Narcís Serra, el pianista de la Trinca que quebró la ‘Caixa B’ seguirá cobrando de Telefónica

Muchos califican a Narcís Serra como “el Rodrigo Rato del PSOE”, pero lo cierto es que el preboste socialista tiene más capacidad para eludir las condenas que su némesis pepero. Esta vieja gloria felipista recupera el protagonismo tras haber sido absuelto por la Sección Octava de la Audiencia de Barcelona de los delitos de administración desleal y apropiación indebida por el escandaloso aumento de sueldos de la cúpula de Caixa Catalunya bajo su presidencia.

Volverá a sentarse en el banquillo de los acusados por las oscuras operaciones inmobiliarias que abrieron un agujero de 700 millones de euros en la entidad financiera catalana bajo su mandato, pero el histórico del PSOE no teme ser condenado porque se considera blindado ante la Justicia. Al menos eso es lo que trasladado al presidente de Telefónica, José María Álvarez–Pallete, que decidió mantenerle en nómina de la división internacional a pesar de las imputaciones. Ahora, una vez exonerado del caso de las remuneraciones y aunque está pendiente del juicio por el agujero del ladrillo, el timonel de Telefónica quiere renovarle en el consejo de administración de la filial brasileña del grupo español junto al también socialista Javier de Paz.

La seguridad que tiene Narcís Serra en salir indemne de sus cuitas judiciales se debe a que tiene bien guardadas las espaldas. Tras dimitir en 1995 al descubrirse que había montado un Watergate ibérico utilizando a los servicios secretos para espiar a todo hijo de vecino (incluido el Rey Juan Carlos), trasladó a sus amigos y enemigos que esta “cintateca” está a buen recaudo en la mansión que posee el en San Cugat del Vallés. En su finca de más de 900 metros cuadrados esconde Serra los trapos sucios de políticos, fiscales, jueces, policías y empresarios. Allí vive con su mujer, Concepción Villalba, que últimamente se queja amargamente de sentirse “impotente e indefensa” ante el acoso mediático que sufre desde que su marido quebró la extinta Caixa Catalunya obligando a los contribuyentes a pagar un rescate de 12.676 millones de euros, el mayor del sector financiero español.

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Personaje sibilino y tejedor de alianzas profesional, Narcís Serra ha demostrado ser un superviviente nato. Baste decir que entro en política cuando Margareth Thatcher ganó sus primeras elecciones y es de los pocos integrantes de la guardia felipista que sigue en el candelero. A pesar de haber estado envuelto en los  mayores escándalos de la democracia española todavía sigue en la pomada y ha eludido, una vez más, dar con sus huesos en la cárcel de una manera asombrosa.

Las escuchas ilegales del CESID, la guerra sucia contra ETA y la sospechosa gestión del presupuesto del Ministerio de Defensa bajo su mandado, con indicios de despilfarro, descontrol y comisiones a destajo, configuran el currículum de este economista con brillante expediente académico que hizo de la mediación y del compadreo su forma de vida. Los que le conocen aseguran que bajo su aspecto de persona amable y bondadosa se esconde un especialista en intrigas palaciegas con alma de tahúr, que confunde lo público con lo privado con una facilidad pasmosa.

EL TÍO NARCISO, ROCA Y EL APOYO DE CARULLA: LA PELA ES LA PELA

Narcís Serra lo tuvo fácil desde pequeño, al nacer en esa burguesía catalana que se hizo de oro durante el franquismo, por mucho que ahora sus herederos políticos intenten vender a las huestes separatistas una versión distorsionada de la historia. Aunque en la universidad perteneció al Frente Obrero de Cataluña, quizás para rebelarse por su educación democristiana, en seguida viró hacía el PSC, formación política que –como relata magistralmente el periodista Jesús Cacho– “era un peculiar partido socialista donde el mando lo ejercían los señoritos de Barcelona y los votos los ponía la mano de obra llegada de Murcia y Andalucía”.

Antes de comenzar su fulgurante carrera política, su tío Narciso de Carreras le había abierto las puertas de la burguesía catalana obsesionada con la pela, y le permitió montar una especie de consultoría con Miquel Roca que fue apadrinada por lo más granado de la Ciudad Condal. Allí estaba, entre otros, el mecenas del catalanismo Luis Carulla, cuyo hermano menor sigue hoy en día manejando entre bambalinas al separatismo de la barretina. Don Narciso era cercano a la Lliga Regionalista –embrión de la posterior Convergencia–y en su juventud había sido secretario de Francesc Cambó, por lo que su sobrino disfrutó de su extensa agenda para hacer caja en los estertores de la dictadura.

