Pedro J. Ramírez elige a sus próximas víctimas tras encauzar el rumbo de El Español

La siniestra caricatura que se ha dibujado sobre Pedro J. Ramírez es conocida por todos: periodista con más ambición que sensibilidad y con más ganas de medrar que escrúpulos. En definitiva: un ser capaz de vender a su madre por una exclusiva con el único interés de influenciar en el panorama político, económico y mediático, reinando a golpe de dossier como El País reinaba a golpe de editorial.

Pero la realidad dicha mucho del personaje. Porque en realidad Ramírez es un buen periodista, quizás el mejor de su generación, que ha logrado incuestionables éxitos editoriales (Diario 16 o El Mundo). Es cierto que el periodista tiene algunos claroscuros. Pero, ¿quién es capaz de protagonizar el banquete en la vida pública nacional durante más de treinta años sin contar con un lamparón en su chaqué?

Pedrojota hace malabares como empresario y periodista y muchos se preguntan si esta dualidad ha afectado a las investigaciones de El Español

Es cierto que Ramírez, que desde el año pasado hace malabares entre el traje de empresario y los tirantes de periodista, ha cambiado de objetivos editoriales. Quizás, por primera vez en su carrera, el riojano es consciente de que ya no se baila al son de su música. Y no es fácil para alguien que ha ayudado a tumbar al felipismo, de auspiciar el aznarismo, de estrellarse con el 11-M y de resucitar, sin un político que se deje tutelar dirán algunos, marcando la vida española entre 2010 y 2014 con una catarata de exclusivas que pusieron en jaque a Zarzuela, Génova y Ferraz con Urdangarín, Bárcenas y los ERE como protagonistas.

Ramírez había logrado, con la verdad como bandera, desestabilizar la vida pública nacional, y lo iba a pagar con su cargo en febrero de 2014 tras boicot publicitario. En el verano de 2013 Rajoy había tenido que dar explicaciones en el Senado por los SMS a Bárcenas y en el verano de 2014 abdicaba Juan Carlos I. En ambos casos todos los ojos apuntaban a Ramírez, que intentaba resurgir sin editor al que temer; él mismo se iba a hacer empresario para conseguir la libertad total, pero las ambiciones de El Español fueron tales que él, como buen liberal, parecía desconocer que la libertad de prensa es incompatible en la actualidad con los grandes transatlánticos.

Los comienzos de El Español no fueron los más fáciles

El modelo de negocio de su nuevo proyecto naufragó en parte, con un sinfín de salidas (incluidas las de su hija y yerno) que dejaban un poso que decía que Ramírez pensaba en analógico en un entorno digital. Todo esto sumado al nacimiento de un proyecto pilotado su pupilo más aventajado, OK Diario, que contaba con las tertulias políticas como altavoz, supuso que el periodista tocase tanto fondo que algunos llegaron a acusar de divorciarse de Ágatha Ruiz de la Prada simplemente por hacer ruido.

Pero Ramírez no necesita ruido y El Español no va tan mal encaminado como algunos de sus enemigos señalan: es cierto que perdió 2,3 millones de euros en su primer ejercicio (asumible para una inversión inicial de 17 millones de euros), pero el proyecto va camino de llegar a los números negros en 2017 tras estar a punto de cerrar 2016 con más de seis millones de euros facturados y más de 14.000 suscriptores. ¿Y los números? Más de seis millones de usuarios únicos, según comsCore.

El Español no ha logrado la relevancia que se le suponía

Pero los números, en el pulso entre influencia y tráfico, encierra una evidente realidad: Pedro J. Ramírez y El Español son prácticamente irrelevantes en la vida periodística nacional ya que el riojano parece más pendiente de sellar acuerdos a golpe de chequera con terceros, con el objetivo de convertirse en líder de los nativos digitales de forma artificial, que de ser el foco informativo de antaño. 

Y esa irrelevancia ha llegado por el bajo perfil político marcado por El Español, que por ahora no hace temblar a nadie con sus exclusivas. De hecho, las líneas maestras que dibujó la semana pasada el ahora editor en el Foro de la Nueva Comunicación hacen prever tres objetivos, víctimas según sus enemigos, que no inquietan siquiera ni a Moncloa, ni a Zarzuela, ni al Ibex. Se acabó la caza mayor: protesta contra el llamado duopolio («Es un secreto a voces que yo estoy vetado en las principales televisiones de este país»), dardo a Podemos («Los tres partidos constitucionalistas arropan a El Español», titulaba el propio portal), y golpe a Hacienda por simple interés empresarial («No tiene ningún sentido que el mismo contenido si se comercializa en papel se grava al 4% de IVA y si se distribuye a través de medios digitales se penalice con un 21%», Eva Fernández, Consejera Delegada de El Español, dixit). 

La influencia y Ramírez siempre han ido de la mano

A Rupert Murdoch, con el que han comparado a Ramírez en innumerables ocasiones, le preguntaban hace unas semanas la razón por la cual había apoyado editorialmente el Brexit (también lo hizo informativamente al señalar desde The Sun que la Reina veía la ruptura con buenos ojos y económicamente al aportar personalmente 110.000 euros a la campaña). Y el magnate australiano respondió sin tapujos: «Es muy simple: en Downing Street hacen lo que yo quiero, mientras que en Bruselas ni siquiera toman nota». El poder es la droga más dura que se ha inventado. ¿Se habrá desenganchado Ramírez? Pronto lo veremos.