Llevas semanas notando que las palabras se te atascan en la punta de la lengua y empiezas a preguntarte si el estrés laboral te está pasando factura o si tu cerebro ha empezado a patinar. Lo cierto es que la ansiedad por los pequeños olvidos suele ser más síntoma de fatiga mental que de una enfermedad degenerativa, pero la duda siempre queda ahí, latente. Nos hemos acostumbrado a culpar al ritmo de vida frenético de cualquier despiste, ignorando que el cerebro tiene formas muy sutiles de pedir ayuda mucho antes de que dejemos de reconocer a nuestros nietos.
La ciencia lleva décadas utilizando herramientas sencillas para separar el grano de la paja, y una de las más potentes no requiere escáneres millonarios, sino un simple papel y un lápiz. Los neurólogos saben que dibujar una esfera con números pone a trabajar áreas cerebrales complejas que fallan estrepitosamente cuando la demencia empieza a asomar la pata. Este test, conocido como la prueba del reloj, se ha convertido en el chivato silencioso que puede anticipar un diagnóstico de alzhéimer hasta una década antes de que los síntomas sean evidentes para la familia.
Demencia: Un círculo que vale más que mil palabras
Parece un juego de niños, pero lo que ocurre dentro de tu cabeza cuando intentas plasmar un reloj analógico es una sinfonía neurológica que requiere una coordinación perfecta. Resulta fascinante comprobar que la capacidad de planificación y ejecución depende de la integridad de nuestros lóbulos frontales, esos directores de orquesta que suelen ser los primeros en dimitir cuando llega la enfermedad. No se trata solo de recordar dónde van las doce o las seis, sino de calcular espacios, visualizar el tiempo y ejecutar una orden abstracta en un espacio físico limitado.
Si el cerebro está sano, el proceso es automático y apenas requiere esfuerzo consciente, como quien se ata los cordones de los zapatos sin mirar. Sin embargo, ocurre que el deterioro de las conexiones neuronales convierte esta tarea trivial en un desafío titánico para quien sufre los primeros estragos del deterioro cognitivo. Un círculo deforme, números amontonados en una esquina o manecillas que no marcan la hora pedida no son errores de dibujo, son gritos de auxilio de un cerebro que está perdiendo su capacidad para organizar la realidad.
¿Por qué las 11:10 es la hora clave?
Aunque se puede pedir cualquier hora, los especialistas suelen solicitar al paciente que dibuje las manecillas marcando las once y diez, una elección que tiene mucha más miga de la que parece. La trampa reside en que el cerebro debe inhibir un impulso muy básico: el de llevar la manecilla al número diez en lugar de al dos, que es donde corresponden los minutos. Esta sencilla instrucción obliga a los dos hemisferios a colaborar: uno procesa el lenguaje y el concepto del tiempo, mientras el otro se encarga de la representación visual y espacial del comando.
Es en ese preciso instante de duda o error donde el médico experimentado ve lo que ninguna analítica de sangre puede mostrarle todavía. Y es que la dificultad para representar conceptos abstractos suele ser un marcador mucho más fiable y precoz que el simple hecho de olvidar dónde has dejado las gafas de leer por enésima vez. Mientras que la memoria puede fallar por falta de sueño o exceso de preocupaciones, la incapacidad para colocar las agujas en su sitio revela un fallo estructural en la red ejecutiva que no deberíamos pasar por alto.
Olvidas Nombres. Olvidas nombres: Haz la prueba, pero sin entrar en pánico
Si has llegado hasta aquí y sientes la tentación irresistible de coger un folio para ponerte a prueba en la mesa de la cocina, hazlo, pero con la cabeza fría y sin jugar a ser médico. Ten en cuenta que un resultado imperfecto no es sentencia de nada, pues los nervios o una mala visión pueden jugarnos una mala pasada a cualquiera en un momento dado. El objetivo de este ejercicio no es que te autodiagnostiques una demencia mientras te tomas el café, sino que entiendas que la salud mental va más allá de tener buena memoria para los nombres de los actores de moda.
Lo ideal es realizarlo en un ambiente tranquilo, dibujando primero la esfera grande, colocando después todos los números y finalmente marcando esa hora crítica de las 11:10. Si ves que los números se agolpan en un lado o que te resulta imposible situar las manecillas correctamente, lo sensato no es asustarse, sino pedir cita con tu médico de cabecera para charlarlo. A veces, un garabato mal hecho es la excusa perfecta para empezar a cuidarnos y descartar problemas mayores, o simplemente para confirmar que lo que necesitamos son unas buenas vacaciones.
Cuando el dibujo nos abre los ojos
Vivimos obsesionados con la memoria, como si fuera el único indicador de que nuestra cabeza sigue funcionando a pleno rendimiento, y olvidamos que el cerebro es una máquina de resolver problemas. Lo curioso es que la pérdida de habilidades visuoespaciales suele ser el primer síntoma real de que algo no marcha bien, mucho antes de que se nos empiecen a olvidar las citas o las caras.
Este test nos recuerda que la inteligencia no es solo almacenar datos, sino saber utilizarlos para interactuar con el mundo físico que nos rodea de forma lógica y ordenada. Incorporar este tipo de chequeos sencillos en las revisiones rutinarias a partir de cierta edad debería ser tan normal como controlarse la tensión o el azúcar.










