Ya lo hemos contado alguna que otra vez, y lo repetimos: las propias encuestas/sondeos internos que cada cierto tiempo realiza el PP y que encarga a distintas empresas –Gad3, la de Narciso Michavila, y Demoscopia son las más habituales- coinciden en señalar que Ciudadanos sigue creciendo mientras el PP sigue bajando. Y que el ascenso de Ciudadanos se alimenta en buena medida del electorado del PP.
También del PSOE, y de ahí que entre los dirigentes de ambos partidos, Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, haya un cierto acuerdo no escrito pero si verbalizado de hacer pinza contra el partido naranja. El problema es que el PSOE necesita, al mismo tiempo, presentarse en sociedad como alternativa y ser socio del Gobierno no facilita ese mensaje. Así que, realmente, el PP se encuentra casi sólo y bastante perdido en una situación desconocida para ellos hasta ahora.
De ahí que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, haya optado por reaccionar. En las últimas dos semanas ha concedido más entrevistas que en los últimos dos años. Y no para de convocar reuniones de partido en sus diferentes formatos –este lunes toca cita con los barones, que no le van a decir lo que dicen off the record a los periodistas-, en un intento a la desesperada de retomar la iniciativa política y anular el discurso de Ciudadanos.
Que no lo están consiguiendo lo pone de manifiesto el nerviosismo con el que Rajoy contesta en las entrevistas a las preguntas sobre su relación con Ciudadanos. El presidente que siempre había pasado por ser un hombre templado, muy sereno ante situaciones difíciles como ha demostrado en el asunto catalán, sin embargo cuando se trata de Ciudadanos pierde los papeles, los nervios. ¿Por qué? Pues básicamente porque el problema amenaza con empeorar.
Lo que le están diciendo los expertos a Mariano Rajoy y a la dirección de su partido es que se está produciendo un efecto arrastre. Los antiguos votantes del PP que se han pasado a Ciudadanos lo han hecho con armas y bagajes, y no tienen intención de volver. No solo eso, sino que están convenciendo a sus entornos de que hagan lo mismo, y eso es lo que está poniendo especialmente nerviosos a los dirigentes populares, que no encuentran la manera de contrarrestarlo.