La Europa necesaria

El 4 de marzo pasado el Presidente francés, Emmanuel Macron, dirigió una carta a todos los ciudadanos europeos. No hubiera sido imaginable, no hace mucho, que un Jefe de Estado o de Gobierno se dirigiese a todos los ciudadanos de la Unión Europea para decirles cómo debería mejorarse la Unión, reclamando, aunque no lo diga explícitamente, su voto en las próximas elecciones europeas para quienes compartan sus ideas.

Se fortalece, así, el carácter transfronterizo de la política en la UE porque la vocación de esta última, su “destino manifiesto”, solo puede ser una creciente integración política y económica de los Estados que son sus miembros hacia una “unicidad”, aunque respetuosa de los particularismos europeos y de cada país.

El Presidente galo busca un “renacimiento europeo” en torno a los temas de libertad, protección y progreso. Para ello presenta un abanico de propuestas. Para empezar, revisar el espacio Schengen, buscando un control riguroso de las fronteras y una misma política solidaria de asilo. Quiere proteger, a la vez, los valores y las fronteras. También propone la creación de un Consejo de Seguridad Europea, que asociaría al Reino Unido, para preparar las decisiones colectivas de la UE en materia de defensa. Aboga por un Tratado de Defensa y Seguridad, vinculado con la OTAN; por una cláusula de defensa mutua europea “operativa”; y por un incremento de los gastos militares.

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La vinculación de la Unión con el RU en materia de defensa también tendrá que considerar, aunque no lo señale Macron, la disuasión nuclear, que solo disponen en Europa occidental ese país y Francia y que tendrá que acabar amparando a todos los socios europeos que deberán, evidentemente, compartir su gasto y sus cargas. Un día habrá que considerar la presencia de la UE en el Consejo de Seguridad de la ONU a través, al menos, de Francia.

También propone una Agencia de protección de las democracias para mantener sus valores y combatir tanto las “fake news” como la propagación del odio por las redes. Considera necesaria una reglamentación estricta para las empresas dominantes de Internet, además de su supervisión europea, y una reforma “política” de la competencia con una preferencia por lo europeo como hacen con sus propias empresas en China o EEUU. Plantea un “escudo social” que complemente los imprescindibles avances integradores en cuestiones económicas y financieras y un Banco del Clima para financiar la transición ecológica.

Habla de un Pacto de Futuro con África (un continente tan vecino) para su desarrollo, centrándose en inversiones, en partenariados de cooperación universitaria y en la educación femenina (no menciona a América Latina, pero en Madrid se lo pueden recordar) y oferta una Conferencia para Europa (a finales de 2019) que congregaría a representantes de Instituciones europeas y de los países miembros con representaciones, asimismo, de ciudadanos, universidades, agentes sociales y de líderes religiosos y espirituales, de hecho, una Asamblea sui generis refundacional.

Con ello Macron pretende reaccionar ante las críticas a la Unión, percibida por muchos como ineficiente; impasible ante el cambio climático; anuladora de las soberanías nacionales; e intrusiva en temas de defensa. Se la acusa de no habernos amparado frente a la crisis; de no estar preparada para la siguiente; de consagrar una división Norte-Sur; y de ser ambigua sobre su futura gobernanza económica, sin considerar, además, los aspectos sociales.

Hay que vacunarse de la contaminación del Brexit y de los nacionalismos que son destructivos para la integración del Viejo Continente. Debemos recuperar el ideal común de paz y progreso, favoreciendo una economía europea integrada, aspectos fiscales incluidos; una visión social común; una política exterior comunitaria favorable al multilateralismo y a la ecología; así como una mayor responsabilización europea de su defensa y seguridad. Objetivos muy ambiciosos, sin duda, pero necesarios, aunque el primer obstáculo por superar será el de convencer a Alemania.

Carlos Miranda es Embajador de España