El 28 de abril de 2025 quedó grabado en la memoria colectiva como uno de esos días extraños en los que el país entero pareció detenerse. Un apagón masivo dejó a oscuras a España y Portugal, afectando no solo a viviendas y empresas, sino también a los semáforos, al transporte y, cómo no, al tráfico. En medio del caos, muchos pensaron que ese desconcierto traía consigo una especie de libertad sobre ruedas.
La lógica era sencilla, o eso parecía: si no hay luz, no hay cámaras. Si no hay cámaras, no hay multas. Pero lo que parecía una deducción brillante se topó con la realidad: la DGT no se apagó. Y sus radares, tampoco.
Los radares no descansaron, aunque sí lo hicieran las farolas

En cuestión de horas, el tráfico en muchas zonas se convirtió en un desorden impredecible. Con semáforos fuera de servicio y señales electrónicas inactivas, los conductores se enfrentaron a una ciudad que parecía haberse quedado en blanco y negro. Sin embargo, lo que muchos no sabían es que los radares de la DGT están preparados para este tipo de situacioes.
Cuentan con baterías internas y sistemas de respaldo que les permiten seguir funcionando incluso en cortes prolongados de energía. Así que, mientras muchos aceleraban confiados en que ningún ojo electrónico los observaba, la realidad era otra muy distinta.
Conducir con exceso de confianza también se paga con la DGT

En momentos de crisis, lo que más se valora es el sentido común. La DGT fue clara: solo se debía circular si era absolutamente necesario. Sin embargo, la llamada de la rutina y el malentendido sobre los radares encendidos o apagados hizo que muchos salieran sin considerar los riesgos.
El resultado fue una oleada de infracciones registradas. Se dieron casos de excesos de velocidad, adelantamientos imprudentes y, sobre todo, maniobras que jamás habrían ocurrido si no fuera por esa falsa sensación de inmunidad. Pero la DGT ya ha confirmado que todo fue registrado.
Si te confiaste, revisa el buzón

Las consecuencias de lo que ocurrió ese lunes ya están en marcha. Las sanciones que se recopilaron durante esas horas oscuras han comenzado a enviarse. Y aunque para algunos parezca injusto, desde la DGT han sido tajantes: el cumplimiento de las normas no puede suspenderse, ni siquiera cuando todo se apaga.
Así que si fuiste de los que pensó que ese día las reglas no aplicaban, probablemente te lleves una sorpresa en el correo. Y no será precisamente una postal de buenas noticias.
El apagón como prueba de fuego para el civismo vial

Más allá de las sanciones, este apagón dejó ver una carencia preocupante: la de responsabilidad al volante. Porque cuando desaparece el control externo, lo que debería prevalecer es la ética personal. Sin embargo, quedó en evidencia que, sin la vigilancia visible de la DGT, muchos se olvidan de que conducir es también una cuestión de respeto hacia los demás.
El hecho de que tantos conductores decidieran hacer lo que no harían en condiciones normales demuestra que todavía queda un largo camino por recorrer en términos de conciencia vial.
Frenazos sospechosos y nuevas normas

Hay otra cuestión que también salió a la luz. Algunas de las nuevas normativas de la DGT, como la sanción por frenazos repentinos cerca de radares, se activaron justo cuando más se necesitaba sentido común. Hubo quien, al detectar un radar, decidió frenar de golpe pensando que así evitaría una posible multa. Lo que no sabía es que esa acción también está penada.
No solo se trata de lo que hacen los dispositivos de control, sino de cómo nos comportamos cuando creemos que no hay consecuencias. Y en ese sentido, elapagón fue toda una radiografía de los hábitos más peligrosos en carretera.
Más allá de los aparatos, la clave sigue siendo la actitud

A veces olvidamos que las multas no se imponen solo porque haya cámaras. Se imponen porque alguien, en algún momento, decidió que las normas no iban con él. La DGT no busca fastidiar ni hacer caja con sanciones. Su objetivo principal es garantizar que nadie ponga en riesgo la vida de otros por saltarse una norma.
El apagón dejó claro que no hace falta tener un agente o una cámara encima para saber que no se debe correr, que no se debe invadir un cruce sin visibilidd o que no se debe convertir el volante en una licencia para hacer lo que nos dé la gana.
El efecto dominó de un día fuera de control

Hubo accidentes. Hubo atascos innecesarios. Y también hubo miedo. Porque cuando las reglas parecen desaparecer, lo que queda es la ley del más fuerte. La DGT ha insistido en que este tipo de situaciones son excepcionales, pero eso no significa que las normas se suspendan.
Muy al contrario, se vuelven más necesarias que nunca. En un país sin semáforos ni señalización, lo único que puede garantizar la seguridd es la voluntad individual de respetar lo básico. Y eso, lamentablemente, no ocurrió siempre.
La tecnología está preparada. ¿Y nosotros?

Los dispositivos de la DGT demostraron estar listos para cualquier eventualidad. A pesar del apagón, siguieron operativos gracias a sistemas de respaldo. Eso es tranquilizador desde el punto de vista técnico, pero también pone sobre la mesa una cuestión incómoda: ¿estamos nosotros igual de preparados?
Porque tener tecnología que vigila no sirve de nada si el conductor no entiende por qué está siendo vigilado. Y si solo respeta las normas cuando hay alguien mirando, el problma no está en la norma, sino en la cultura vial.
No fue solo un apagón, fue un examen para todos

Hay quienes lo verán como una simple anécdota, una historia más del 2025. Pro lo cierto es que el 28 de abril fue más que un corte de luz. Fue un espejo incómodo que nos mostró lo que ocurre cuando se apagan los semáforos pero no se enciende la responsabilidad. Y en ese examen, muchos suspendieron.
Por eso, si aquel día decidiste salir a la carretera como si nada, tal vez ahora te llegue una lección en forma de multa. Porque como dice la propia Dirección la seguridad no entiende de apagones. Y las consecuencias, tampoco.
























































































