El pasado domingo leía un interesante artículo escrito por David Cabrera sobre la deuda de Telefónica. Es un asunto interesante y un tema capital, no sólo para la telco española, sino que me atrevería a decir, que para el Ibex al completo. Yo mismo he escrito en varias ocasiones sobre la deuda de la empresa, que ha generado expectativas y desilusiones. Hoy empiezo a plantearme si tal vez por que estamos mirando al lugar equivocado.
Emerge otro punto de vista, que hay que tener en cuenta. Obsesionarse con la reducción de la deuda podría no tener demasiado sentido. Sí en este momento no se puede reducir la deuda porque no es el mejor momento para desinvertir, hay que dejar el tema encima de la mesa, mostrar cintura y pasar al asunto siguiente. Inversores y analistas que centran su valoración hoy en la deuda, pero la dejarán en segundo plano ante un plan estratégico e industrial de crecimiento en los mercados donde tiene una posición privilegiada la empresa española.
Aunque como escribía Raúl Masa hace unos días parece que pueden llegar buenas noticias para O2 desde el Reino Unido no se puede tener demasiadas expectativas ni jugarse todo a esa carta.
En cierto modo, fue el presidente de Telefónica José María Álvarez-Pallete el que marcó como una de las claves al inicio de su presidencia la reducción de la deuda. En ese momento era un tema capital. Y además parecía que sería más sencillo de lo esperado, hace un par de años, tenía toda lógica. Por ese motivo, aunque en los últimos doce meses Telefónica ha pasado de tener una deuda de 49.600 millones de euros a 45.900 millones, el mercado esperaba más.
Pero una vez que esto no se ha podido hacer de golpe, por medio de operaciones corporativas, hay que seguir adelante y dejarlo en un segundo plano. Cada vez hay más voces que así lo manifiestan, la prioridad de Telefónica empieza a ser pivotar el foco de la desinversión de activos para paliar la deuda, al desarrollo de un completo plan industrial, que tenga incidencia en el negocio. Medidas que ilusionen a los inversores en el futuro de la compañía. Se trata de dejar claro que el futuro de la empresa no pasará por ir viendo erosionarse paulatinamente, con mayor o menor fuerza, el negocio y la masa crítica de clientes en los próximos años.
El último ciclo expansivo fue el crecimiento estratégico en Latinoamérica. El anterior un gran crecimiento en España. Hay que dibujar cual es la siguiente etapa y el siguiente camino para marcar una próxima década, y garantizar que los primeros resultados de ese plan estratégico se van a ver antes de 3 años. Si esto es creíble e ilusionante, con o sin reducción de deuda, volverán los inversores, y con ellos la ilusión en la generación de valor. Y se ahuyentaran los moscones. Que los hay.
Primero un plan, y luego ya un “investors day”
Por supuesto es muy difícil crecer y recortar la deuda al mismo tiempo. Y más aun cuando la cotización está deteriorada y afloran dudas, tanto dentro como fuera de la empresa. Pero no es imposible.
Hace algunas semanas explicaba en Merca2 por su singularidad, el caso de Telepizza en lo que yo denominaba la “cuadratura del círculo” bajo la gestión de Pablo Juantegui, se conseguía el desapalancamiento y crecimiento con apertura de nuevos mercados, todo a la vez. El cóctel es único, ya que han salido de nuevo a bolsa y trabajan de la mano de «Master Fraquiciados» para atacar nuevos mercados.
En el caso de Telefónica, por su tamaño, y por las singularidades de su negocio, esto no va a ser posible de una forma tan evidente. El círculo no podrá cuadrarse de una forma tan radical, eso ni lo conseguirá el equipo de Alvarez-Pallete ni lo conseguirá ningún otro. Los altos costos de implantación en nuevos mercados, y las necesidades de liquidez o mayor apalancamiento para conseguir licencias así lo evidencian.
Entonces, si no es posible reducir drásticamente la deuda, ha llegado el momento de pasar esa preocupación a segundo plano y crecer, ofrecer nuevas alternativas al mercado. Si se crece en el negocio y se ven opciones de mejora en los resultados a medio plazo, la deuda pasa automáticamente a ser asumible, y el mercado a mirarla de reojo, no poner su foco en ella. No se puede, ni se debe generar una parálisis operativa por la obsesión de la reducción de deuda. Si no es el momento de solucionar lo importante, se debe trabajar en lo urgente.
