Mileuristas perpetuos

El término mileurista se empezó a acuñar a mediados de la década pasada, como un vocablo que representaba la protesta de los jóvenes ante un mercado laboral que no les retribuía suficientemente su trabajo y su esfuerzo, amén de los años pasados estudiando en centros universitarios o de formación profesional. Han pasado unos años, y se ha vuelto a acuñar otro término, el de “nimileurista”, para indicar a aquellos que ganan menos de mil euros al mes, diez años después de que se hubiera identificado al proletariado urbano con aquellos que ganaban menos de mil euros.

La verdad es que hablar de salarios es fácil; todo el mundo lo hace, pero a veces, interesa evaluar si realmente se han producido cambios tan drásticos en las últimas décadas en relación con lo que cobran de media los trabajadores españoles. Si dejamos fuera los años ochenta, que fue una época de reformas y de transición del “tardofranquismo” a la democracia, podemos observar que el salario medio mensual en España en 1991 era de 925 €, lo cual, como es bastante lejano, nos parece normal. Sin embargo, si tomamos los datos (no necesariamente claros en las estadísticas oficiales) de cómo ha evolucionado dicho concepto en los veinticinco años siguientes, nos podemos llevar alguna sorpresa.

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Es cierto que el salario medio mensual se ha duplicado en dicho cuarto de siglo, pasando de los 925 € citados a 1.888 € en 2016, pero también tenemos que tener en cuenta que los precios han subido mucho en dicho período, concretamente un 93%, es decir, la capacidad adquisitiva de los salarios de los españolitos de a pie, que no tienen cuentas en paraísos fiscales ni se han dedicado a la política, se ha reducido casi a la mitad, por lo que, a efectos comparativos, lo primero que hay que hacer es deflactar los salarios, para hacerlos comparables. Una vez hecho esto, nos sale una serie de salarios medios por año que tiene muy poca variación. Desde el año 1991 hasta 2007, apenas se habían incrementado los salarios en términos reales en un 5%, y sin que hubiera casi dispersión, es decir, lo que subía la inflación subían los salarios, año tras año, en un pacto tácito entre sindicatos y empresarios.

En los dieciséis años a los que hemos hecho referencia, hubo gobiernos socialistas y populares, y épocas de crisis y de bonanza, pero lo que eran rentas del trabajo se mantuvieron casi constantes en términos medios, lo que es un indicador de la fuerte rigidez del mercado laboral español. Pero en 2008 llegó la crisis, y lo que en principio cabía esperar, no ocurrió, es decir, el salario medio, en lugar de disminuir se incrementó en un 10%, llegando en pocos meses al nivel actual entre 2008 y 2009, para luego quedarse plano en términos nominales. La razón es mucho más sencilla de lo que parece, puesto que lo que ocurrió fue que el mercado expulsó del sistema a tres millones de trabajadores poco cualificados y con salarios bajos, con lo que la media salarial subió hasta los 1.057 € en términos reales en el año 2009, máximo histórico, que suponía casi un 15% más que en 1991.

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A partir de 2009, cuando por fin nuestros próceres se dieron cuenta de que aquello no era una “suave desaceleración económica”, los salarios nominales se mantuvieron, con lo que la capacidad adquisitiva fue disminuyendo hasta los 979 € de 2016, tomando como base los indicadores de precios y salarios de 1991, es decir, que, en un cuarto de siglo, los salarios medios de los españoles apenas han subido un 5,87%. Atrás queda lo de “España va bien”, “los españoles somos los alemanes del sur de Europa”, y demás eslogan de marketing político, que tanto les gustan a los que asesoran a nuestros partidos políticos en materia de comunicación.

España es y ha seguido siendo siempre un país con escaso tejido industrial, con un preocupante minifundismo empresarial, con un nivel intelectual muy bajo en nuestro empresariado, con unos índices también bajos en I+D+i, y sobre todo con una clase política preocupada básicamente por su permanencia en el poder y por la búsqueda del cortoplacismo de los votos.

El problema del paro

El que un país que viene de una dictadura no crezca en materia de salarios, es un hecho poco habitual. El que además mantenga un paro estructural tan importante, y probablemente el mayor de Europa occidental, tampoco es algo de lo que tengamos que enorgullecernos. Que los salarios españoles sean casi la mitad de sus homónimos europeos no es ni explicable, puesto que todos competimos en el mismo mercado. Y que los sindicatos “de clase” lleven tantos años sin denunciar esta situación, y sin poner medios para que se establezca un plan a medio y largo plazo para converger en materia salarial con Europa, dice mucho de porqué seguimos estando donde estamos.

Hace unos meses, en una tertulia radiofónica, le planteé al presidente de la Cámara de Comercio de España, Sr. Bonet, el problema al que he hecho referencia, y después de unos segundos de silencio, se salió por la tangente y me indicó que “los salarios en España históricamente han sido mucho más bajos que en el resto de Europa; es una cuestión histórica”. La respuesta lo único que encubre es la incapacidad del empresariado español para competir en igualdad de condiciones con el resto de los empresarios europeos. Si no pagan la mitad de costes laborales no pueden exportar, y ello condena a nuestro país a un déficit público permanente, puesto que, si las rentas del trabajo fueran el doble, se ingresaría el doble de IRPF, y probablemente un 75% más de IVA, con lo que a lo mejor hasta podíamos dejar de emitir deuda pública.

En fin, no le demos más vueltas; ésta la vida, el tiempo y el lugar en el que nos ha tocado vivir, y tenemos que aceptarlo como es. Lo que no sabemos es lo que tardará el suflé en desinflarse, mientras observamos el auge de populismos no deseados, a la vez que nuestros políticos se dicen a sí mismos la célebre frase de Horacio: “carpe diem quam minimum credula postero”, que traducida para buena parte de los que ya estudiaron con la LOGSE (y después se apuntaron a las juventudes de algún partido político) significa “aprovecha cada día, no te fíes del mañana”; y eso es lo que hacen nuestros políticos, aprovecharse cada día todo lo que pueden.