la actividad de Alemania. Pero, tras meses de amenazas, el primer país al que Trump va a “castigar” con nuevas tarifas es, especialmente, con el que tiene un superávit: China.
Los automóviles están entre los productos chinos por 50.000 millones de dólares que el gobierno estadounidense pretende gravar con tarifas del 25%, a partir del próximo mes. Por su parte, China ha amenazado con imponer aranceles a los productos estadounidenses, incluidos los coches.
Daimler declaró el miércoles pasado que sus utilidades se verían impactadas porque las exportaciones de su fábrica de Alabama que envían a China, probablemente estarán por debajo de los 60.000 vehículos que se proyectaba enviar este año.
De esta forma, el riesgo para la industria del automóvil a nivel mundial es que esto sólo sea el inicio de una batalla del gobierno de Trump contra los coches enviados a los puestos estadounidenses. Por su parte, el Departamento de Comercio está analizando si las importaciones de vehículos suponen una amenaza para la seguridad nacional, a la vez que se habla de aplicar un 25% de aranceles.
Elisabeth Behrmann para Bloomberg