Y en mi opinión ese crecimiento debe venir de la mano de nuevas propuestas, donde la tecnología y los nuevos productos deben jugar un papel importante. Telefónica debe mostrarse como antaño ambiciosa, y no estar agazapada preocupada por su mermada capacidad de inversión, limitándose a intentar que el resto de competidores erosionen tus cuentas lo más lentamente posible. Debe volver a tomar la iniciativa. Y no me refiero necesariamente a nuevos mercados. Abrir más países, por la inversión que genera y el histórico de la compañía, salvo alguna oportunidad de saldo que difícilmente sucederá, no tiene ningún sentido. Si me apuras, casi creo que más que estar en nuevos mercados, a la compañía española hoy, de los que tiene, le sobran algunos. Y si alguien viene a buscarlos, sin complejos, habría que envolverlos para regalo.
En el momento en el que se presente un plan de crecimiento, y se ponga el foco sobre él, los inversores dejaran de estar centrados en la evolución de la deuda de la compañía, y el valor debería reflejarlo con prontitud. Eso dará oxígeno, evitará las prisas y no forzará a malvender activos, se podrá esperar al momento más adecuado para ello. Hay que olvidarse de mirar a la mochila y centrarse en diseñar el camino. Y entonces, sin que se generen miedos y dudas sobre el resultado del mismo, sí que será útil y muy necesario un “investor day”.
Encuentros, abandonos y sorpresas para el 2018
Y en ese camino, dependiendo de cómo vayan sucediendo las cosas en los próximos meses va a haber nombres propios, unos de personas y otros de empresas, que pueden tener un papel importante
En los próximos meses se produciráN salidas significativas en la alta dirección de la empresa. Eso podría generar tensiones en la cotización
Si la acción sigue bajando, y especialmente si rompe a la baja la barrera de los 7,90 euros dejando su capitalización en los 40.000 millones de euros (el 12 de diciembre llegó a cotizar a 8,12 euros) mucho cuidado con la tormenta que se pudiera desencadenar, que tendría nombre y apellidos de dos actores extranjeros.
El primero AT&T. La empresa americana observa en la distancia la evolución de Telefónica, que sería una operación estratégica para los americanos para controlar aquel continente, y poner un pie en Europa. Pero sería espantosa para los intereses españoles. AT&T ha estado un poco maniatada el último año, digiriendo aun sus últimas operaciones, pero empieza a tener de nuevo capacidad para invertir y crecer una vez consolidado su liderazgo en los Estados Unidos. El escenario idóneo para los americanos es que pase el tiempo y Telefónica siga igual, sin claros síntomas de recuperación, pero ellos mientras generando de nuevo un músculo tras asimilar sus últimas operaciones corporativas.
Decía el delantero inglés Gary Lineker que “El fútbol es un juego simple: 22 hombres corren tras un balón y al final siempre ganan los alemanes”. En caso de tormenta alrededor de Telefónica, ocurrirá exactamente lo mismo.
El susto será tan grande que, a nivel político se verá con gran alivio la creación de un campeón europeo por medio de la fusión Telefónica – Deutsche Telekom de la que directivos y políticos de ambos países han hablado reiteradamente en los últimos tres o cuatro años. Angela Merkel -que manda mucho más en la telco alemana de lo que el gobierno de Rajoy logra influir en la española-, se frota las manos ante esa expectativa. Si se da el caso se podría llegar a verse como un alivio, y se mostrará como la menos mala de las soluciones para los españolitos. Pero llegado que no nos engañen, sería un desastre similar a la opción americana.
Nadie en su sano juicio quiere ver un nuevo caso Endesa. Pero tampoco deberíamos vernos aliviados por repetir un caso Iberia.
Para que Telefónica siga siendo independiente y española, hace falta diseñar una senda de crecimiento que consolide la generación de «euro nuevo” en los mercados existentes, sustituyendo líneas de negocio que se ven erosionadas por la competencia, e incrementando la cuenta de resultados a medio plazo.
Debe empezar una etapa, y si, de nuevo un símil futbolístico (¡lo siento!), en la que Telefónica debe dejar de jugar a no perder el partido, y desarrollar un plan estratégico para salir a ganarlo. Y hacerlo, aunque eso haga replantear el plan inicial de centrarse en reducir la deuda de la compañía.
Al final no tienen porque ganar siempre los alemanes. Demostrémosle a Gary Lineker, que de fútbol sabrá un rato, pero que, de empresas y telecomunicaciones, el pobre no tiene ni idea.