Y por qué no cerramos los Mc Donald’s

La cruzada del equipo municipal de Madrid por no dejarnos usar el coche, está llegando a unos niveles hasta ahora desconocidos por los sufridos españolitos de “a pie”. Hace cien años, las dificultades de comunicación entre el este y el oeste de la ciudad llevaron a que se demolieran cientos de viviendas y se eliminaran incluso muchas callejuelas novecentistas, para construir una gran arteria a la que se denominó Gran Vía.

Cierto es que “los de siempre” consiguieron desviarla cuando llegaron a Callao, dado que había muchos intereses económicos en juego, y los políticos de la “Restauración” eran…, bueno, como los de ahora. El hecho es que lo que se expropió para el bien común de la población madrileña, ahora se quiere cerrar, simplemente porque parece ser que en los tiempos que corren, lo que hay que fomentar es montar en bicicleta o dar largos paseos por el centro. De ahí que hayan disminuido la velocidad a 30 km. por hora en la mitad de las calles de la ciudad, o que haya comprado el Ayuntamiento la empresa privada que tenía la concesión de las bicicletas municipales que, como era lógico, quebró, y ahora toca socializar sus pérdidas.

bicimadSe supone que un equipo municipal electo tiene que gobernar para todos los madrileños, y pensar en el bien común de todos, y no sólo de los pocos ciclistas que se aventuran en las calles. Y no es que no tengan derecho a tener un carril bici en determinadas calles, pero que también se les ceda la Gran Vía, a lo mejor resulta que no es eso lo que “todos” los madrileños querían, y que desde luego el grupo propiciado por Podemos se cuidó muy mucho de ponerlo en su programa electoral.

Nos dicen que será bueno para la salud el que los coches no circulen, pero eso sí, que sigamos pagando el impuesto de circulación, ya que el Ayuntamiento necesita ingresos, impuesto que obviamente no van a pagar ni los peatones ni los ciclistas que van a poder circular a sus anchas en la Gran Vía. Así, el Ayuntamiento se convierte en una especie de Robin Hood que nos quita el dinero a los que conducimos para promover acciones que benefician a los que no conducen ni pagan impuestos.

«No necesitamos a nadie que nos diga qué tenemos que comer o cómo tenemos que movernos»

Es conocida desde hace meses la capacidad de improvisación del gobierno municipal, pero pienso que lo que ahora está en candelero son las raíces ideológicas del modelo de gestión, que Felipe González calificó con acierto como “leninismo 3.0”; es decir, lo que opine el pueblo en su conjunto no importa, porque los pocos que detentan el poder, están aquí para pensar por los ciudadanos, pobrecitos ellos, si no saben lo que les que conviene. Así que, como la circulación de coches produce polución, pues que no circulen, que es malo para la salud.

Pero resulta que también es malo que circulen los taxis de gasoil, que además de hacerlo durante todo el día (y no una hora o dos como los coches particulares), son causantes junto con los demás coches de gasoil de las emisiones de dióxido de nitrógeno. No se les ocurre a nuestros ediles, por ejemplo, dictar una orden municipal obligando a que a partir del año 2020 todos los taxis sean de gasolina o eléctricos.

todo-lo-que-pensabamos-sobre-stalin-y-su-gran-purga-puede-estar-equivocadoEse pensar en los demás “a lo soviético”; es decir, que unos pocos decidan por todos los ciudadanos, lo que se supone que les conviene, porque ellos saben y los demás no, podría llevar al extremo de prohibir la apertura de los restaurantes de comida rápida, porque sirven carne roja que nos va a destruir las arterias; y, ¿por qué no?, prohibir de paso el uso de hachas y cuchillos, porque con ellos la gente puede atacar a los demás, etc.

A estos entusiastas de los planes quinquenales, se les olvida que vivir en democracia supone vivir en libertad, y que cada ciudadano tiene un entorno de libertad dentro del cual puede actuar, siempre que no vulnere el entorno de libertad de los demás ciudadanos. La educación, la cultura y el respeto mutuo a las libertades individuales y colectivas hará el resto. No necesitamos a nadie que nos diga lo que tenemos que comer, o que nos obligue a montar en bicicleta. El que quiera hacerlo que lo haga, pero que no se nos prohíba a los demás circular por “nuestra” ciudad, que es la ciudad de todos, y no la de unos pocos a los que los azares de la política les ha situado temporalmente en unos puestos de poder, desde los que creen que pueden hacer lo que les viene en gana.

El Ayuntamiento es una especie de Robin Hood que quita el dinero a quienes conducen

Stalin estuvo varias décadas pensando en el “bien de los rusos”, y tanto él como sus sucesores sacrificaron a varias generaciones de rusos para conseguir convertirse en una gran potencia armamentística y nuclear, y cuyas armas hoy en día no suponen más que un montón de chatarra. Lo único que aquel borracho empedernido no prohibió fue el vodka, por razones obvias, a pesar de que hoy en día, y como herencia, el 20% de los rusos son alcohólicos y la esperanza de vida de los varones apenas llega a los 64 años.

Así que, por favor, dejen de pensar por nosotros, que ya somos mayorcitos y sabemos cuidarnos. Llevamos cien años circulando por la Gran Vía, y no hemos hecho daño a nadie, y la gente que se infla a hamburguesas lo hace con conocimiento de causa, y si luego tienen problemas de tensión o coronarios, es su elección, incorrecta sí, pero a eso se le llama libertad, que es probablemente una de las cosas más preciadas que tenemos los demócratas.