Tras obtener cierto reconocimiento profesional y económico Serra se embarcó en el PSC en 1978 con la esperanza de progresar en el mundo de la política pero con el deseo secreto de presidir La Caixa, no Caixa Catalunya, sino la gran Caixa, la que había presidido su tío Narciso y que en aquellos momentos estaba bajo el mando de Josep Vilarasau. Después de su paso por la London School of Economics y su doctorado por la Universidad Autónoma de Barcelona creía que podía aspirar a gobernar la primera entidad financiera de Cataluña y una de las tres más importantes de España. Afortunadamente no se lo permitieron y se conformó con la alcaldía de la Ciudad Condal tras ganar las primeras elecciones municipales de la democracia.

UN ANTIMILITAR AL FRENTE DEL MINISTERIO DE DEFENSA

Sin embargo las aspiraciones de Narcís Serra eran mucho mayores. La ambición siempre fue un rasgo preponderante de su personalidad y, tras la histórica victoria del PSOE en los comicios generales de 1982 fue nombrado ministro de Defensa. Y ello a pesar de que había sido un antimilitar que se había librado de la mili por su vista deficiente y por tener los pies planos. No tuvo problema en ser el artífice del cambio de opinión del PSOE respecto a la entrada de España en la OTAN olvidando el octavo mandamiento. Una decepción para su tía Mercedes, que quiso que su sobrino se convirtiera en cura y que antes de tomar los hábitos prefirió decantarse por las alfombras de la política y el oropel de los consejos de administración.

Sus biógrafos dicen que fue el responsable de modernizar y democratizar al Ejercito español, pero nada más lejos de la realidad. Lo que sí hizo fue manejar el Ministerio como si fuera su cortijo y, con la ayuda de Eduardo Serra, apuntarse el tanto de haber alejado la tentación golpista mientras gastaba dinero a espuertas en oscuras operaciones en las que primaron los intereses políticos y comerciales. Entre 1982 y 1987 el agujero sin justificar rondó los 160.000 millones de pesetas de la época. Fue la primera vez que Narcís demostró que podía hacer desaparecer ingentes cantidades de dinero público sin mayores consecuencias.

UN PIANO CON DINERO PÚBLICO PARA SU CASA DE EL VISO

A finales de 1988, Diario 16 desveló a toda página que Serra se había comprado un piano con fondos públicos del Ministerio de Defensa y que, ni corto ni perezoso, lo había instalado en el domicilio que tenía en el lujoso barrio del Viso. A partir de entonces el ministro fue conocido como “el pianista”, un calificativo que, lejos de molestarle, le hacía incluso gracia.

En un alarde de chulería, impunidad y mal gusto, pocas semanas antes de que se descubriera esta malversación de caudales públicos el mandatario participó en un programa de humor de La Trinca interpretando el himno del Pacto de Varsovia al piano. Los gritos en el seno de la Alianza Atlántica todavía resuenan en los pasillos de su sede en Bruselas. El Ministerio de Exteriores se vio obligado a enmendarle la plana a Serra justificando su actuación por ser un espacio televisivo “de gracietas”, algo que no convenció a los altos mandos militares del organismo.

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Aunque quizá por lo que sea más recordado el entonces ministro fue por su viaje al Golfo Pérsico en la Nochebuena de 1990, donde el y su mujer compartieron mesa y mantel en la fragata Numancia con Marta Sánchez y su grupo Olé Olé, que previamente había interpretado su hit musical Soldados del amor en la cubierta del barco ante la atenta mirada de los quintos españoles, que estaban allí contra su voluntad con motivo de la primera guerra del Golfo, la que paso a la historia como la operación “Tormenta del desierto”. Narcís protagonizó la anécdota de la jornada, al dar un inoportuno traspiés que casi le hace caer al mar cuando subía a la fragata en el puerto de Abu Dabi. Algunos atribuyeron el suceso a los pies planos del ministro aunque otros pensaron que el tropiezo se produjo por simple torpeza.

A pesar de este cúmulo de despropósitos (y nos dejamos varios en el tintero por cuestiones de espacio) Serra fue nombrado vicepresidente del Gobierno en 1991 tras la dimisión de Alfonso Guerra por los escándalos de su hermano. Aquí se demostraba que Guerra y González tenían diferente forma de ver la política. Mientras el descamisado se marchaba ante el menor indicio de corrupción el presidente se atornillaba al sillón de la Moncloa –acosado la prensa que no bebía en el pesebre socialista destapaba los trapos sucios de aquel Gobierno de la infamia– y ascendía a un hombre que si algo había demostrado era su capacidad para salir indemne de todas las situaciones complicadas.

