Jorge Padilla: “Si queremos un cambio ambiental, tenemos que afrontar los costes”

El experto en mercados eléctricos participó esta semana en la tercera edición de las conferencias de alto nivel Energy Prospectives, organizadas por la Fundación Naturgy y el IESE Business School, y habló sobre la necesidad de retribuir adecuadamente la capacidad del sistema y de crear más mercado para que los operadores dispongan de las señales adecuadas de inversión.

¿Qué errores han cometido Europa, y España en particular, en política energética?

Se han cometido muchos errores, de hecho, pero fundamentalmente, la inconsistencia temporal sobre lo que se quería obtener y como se quería obtener. Inicialmente decidimos liberalizar, porque queríamos promover una inversión eficiente. Pero la confianza en el mercado duró poco, y los reguladores empezaron a ponerle trabas, a restringir la libertad de precios de las empresas, a controlar sus decisiones de capacidad,…. Y esto desvirtuó el mercado y generó dudas a los operadores sobre la rentabilidad de sus inversiones.

Todo esto se complicó mucho más tarde cuando a las políticas energéticas se les colocó encima la política medioambiental. Porque el mercado, que era el que tenía que dictar quién invertía y qué plantas se introducían, dejó de tener esa función, ya que la entrada se producía por una decisión de política ambiental.

¿Qué errores se cometieron en ese momento? No reaccionar y no saber mirar a largo plazo. Puede ser justificable, porque predecir el futuro es una cosa muy complicada, pero ahora sería imperdonable no reaccionar y corregir esos errores.

Alguna cosa habremos hecho bien…

Muchas. En el marco anterior a la liberalización, había empresas que desde de un punto de vista productivo eran altamente ineficientes, muchas de ellas controladas por el sector público, con exceso de mano de obra. En el periodo inicial de la liberalización, las señales de precios permitieron, por ejemplo, un desplazamiento del mix energético desde el carbón y el fuel al gas y los ciclos combinados. Todos estos hechos son positivos.

Son acontecimientos más recientes, los que tienen que ver con la política ambiental, los que han venido a agravar los problemas de partida que tenía el mercado y a hacerlos prácticamente insostenibles, razón por la que ahora tenemos que modificar.

Es precisamente por esos éxitos que no defiendo una vuelta a atrás, lo que en España se conocía como marco legal estable, sino dar un paso adelante en la creación de nuevos mercados y en la dotación de nuevos instrumentos que resuelvan los problemas existentes, sin intentar volver al día antes, porque no era deseable.

¿Esto es a lo que se refiere cuando habla de que debe haber un precio por la energía y un precio por capacidad?

Exactamente, si pensamos que el precio de la energía no nos proporciona la información ni los incentivos necesarios para tomar decisiones de entrada, y pensamos que es porque hay capacidad que es necesaria para el sistema aunque no se utilice siempre, pues tenemos que remunerar esa capacidad. Pero no lo hagamos de manera arbitraria, sino a través de un mecanismo de mercado que genere precios para la capacidad. Eso es dar un paso hacia adelante, eso es crear más mercado.

¿La transición energética, entonces, nos va a salir cara?

La transición energética es costosa. Y no la van a pagar las generaciones futuras en su totalidad. Parte de ello lo tenemos que pagar nosotros. Si queremos que haya un cambio ambiental, tenemos que afrontar esos costes. No hay nada gratis en este mundo y la transición energética tampoco.

¿Estamos preparados como sociedad para todos los cambios que representa la transición energética?

Yo creo que la mayoría de la población no es consciente de los costes que conlleva la transición energética para luchar contra el cambio climático. Pero el cambio climático es un problema de una magnitud tan importante, que tendremos que concienciarnos tarde o pronto. Y más vale que lo hagamos antes de que, ex post, tengamos que afrontar los costes que genera.  A nuestros hijos le estamos dejando ya unos volúmenes de deuda pública elevadísimos, si además les dejamos un mundo invivible, qué tipo de personas somos.

¿Qué tendría que hacer entonces España para que la transición energética sea un éxito?

Yo soy partidario de la carbon tax. No vamos a hacer una transición energética si solo, y exclusivamente, nos centramos en reducir las emisiones en la producción de electricidad. Tenemos que reducir emisiones en muchos otros sectores de la economía, quizá el más importante es el transporte. Necesitamos un impuesto sobre el carbono, pero como todo impuesto, duele, por lo que tenemos que asegurar que los ingresos que generamos por esa vía los destinamos, por ejemplo, a gasto social o a reducciones del impuesto sobre la renta. En mi opinión, sería deseable utilizarlo para reducir costes laborales, de cotización, de tal manera que esos ingresos adicionales sirvieran para aumentar el empleo y el crecimiento económico.

La futura comisaria europea de la Energía ha dicho que diseñará una política centrada en el cambio climático pero sin mermar la competitividad de las empresas vía precios. ¿Esto significa que hasta ahora no se ha tenido en cuenta el pilar de la competitividad, que era uno de los tres pilares sobre los que sustentaba la política energética?

Eso significa que hay determinados rivales estratégicos de la Unión Europea que con políticas ambientales muy diferentes a la nuestra, se benefician de tener unos costes energéticos más reducidos. Necesitamos equilibrar el campo de juego, para que nuestras empresas no sean menos competitivas como consecuencia de que estamos proporcionando un bien público a la humanidad en su conjunto.

Tenemos que incentivar a otros países y una forma de hacerlo es generar un impuesto en frontera, que compense la ventaja competitiva que les otorga a esas empresas de fuera de Europa el hecho de que sus estados no luchen contra el cambio climático.

¿El gas es un elemento clave en la transición energética?

De todas las energías que pueden proporcionar flexibilidad y firmeza, hoy por hoy, en ausencia de tecnologías de almacenamiento creíbles, el gas es la que menos contamina, la más abundante, y además tiene una producción relativamente distribuida, por lo que geoestratégicamente tiene una mayor seguridad. Apostar por el gas es sensato, es un complemento adecuado para una estrategia de energías renovables como la que propone el green deal de la Unión Europea.