sábado, 14 diciembre 2024

Tiempos para el populismo

Dos organismos internacionales han coincidido en los últimos días al prevenir al mundo frente a los “Populismos”. Para la Organización de Estados Americanos, el desencanto político y la falta de reflexión son “potentes armas contra la democracia”. En el caso del FMI, la debilidad económica mundial “alienta una deriva populista contraria a la inmigración y al comercio mundial”. Política y el bajo crecimiento. Al final, dos factores que ahora se retroalimentan y se convierten de esta forma en una de las mayores incertidumbres para el futuro. Hay muchas más, es cierto. Pero de alguna forma siempre nos llevan al binomio anterior.

El término de populismo o populista se circunscribe de forma inequívoca a la órbita política. Pero, si me lo permiten, también creo que podríamos utilizar parte de sus argumentos de base a otros ámbitos. Especialmente en el caso de la prevalencia de los planteamientos emocionales sobre los racionales. El esfuerzo por comunicar, ser transparente, se enfrenta a la muralla de la opinión desfavorable ya creada. Y todo se generaliza, al mismo tiempo que se extrapola una foto pasada sin aceptar que se están produciendo cambios. Incluso de estos cambios, positivos sin lugar a dudas, muchos de ellos forzados por un escenario cada vez más complejo, se sacan consecuencias negativas. La racionalidad queda en segundo plano frente a las emociones. Como he dicho antes, el sesgo negativo lo impregna todo.

Se están produciendo cambios  de calado en gestión, gobernanza y comercialización que no están siendo apreciados por la clientela

“Es mi opinión”; así me respondían hace unos días cuando trataba de dar datos que contradecían la imagen creada. Claro, me refiero a la imagen sobre los bancos. ¿Eficientes? Inmediatamente se piensa en ajustes de personal y mayores comisiones; ¿rentables? se piden como un mantra fuertes ajustes, de balance y tamaño; ¿solventes? Como un boomerang, se retoman las dos preguntas anteriores. “Nadie debe ignorar un futuro en el que veamos a instituciones no bancos aumentando su importancia en la intermediación financiera”; esta fue la valoración hace unos días de Praet, Consejero del BCE. En el fondo, una realidad que irá a más con el tiempo (casi un objetivo implícito de las autoridades en busca de una mayor diversificación de las fuentes de financiación de la economía), que puede ser también una oportunidad para los bancos, pero que en estos momentos afianza el sentimiento negativo hacia el futuro del Sector. El resto, una continua caída de sus precios en bolsa que el Consejero del BCE al que aludía antes ha considerado “lamentablemente real”. Inmerecida, diría yo.

Y el caso es que el nivel de eficiencia de la banca española es uno de los más elevados en Europa; los clientes valoran de forma muy positiva los servicios financieros de su banco; el porcentaje relativo de ingresos por comisiones por estos servicios de calidad no refleja en general los costes; el ajuste en términos de solvencia, liquidez y apalancamiento desarrollado por los bancos en España es reconocido como ejemplar fuera de nuestras fronteras. Pero, lo más importante de todo, se están produciendo cambios de calado en gestión, gobernanza y comercialización de productos que no están siendo percibidos. La foto fija del pasado no deja ver que el presente es muy diferente. Y lo será mucho más el futuro. Al final, es difícil romper la opinión ya creada. Y lo es mucho más cuando el entorno de incertidumbre en todos los ámbitos coloca a los bancos y su actividad como foco de críticas. Inmerecidas, de nuevo, en la mayor parte de las ocasiones.

Sí, son tiempos fáciles para la demagogia. Y se combaten trabajando bien y siendo muy transparente al demostrarlo.


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