Francisco González, el último ‘negrito’ de la banca española

De derechas y del Real Madrid. Como Dios manda. Así es Francisco González, el eterno presidente de BBVA que, si nada ni nadie lo remedia, cederá el timón del segundo buque financiero español el próximo año.

Tras la salida de César Alierta de Telefónica, FG es el último negrito que queda de las privatizaciones realizadas por el Gobierno de José María Aznar, término que en las instancias cercanas al poder se utiliza para definir a los presidentes de corporaciones colocados a dedo  en la ola privatizadora de finales de los años noventa del pasado siglo.

La filiación política del presidente de BBVA está fuera de toda duda y las ha tenido tiesas con el PSOE, especialmente en la etapa de Zapatero cuando salvó in extremis un órdago lanzado por la Sacyr de Luis del Rivero en una operación de asalto respaldada por el entonces ministro de Industria, Miguel Sebastián; que quiso así vengarse de su antiguo jefe tras haberle despedido de su puesto de director del Servicio de Estudios de BBVA, cargo del que salió tarifando por cuestionar las políticas económicas del entonces intocable Rodrigo Rato, gran amigo y principal valedor de la carrera profesional de FG.

La afición de González por el club de fútbol merengue viene de lejos, quizás porque su provincia natal (Lugo) no tiene equipo en primera división. El banquero gallego asiste a los partidos que juega el Madrid en el Santiago Bernabéu pero nunca se le puede ver en el Palco, lugar que evita frecuentar para no cruzarse con políticos, empresarios y periodistas, de los que huye como de la peste. El presidente de BBVA disfruta del juego del Real Madrid desde su asiento de abonado, como uno más de los miles de socios que acuden al coliseo blanco y se llevan el bocadillo de casa. Los que le conocen aseguran que una de las grandes obsesiones de González es limpiar su imagen de enchufado del PP en particular y del mundo político en general, motivo por el cual se aleja de los focos y elude los saraos siempre que tiene la posibilidad de hacerlo.

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Aunque le gusta el fútbol su gran pasión es el golf, deporte que practica con notable éxito. A sus 73 años tiene un hándicap de 15,8 que, aunque no le sirve para superar a su gran rival Ana Patricia Botín, le sitúa en el top ten de los directivos del Ibex a la hora de encarar los 18 hoyos. Y es que la presidenta del Santander es la número 1 con una ventaja de tan sólo 7,8 golpes sobre par, una cuestión que le quita menos el sueño a González que el hecho, constatado, de que el banco cántabro supera a BBVA en casi todas las rúbricas de la cuenta de resultados. FG es socio del club de golf de La Moraleja donde acude con frecuencia a practicar su pasión. No es un jugador que se caracterice por dar propinas a pesar de ganar cerca de seis millones de euros anuales, hasta el punto de que los que hacen de caddie no suelen recibir recompensa alguna por asistirle durante los partidos. Quizás así se amasa una fortuna de cerca de 100 millones de euros.

FG también disfruta castigándose en el gimnasio particular que tiene junto a su despacho. Al menos así ha sido durante las décadas que ha pasado en la cima de la gran torre que aún tiene BBVA en el madrileño Paseo de la Castellana. Hace pocos mesesque finalmente se ha mudado a regañadientes rumbo a la flamante ciudad financiera que tiene el banco en Las Tablas –en el edificio conocido como “la vela”– donde también se ha llevado el gimnasio a cuestas junto con el resto de sus enseres. A González le costó mucho aceptar el traslado a la nueva sede y se hizo el remolón manteniendo su puesto de mando en la histórica torre de BBVA, que le queda muy cerca del domicilio que tiene en el barrio de El Viso.

Una de las grandes obsesiones de González es limpiar su imagen de enchufado del PP en particular y del mundo político en general

El rascacielos diseñado por el arquitecto Sáenz de Olza tiene mucha historia. En su planta 27 se mantuvieron reuniones para determinar el futuro de Banesto tras su intervención según asegura Mario Conde en su libro Días de Gloria, aunque para FG tiene una importancia simbólica especial al estar situado a pocos metros de lo que fue el edificio Windsor, antigua sede de Deloitte que ardió casi hasta sus cimientos.

