De Chupa Chups a Pastas Gallo: coger el dinero y vivir de las rentas

“Hasta ahora no había recibido ninguna oferta por mi empresa y en lo que llevamos de año ya llevo siete”. Son palabras de un empresario familiar, tercera generación en el negocio, y que prefiere permanecer en el anonimato. Es solo un ejemplo más de una tendencia: Chupa Chups, Codorniu, Freixenet, Europac, Pronovias o Pastas Gallo.

“No es muy inusual pero parece que se han conjurado los astros y se han materializado más operaciones de venta de las habituales durante el año pasado”, señala Ricard Agustín, fundador de Family Business Solution. Movimientos que no son de la noche al día, sino que llevan varios años gestándose como los casos de Codorníu o Freixenet.

“Se trata de una tendencia normal conforme la propiedad va proliferando. No es lo mismo estar en la primera o la segunda generación, que en la cuarta o en la quinta. Cada vez hay más propietarios y aquel espíritu de unión se va perdiendo”, apunta Ricard Agustín.

Hay muchísimo dinero en el mercado que antes se iba a la construcción y ahora acaba en la empresa

Pero, además de estos factores, durante los últimos movimientos de venta ha aparecido uno diferente, o por decirlo así, no tan común. “Hay muchísimo dinero en el mercado que antes se iba a la construcción y ahora acaba en la empresa”, indican desde fuentes empresariales. ¿Por qué ahora? Porque son compañías que han capeado muy bien la crisis y están muy saneadas, lo que las convierte en piezas apetecibles. “El ratio de endeudamiento en las empresas familiares durante la crisis se ha reducido mucho más que en las no familiares. Esto los inversores lo miran mucho”, señalan dichas fuentes.

PASTAS GALLO SE SUBE AL CARRO

Los orígenes de Europac se remontan a finales del siglo XIX, cuando José Miguel Isidro Rincón levantó una fábrica de cartón. Sus nietos decidieron vender la compañía a la multinacional británica DS Smith por 1.667 millones de euros. “Esto no va a durar eternamente. El momento es éste. Vender o rechazar, o meter un socio estratégico y así crecer más y poder dar un salto cualitativo”, sostienen desde fuentes empresariales.

Los últimos que se han sumado a este carro vendedor han sido los herederos de Pastas Gallo, la familia Espona, una firma que vio la luz en 1947, y que tiene el cartel de ‘Se Vende’ tras haber facturado 200 millones de euros durante el pasado año. Su libro de venta lo está preparando Ernst & Young y un fondo de inversión será, finalmente, quien acabe llevándose el gato al agua.

“Los fondos tienen músculo financiero y ven a este tipo de compañías como apetecibles e interesantes”, apunta Ricard Agustín. Carlyle, por ejemplo, se hizo con Codorníu, o Blackstone apostó por Cirsa.  “Cada empresa tiene una causa”, añade.

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¿Cuáles? Por ejemplo, razones de índole personal, tensiones entre las diferentes ramas familiares, no tener una visión compartida, un descenso de la rentabilidad, voluntad de no continuar… “En aquellos que deciden vender hay muchas variables que condicionan y que no se ven, más allá de las cifras que les acaban ofreciendo y que son auténticos ‘fortunones’”, indica el fundador de Family Business Solution. También puede ocurrir que uno de los ‘remeros’ quiera bajarse del barco, y desee vender su parte, tal y como ha sucedido con los supermercados catalanes Bon Preu.

Hablando de Cataluña, es una de las comunidades autónomas donde este fenómeno se desarrolló con más intensidad durante el pasado año. En su caso, además de todo lo reseñado anteriormente, hay otro elemento ‘impulsor’, y no se trata del ‘procés’. “En Cataluña no se ha animado al empresario desde las instituciones a seguir como se debería. En País Vasco, o La Rioja, se ayuda a las empresas con protocolos familiares de relevo”, manifiesta Ricard Agustín.

¿Y qué suelen hacer con esa importante entrada de dinero en sus bolsillos? “Muchas familias, aquí y ahora, se dedican al inmobiliario. En el fondo son empresarios y van a seguir siéndolo. Como se suele decir, van a vivir de las rentas”, apostilla el fundador de Family Business Solution. Al final, de una manera u otra, el dinero acaba en el ladrillo. ¿Sucederá así en Pastas Gallo?