MATAR A ROLDÁN PARA PROTEGER A FELIPE

Mariano Guindal asegura en El declive de los dioses (Planeta 2011) que Felipe González llegó a plantearse no presentarse a la reelección en 1993 y que fuera Narcís el candidato, pero el sueño del catalán concluyó cuando se destapó el caso de las escuchas ilegales del CESID. Pero antes de salir del Ejecutivo le dio tiempo a encargar a Luis Roldán el espionaje ilegal a Mario Conde para acabar con las aspiraciones políticas del banquero. Según el periodista Pedro J. Ramírez, Serra quiso acabar años después con la vida del ex director general de la Guardia Civil y ordenó su asesinato cuando esté se encontraba en busca y captura por haberse enriquecido con el maná de los fondos reservados.

En estas condiciones cualquier político pasaría a ser un apestado pero, en lugar de ser apartado de todo cargo relevante, meses después de su tormentosa salida del Ejecutivo Serra logró que el PSC le entregara en bandeja la gestión de Caixa Catalunya y en siete años generó un descuadre superior al que se llevó por delante a la Banca Catalana de Jordi Pujol o a la Cajamadrid de Blesa y Rato. Cuando el ex viepresidente llegó a la entidad se autonombró “presidente representativo sin sueldo” pero el cargo era sólo para despistar. En realidad ingresaba unos 200.000 euros anuales en concepto de “gastos representación”.

Serra fue nombrado vicepresidente del Gobierno en 1991 tras la dimisión de Alfonso Guerra por los escándalos de su hermano

Bajo su mandato la entidad financiera realizó practicas deleznables, como pedir a los trabajadores de las sucursales que colocaran participaciones preferentes (deuda perpetua) a sus familiares y amigos para cumplir las cuotas mínimas y, si no era suficiente, mediante la búsqueda a destajo en las páginas amarillas. Además, a los que no lograban vender los suficientes productos de alto riesgo a personas con pocos conocimientos financieros se les calificaba de “gusanos” y se les amenazaba con el despido.

SAQUEO DE CAIXA CATALUNYA, RESCATE Y ENTREGA A BBVA

Esa era la Caixa Catalunya que posteriormente fue rescatada, saneada y entregada a BBVA por 1.187 millones de euros para que Francisco González tuviera munición para competir con Isidro Fainé en Cataluña. Fuentes financieras aseguran que Emilio Botín pujó en la subasta con la sola intención de que BBVA pagara de más por hacerse con la caja, pero la verdad es que a pesar del desembolso le salió bien la jugada a FG.

Bajo la batuta del “pianista de la Trinca” –apodo que causaba furor en sus años de ministro– Caixa Catalunya realizó operaciones inmobiliarias cuya legalidad están analizando los tribunales, como la creación de su filial Procam para construir viviendas en Polonia que eran financiadas por la entidad. “Si las cosas salían bien los beneficios se repartían a medias, pero sí salían mal la gran parte de la pérdida era para el que había puesto el dinero, es decir, para la matriz Caixa Catalunya”, explica el diputado de Ciudadanos, Francisco de la Torre.

Cuando Serra vio que estaba en un callejón sin salida contrató a Adolf Todó como director general y le puso un sueldo de estrella de fútbol para que evitara el hundimiento. El directivo se llevó casi un millón de euros anuales mientras Serra compatibilizaba la presidencia con la representación de la entidad en los consejos de Gas Natural y del Grupo Agbar, cobrando grandes emolumentos por ello.

Viendo el tsunami que se avecinaba, Narcís intentó que el Gobierno y el Banco de España autorizaran un manguerazo de liquidez indiscriminado para nutrir los balances de todas las cajas de ahorros sin distinción, pero no tuvo éxito. Su compañero de partido Miguel Ángel Fernández Ordóñez, con el que había sacado en adelante en 1985 la reforma de la Ley de Cajas para permitir que políticos y sindicalistas las saquearan sin piedad, le dejó en la estacada.

Entonces Serra decidió que lo mejor era subirle el sueldo a todos los miembros del consejo de administración y aquí paz y después gloria. Los sobresueldos se pagaron mientras la entidad estaba siendo intervenida por el Estado a través del FROB. Ahora la Audiencia de Barcelona considera que este aumento de las remuneraciones –que el Fiscal califica de saqueo– no puede considerarse delictivo porque “lejos de pretender un perjuicio patrimonial a la entidad perseguía todo lo contrario”, al premiar a los directivos para que intentaran evitar la quiebra. Un argumento de peso donde los haya ¿no creen?. Y luego quieren que los ciudadanos confíen en la Justicia.