El universo de La Promesa se llena ahora de intriga con la aparición de Esmeralda, un personaje tan atractivo como peligroso. Su participación no solo desajusta el statu quo de la serie, sino que teje una red de misterios suficiente para tomar al espectador en el extremo de la silla.
Interpretada por la versatil Julia Piera y esta joyera de prestigio esconde más de lo que deja expresar su exterior tan limpio. Su llegada al universo de La Promesa da un giro oscuro a la ficción, enlazando así un pasado con la muerte de Jana y el atentado que busca dar muerte a Curro. ¿Quién es en realidad Esmeralda? ¿Enemiga o amiga? La respuesta a esta pregunta podría ser capaz de determinar el destino de todos ellos en La Promesa.
EL ARTE DE JULIA PIERA

Julia Piera no es una recién llegada al mundo de la interpretación; con una carrera que cubre teatro, cine y televisión, la actriz mantiene una camaleónica capacidad de ajustar lo complejo a su papel. Su paso por Cuéntame cómo pasó como Angie la catapultó como una secundaria de oro, al tiempo que sus apariciones en Acacias 38 y en Centro Médico evidenciaban su capacidad para la ficción diaria.
Pero es en el cine donde Piera ha sabido llevar registros más arriesgados. En Ella en mil pedazos (2024), su interpretación de Nuria Lorenzo fue muy bien recibida por la crítica, mostrando su capacidad para los personajes rotos y muy matizados. Su formación teatral es perfectamente visible en cada uno de sus proyectos. En los teatros Fernán Gómez o el CDN, Piera ha dejado ver que se mueve tan bien en el verso clásico como en el drama contemporáneo.
Roles como el de Leonor en Valor, agravio y mujer u su reciente Doña Inés ponen de manifiesto un pleno dominio de los textos, algo que la actriz ha sabido llevar a su trabajo en La Promesa. Por algo, las réplicas de Esmeralda, plagadas de dobles sentidos, llegan a cobrar una especial fuerza en su voz. Lo más relevante de su interpretación es cómo conjuga fuerza y sutileza. Puede manifestar una amenaza con una simple ceja alzada o expresar vulnerabilidad con un tembleque casi imperceptible en las manos.
Esta gama de recursos es la que explica que directores de indudable prestigio (como Imanol Uribe, de La sospecha de Sofía, o Ramón Luque) hayan depositado en la interpretación de la cátedra de estos papeles. En este momento es la televisión la que puede hacerle escapar más allá de su público sin renunciar a la profundidad que requiere un papel como Esmeralda en La Promesa.
ESMERALDA, UNA JOYERA CON UN CÓDIGO MORTAL

La joyería Llop en La Promesa podría parecer un negocio elegante, casi de lujo, pero oculta en su atención a los detalles, en su brillo inmaculado, se esconde una conspiración para llevar a cabo asesinatos por encargo: Esmeralda no sólo sabe descifrar los códigos implícitos tras y en cada piedra preciosa, ella parece también manejar las riendas de un juego más peligroso; cuando Lope y Curro descubren lo que ella misma tiene que ver con la muerte de Jana, la investigación se tuerce.
Los detalles de esta conjura se describen de una forma narrativa admirable: cada collar, cada anillo de la tienda podría ser una pista… o una sentencia de muerte; el guion en su escenificación jugaba con los simbolismos: las joyas, que normalmente evocan la belleza y la riqueza, se convirtieron aquí en herramientas de la muerte.
Este contraste contribuye a la ambigüedad del retrato de Esmeralda que, por un lado, es una grandísima profesional como joyera y, por otro, podría tener algo que ver con crímenes. Esta fue una buena manera para dar pie a temáticas como la dualidad del ser humano. La secuencia que le descubre es la que da el pistoletazo de salida a un antes y un después de la serie. De repente, la tapadera de los jóvenes investigadores está en un hilo, y cada visita a la joyería se convierte en una danza entre la vida y la muerte.
Piera consigue transmitir esa dualidad a través de una mirada, un pequeño gesto calculado, de forma que hace que la audiencia no pueda dejar de dudar de sus intenciones. ¿Los está ayudando o los están conduciendo a un área de riesgo mortal? Todo ello hace que la tensión sea palpable, y capítulo a capítulo se ahonda en este Gato y Ratón.
EL FUTURO DE LA PROMESA

Los capítulos que están por venir aportan revelaciones y descubrimientos explosivos. Esmeralda no es un personaje efímero, sino que se torna una pieza fundamental de una de las muchas conspiraciones que se ciernen sobre la historia y que están destinadas a destapar secretos que permanecieron enterrados durante años. La relación de Esmeralda con Lope y Curro se complicará para dar paso a nuevas pistas que los obligarían a la vez a moverse entre determinado peligro y determinada peligrosidad.
¿Tendrán tiempo de descifrar el código antes de poner sus vidas en la balanza? ¿Terminarán, como otros personajes de su historia, por convertirse en una víctima más de esta intrincada red? Por otro lado, el arco argumental de Esmeralda enlaza con los orígenes de la propia La Promesa, realizando insinuaciones y aproximaciones con el hecho de que nos hallemos ante un pasado que guarda ciertas similitudes con la mansión Marqués de Luján, con lo que la historia despuntaría por un drama histórico notable.
Esta conexión podría dar pie a que la serie avanzase hacia su signo particular, aunque también confluya en la historia que trata conflictos sociales que van más allá de la intriga contemporánea y actual. Además, la historia de Esmeralda podría afectar a personajes como Manuela o Alberto, cuyos argumentos piden a gritos una sacudida. Julia Piera ha puesto la serie en órbita con un personaje casi perfecto.
Su Esmeralda apela a lo inesperado: es elegante, calculadora y, lo que es más interesante aún, imprevisible. La llegada del personaje al guion hace que La Promesa entre en una nueva fase, donde la intriga y el suspense se entremezclan con un drama humano intensamente doloroso. Una cosa está clara: nada volverá a ser igual en la mansión de los Marqués de Luján.