Clemente González Soler, el gallego que puede salvar Alcoa

En juego están los 700 empleos directos de las plantas de la multinacional Alcoa en A Coruña y Avilés. De momento, y según fuentes del ministerio de Industria, Comercio y Turismo, como de los sindicatos, son varias las ofertas que se han recibido para su posible compra. Será el próximo 25 de abril cuando miembros del ministerio, con representantes de la dirección de Alcoa, se vuelvan a reunir para ver las ofertas. La multinacional estadounidense, una vez hecha la selección, tendrá hasta el 30 de junio para decidir.

Bien es sabido que, por parte del Ejecutivo, las preferencias apuntan a que sea una compañía española la que acabe llevándose ‘el gato al agua’. Ya ocurrió con Vestas, la firma radicada en la localidad leonesa de Villadangos del Páramo, cuyas riendas desde el pasado 1 de enero las lleva la también española Network Steel.

Las apuestas, como se suele decir, están abiertas, pero si se sigue el predicamento del Gobierno presidido por Pedro Sánchez, quien lleva las de ganar es un gallego, nacido en Santiago de Compostela, por más señas. Se trata de Clemente González Soler, hijo de un antiguo alcalde de la ciudad del apóstol, y a la sazón presidente y fundador del grupo industrial y tecnológico Alibérico.

Si echamos la vista atrás, hace un par de años Clemente González ya dejó ver su interés por, en aquella ocasión, las tres plantas de Alcoa en España (a las dos ya citadas hay que unir la de San Ciprián, en Lugo). Fundado en 1997, Grupo Alibérico ha hecho del crecimiento, la innovación y la internacionalización su razón de ser. Cuenta con 35 empresas, con 17 fábricas en cuatro continentes (Europa, Norte de África, Norteamerica y Australia), diez de ellas en España. En su plan estratégico ‘Horizón 2020’ prevé elevar su facturación hasta los 1.000 millones de euros. El 80% de sus ventas procede del exterior.

Las previsiones del Grupo Alibérico son llegar a los 1.000 millones de facturación en el año 2020

Pero, ¿quién es Clemente González Soler? Ingeniero aeronáutico, su carrera profesional en el mundo del aluminio arrancó en Alicante, allá por 1972, cuando entró como becario en la planta de Endasa (Empresa Nacional de Aluminio). Sólo cuatro años después, y con sólo 26 años, alcanzó el puesto de responsable de Ingeniería, para ser nombrado un lustro después director comercial.

Ya en 1990, y tras una aventura en solitario, se enroló en las filas de la multinacional Alcan, para en 1996 retomar el caminar ‘en solitario’, siendo el germen de lo que hoy es Alibérico, firma que lidera junto a su esposa, María José Armero, y sus hijas, Inmaculada y María. Clemente González Soler también el presidente del Comité Ejecutivo de Ifema, miembro de la junta directiva del Instituto de la Empresa Familiar, vicepresidente de CEIM (también ha sonado para sustituir a Juan Pablo Lázaro), y miembro del Comité Ejecutivo de CEOE.

ALCOA Y ALUDIUM

Como ya ha quedado reseñado, Alibérico estuvo interesada en las tres plantas de Alcoa pero no en solitario, sino de la mano de otra de las firmas que entran en las quinielas: Aludium. Esta última, perteneciente al holding Atlas, nació en 2015 gracias a la compra de tres factorías de la propia Alcoa radicadas en Amorebieta, Alicante y Castelsarrasin (Francia), aunque su historia se remonta a seis décadas atrás.

Atlas Holding se define por ser un grupo industrial global que se dedica al fomento de empresas industriales en crecimiento con un horizonte de inversión a largo plazo. Aludium, a los mandos de Arnaud de Weert, se dedica a la fabricación de chapa, perfiles y bobinas de aluminio. Las previsiones de facturación de 2018 superaban los 600 millones de euros, con una producción de 230.000 toneladas. Exporta a 32 países y el 80% de sus ventas son allende los mares.

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En la terna también parecen estar el fondo alemán Quantum, la británica Liberty House y la alemana Trimet. ¿Qué les puede frenar a todos ellos en su afán por hacerse con las factorías de A Coruña y Avilés que tiene Alcoa en España? Sin duda, la factura eléctrica que paga la gran industria. De hecho, las firmas que conforman Aege (Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía) ya se han quejado del borrador del Estatuto del Consumidor Electrointensivo. ¿Por qué? Porque las medidas aportadas sólo rebajarían la factura en 112 millones de euros, cuando estiman que, según la normativa europea, esa cifra se podría duplicar.