El batacazo de la hipoteca inversa y el seguro de dependencia

Justo antes de la explosión de la crisis, las entidades financieras ofertaron algunos productos de ahorro relacionados con la jubilación. Por un lado, la hipoteca inversa; por otro, el seguro de dependencia. Una década después, ambos han sufrido un tremendo batacazo porque los españoles, prácticamente, les han dado de lado.

“Aunque no existen estadísticas sobre hipotecas inversas, se considera que el desarrollo de este producto en España desde su nacimiento a finales de 2007 ha sido muy marginal”, se puede leer en el informe ‘Sector asegurador: impacto de las tendencias macroeconómicas y demografías’ del Instituto Española de Analistas Financieras (IEAF) en colaboración con la Fundación de Estudios Financieros (FEF).

En el mismo, elaborado por Mercedes Ayuso y Montserrat Guillén, de la Universidad de Barcelona, e Inmaculada Domínguez, de la Universidad de Extremadura, también se pone de manifiesto que el seguro de dependencia “es un producto que no acaba de despegar”. En este último caso, sí hay estadísticas que así lo corroboran: su comercialización arrancó en diciembre de 2007, y una década después, sólo se contabilizan en España 38.389 asegurados.

El desarrollo de la hipoteca inversa en España desde su nacimiento a finales de 2007 ha sido muy marginal

Por tanto, se trata del 0,1% del total de asegurados de pólizas de vida, una cifra ridícula. ¿Traducido a euros? Unos 21,7 millones, es decir, el 0,01% del total de provisiones técnicas en seguros de vida, según datos de ICEA.

HIPOTECA INVERSA: LAS RAZONES DE SU FRACASO

La hipoteca inversa se define como un préstamo garantizado, destinado a personas mayores de 65 años (o que tengan una dependencia severa o gran dependencia), por el que éstos reciben una renta mensual mientras vivan, y cuya garantía es la vivienda que tienen en propiedad.

¿Por qué su estrepitoso fracaso? “Cuando aparecieron, el mercado no estaba maduro”, señala Mercedes Ayuso. Además, se trataba de un producto no fácilmente comprensible para el más común de los mortales, de enorme complejidad.

Para su ‘desgracia’, su nacimiento coincidió con la crisis inmobiliaria, que desinfló el precio de la vivienda. Otros hándicaps fueron el coste que conllevaba contratarla, la idiosincrasia hispana (que reniega de dejar en herencia una vivienda con cargas a los hijos), y las posibles reclamaciones que hicieron que los bancos no la ofertaran debidamente. Por si fuera poco, la política de bajos tipos de interés impulsada por el BCE generaba unas rentabilidades mínimas.

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A su ‘hermano’, el seguro de dependencia, tampoco le ha ido mucho mejor, como lo demuestran las estadísticas anteriormente citadas. En su caso, uno de los elementos que han devenido en el poco interés por parte de los ciudadanos tiene que ver con su falta de mentalización.

Atendiendo al estudio de IEAF y FEF, los españoles no vislumbran su futuro alejado de sus seres más queridos. Por eso, en el caso de acabar en una situación de dependencia, están convencidos de que será el entorno familiar el que se hará cargo de sus cuidados. Si no fuese así, el estado del bienestar, es decir, cualquier administración pública, cubriría sus necesidades.

Eso no quiere decir que el hecho de ser un producto prácticamente desconocido, o la crisis, hayan sido determinantes en su despegue fallido. “Los incentivos fiscales que se han establecido para fomentar el desarrollo de los seguros privados de dependencia pueden considerarse insuficientes”, recalcan en el estudio. Y ello ha dado como fruto la baja contratación de hipotecas inversas y seguros de dependencia.