En aquellas oficinas devoradas por el fuego se encontraba una misteriosa auditoría realizada a la sociedad de valores FG Inversiones Bursátiles, que fue solicitada por la Fiscalía Anticorrupción para esclarecer el pelotazo que dio Francisco González al vender la citada compañía a Merryll Lynch por 3.700 millones de pesetas en 1996 (unos 30 millones de euros de la época) antes de comenzar su fulgurante carrera como banquero. Meses después de la transacción Aznar le puso al frente de Argentaria por su amistad con Rato y tres años después la entidad semiestatalse fusionó con Banco Bilbao Vizcaya en una operación en la que el pez grande se comió al chico, permitiendo a FG adelantar por la derecha al clan de Neguri poniéndose al frente del consejo de administración del recién creado BBVA.

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En lo personal, González es una persona famosa por mantener las distancias y, en ocasiones, por ser un hombre hosco y antipático, aunque cuando baja las defensas es un hombre afable y sencillo. El se defendía en una reciente entrevista a ABC  justificando su actitud por la “necesidad de mantener las distancias para que ninguna sombra de duda se cierna sobre la independencia del banco”.

Sirva como ejemplo su oposición numantina a ceder a presiones políticas como sucedió el caso de la salida a Bolsa de Bankia, operación en la que no participó BBVA a pesar de las peticiones/presiones que recibió del Palacio de Moncloa y del Banco de España. Sin embargo no es oro todo lo que reluce, ya que el periodista Francisco Mercado ha publicado una serie de artículos en los que ha denunciado un presunto trato de favor de BBVA al grupo empresarial que tejió Rodrigo Rato para blanquear capitales y eludir dinero al Fisco, según las investigaciones de la Agencia Tributaria.

El principal objetivo en estos momentos de FG es diseñar su salida de BBVA para obtener una jugosa pensión. Fuentes internas de la entidad financiera indican que ha encargado la tarea a uno de sus principales hombres de confianza: el consejero  José Antonio Fernández Rivero. Este directivo participó en la fusión del banco vasco con Argentaria y es una de las pocas personas de las que se fía el todavía presidente. Se marchará en 2019 siempre y cuando no vuelva a modificar los estatutos de la entidad para prorrogar su mandato, como ya hizo en la primera mitad de 2016 para aplazar su retirada tres años más, una reforma que fue posteriormente aprobada a la búlgara en Junta General de Accionistas. En aquella votación se dirimió también refrendar al nuevo número dos de la entidad financiera, Carlos Torres, que sustituyó a Ángel Cano para impulsar el negocio digital de BBVA, que es la prioridad absoluta del banco en estos momentos.

Tiene un hándicap de 15,8 que, aunque no le sirve para superar a su gran rival Ana Patricia Botín, le sitúa en el top ten de los directivos del Ibex a la hora de encarar los 18 hoyos

Torres es el favorito para suceder a González, aunque desde hace unas semanas el CEO del grupo está con la mosca detrás de la oreja por la incorporación de Jaime Caruana al consejo de administración de la entidad, al que ve como un posible rival a pesar de su condición de consejero “independiente”. Otro que tiene muchas papeletas para convertirse en presidente de BBVA es José Ignacio Goirigolzarri, actual máximo responsable de Bankia y que contaba con el respaldo del Gobierno de Rajoy para pilotar el grupo tras una fusión que se iba a producir coincidiendo con la salida de FG, una vez que el Estado hubiera salido completamente del capital de Bankia.

Está por ver si Pedro Sánchez ampara una operación que el expresidente Zapatero vería con buenos ojos, aunque fuera sólo para devolverle la moneda a FG, cuya relación con Goirigolzarri terminó de forma abrupta cuando este último salió de BBVA en 2009 cuando era el consejero delegado y aspirante al trono del banco. La decisión de González de agarrarse al sillón unos años más fue determinante para que el banquero vasco decidiera abandonar el barco.

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Los accionistas de BBVA no están contentos con la gestión de FG, cuyo consejo de administración ha ido aprobando sucesivas subidas salariales para altos cargos al mismo tiempo que el valor de los títulos de la entidad perdían valor en Bolsa. No hay Junta General de Accionistas en el que no surjan dos o tres intervenciones que se lo recuerden. El siempre asiste a estas reclamaciones con cara de pocos amigos, esperando a que termine el rapapolvo.

Y es que a pesar de que lleva en el cargo veinte años sus negocios no son siempre exitosos. Y si no que se lo digan a su hija, Beatriz González, que hasta hace poco presidía Belegar Inversiones, sociedad heredera de la citada FG Inversiones Bursátiles que ha llegado a registrar perdidas bajo la administración del propio González y de su esposa, María del Carmen Ordóñez. No deja de ser una paradoja que el principal activo de esta sociedad de valores es acciones de BBVA que ha usado como garantía para obtener diversos prestamos a pesar de que la cotización de los títulos del banco lleva años sin levantar cabeza.