Prisa facilita el pasaporte madrileño al ‘necesitado’ Grupo Godó

«Los nobles se rebelan contra el Conde de Godó». Octubre de 2017. El ‘procés’ tocaba a rebato. Y El Mundo ponía sobre el tapete sobre el enfado de la aristocracia madrileña contra el editor de La Vanguardia, que tanto había contribuido a inflamar el independentismo mientras se cubría de la crisis periodística y económica con el obsceno paraguas de la Generalitat en forma de dádivas varias.

Pero la aristocracia no sufría amnesia. Todavía resonaban las palabras del Conde en 2011 ante la musa del independentismo, Pilar Rahola: «Nuestro ADN es catalán. La Vanguardia tiene una identidad catalana. Es un periódico catalán, hecho en Catalunya, fundado por catalanes y en permanente conexión con la identidad catalana».

En aquel reportaje, cuenta Rahola, Javier de Godó e Isidro Fainé «fueron a ver al Rey y el editor le explicó el proyecto de La Vanguardia en catalán. Sólo haría un gesto de normalidad en un país que habla una lengua milenaria. ¿Cómo reaccionó el Rey? Muy bien. ¿Va a ser la misma Vanguardia, Javier?. Va a ser la misma».

Es decir, que un editor se pavoneaba en pleno siglo XXI de pedir plácet a un monarca enfangado en corruptelas y amoríos, que parece ser que bendijo que un periódico catalán tuviese una edición catalana ante un editor y un banquero. El incesto del poder y la prensa, valga la redundancia, en un ejemplo que daría para un spin-off de ‘La escopeta nacional’.

LOS GUIÑOS DE GODÓ A ZARZUELA

A finales de 2013, dos días antes de que Artur Mas cerrase un acuerdo para celebrar un referéndum de autodeterminación, Javier de Godó decapitó a José Antich al frente de La Vanguardia y situó en su lugar a Màrius Carol, excorresponsal del periódico en la Casa Real y menos dado al periodismo que su antecesor.

Pero en 2017, tras el 1-O y el 3-O, Godó seguía apareciendo como uno de los cómplices de la traca final del ‘procés’. La Vanguardia necesitaba recobrar la centralidad de la que tanto había presumido pese a sus etapas claroscuras en prácticamente todos los bandos posibles.

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Javier Godó junto a su hijo Carlos. Foto: La Vanguardia

Javier se acordó entonces de un Grupo Prisa en horas bajas. El pacto con Polanco para venderle Antena 3 de Radio, que le permite contar a Godó con el 18,37% de la editora de la Cadena SER, parecía el pasaporte idóneo para ‘regresar’ a Madrid.

Y tocaba actuar: en mayo del año pasado Godó constituyó un consejo asesor de la presidencia en Madrid plagado de bipartidistas (Santiago Torres, Josep Piqué y Carles Casajuana) y de hombres cercanos a PRISA, Jaime Carvajal, que sonó para relevar a Cebrián en 2017. Como la foto apestaba a ‘Varón Dandy’, tuvieron que fichar unos días después también a María Benjumea y Rocío Martínez-Sampere.

Un mes después la estrella de Prisa para saraos variados, Iñaki Gabilondo, presentaba en un desayuno informativo a Màrius Carol, que alardeó entre aplausos hipócritas de la supuesta neutralidad de La Vanguardia.

Carol señaló que «Javier de Godó me dijo que, sobre todo, debíamos hacer un diario del que nos sintiéramos orgullosos y que pudiéramos explicarnos cuando volviéramos sobre él dentro de diez años. O cuando lo leyeran nuestros nietos. Que debíamos ser dignos del momento de la historia que nos tocaba vivir».

Y añadió: «Creo que La Vanguardia, que en todo este conflicto intentó buscar una tercera vía entre el independentismo y el inmovilismo, puede ser hoy más que nunca un ágora para el entendimiento, un espacio de reflexión, un instrumento de conexión».

MÁS ‘PERFORMANCES’

Sergi Pàmies publicó en octubre pasado un reportaje en La Vanguardia que tenía la intención de ‘blanquear’ el papel del diario. Y en diciembre Javier de Godó se deshacía en halagos ante el aniversario de la Constitución.

El editor decía que se cumplían «40 años de la Constitución de 1978 que han supuesto una etapa de modernización del país, de progreso social y de consolidación democrática. Un éxito atribuible tanto a sus siete redactores, que celebraron 29 intensas sesiones de trabajo, como al pueblo español, que la votó rotundamente en las urnas».

«El hecho de que se votara resultaba una novedad histórica, porque las cartas magnas anteriores no habían pasado por este refrendo. No tengo ninguna duda de que la transición política debe ser motivo de orgullo, porque fue capaz de unir voluntades, cerrando un periodo oscuro de nuestra historia», añadía.

No es casual que Enric Juliana, corresponsal de La Vanguardia en Madrid, recolector de brillantes hipérboles políticas y escritor de unos textos sobre la política española dignos, para bien, de un enviado extranjero, dejaba Onda Cero tras 12 años y este año fichaba por el ‘Hoy por hoy’ de Pepa Bueno en la SER.

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El consejo asesor del Grupo Godó constituido en Madrid hace un año. Foto: La Vanguardia

Tampoco lo es que Màrius Carol y Soledad Gallego-Díaz, directores de La Vanguardia y El País, hayan debatido en el proyecto Diálogos sobre la ‘bicapitalidad’ que compartirían Madrid y Barcelona. El ‘debate’, ¡cómo no!, estuvo moderado por otro célebre relaciones públicas, Fernando Ónega.