martes, 30 diciembre 2025

El error moderno que sabotea tu descanso aunque te acuestes temprano

- Cuando el sueño profundo falla, el cuerpo deja de repararse aunque durmamos ocho horas.

El descanso no empieza cuando cierras los ojos, empieza cuando el cuerpo por fin puede repararse. Dormir bien no va de “descansar un poco”. Va de sobrevivir mejor. De darle al cuerpo el único momento del día en el que puede parar, cerrar puertas y ponerse a reparar lo que durante las horas de vigilia se va rompiendo sin que nos demos cuenta.

La neuróloga Stasha Gominak lleva años insistiendo en algo que a muchos les descoloca: si no dormimos profundo, el cuerpo no sana, por mucho que comamos bien, hagamos ejercicio o intentemos “poner de nuestra parte”. Y detrás de ese sueño profundo hay tres actores que casi nunca miramos juntos: la vitamina D, el intestino y el cerebro.

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Puede sonar extraño. Pero cuando encajan, todo empieza a tener sentido.

La vitamina D no solo suma… dirige

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Dormir profundo es el momento en el que el cuerpo se repara de verdad. Fuente: Canva

Nos han dicho durante años que la vitamina D es “una vitamina más”. Algo que viene bien para los huesos, para las defensas y poco más. Pero resulta que no. La vitamina D actúa como una hormona, una especie de directora de orquesta que le dice al cuerpo cuándo toca apagar luces y entrar en modo reparación.

Hay receptores de vitamina D en el tronco encefálico, justo en la zona que controla el sueño, la respiración y esos procesos automáticos que no pensamos, pero que nos mantienen vivos. Dicho en claro: si la vitamina D está baja, el cerebro no recibe bien la señal de dormir de verdad.

Y entonces pasa algo muy común: dormimos ocho horas… pero nos levantamos igual de cansados. O peor. El cuerpo ha estado tumbado, sí, pero no ha entrado en el taller.

Dormir no es desconectar, es trabajar por dentro

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El descanso activa procesos neurológicos que no ocurren despiertos. Fuente: Canva

Mientras dormimos, el cerebro no se apaga. Todo lo contrario. Se pone a trabajar a puerta cerrada. Entra en fases profundas donde se ordena la memoria, se regula el dolor, se equilibra el ánimo y se reparan tejidos.

En esos momentos ocurre algo curioso: el cuerpo se paraliza casi por completo. No es un fallo. Es protección. Esa parálisis evita que nos movamos mientras el sistema nervioso hace tareas delicadas. Como si alguien pusiera un cartel de “no molestar” para poder arreglar cables sin interrupciones.

Cuando esas fases profundas no se alcanzan, el cuerpo lo nota. Y lo expresa como puede: olvidos, irritabilidad, ansiedad, dolores raros, cansancio que no se va nunca. No es falta de fuerza de voluntad. Es falta de sueño reparador.

Vivimos bajo techo… y el cuerpo no entiende eso

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Sin sueño profundo, la recuperación nunca es completa. Fuente: Canva

Aquí aparece uno de los grandes problemas modernos. Pasamos la vida bajo techo. Pantallas, oficinas, coches, luces artificiales. Y el cuerpo, que evolucionó con el sol como referencia diaria, no termina de adaptarse.

Por eso la mayoría de las personas tiene la vitamina D baja. Y no un poco baja. Muy baja. Para que el sueño empiece a mejorar de verdad, los niveles deberían estar bastante más altos de lo que suelen marcar las analíticas rutinarias.

Además, no todas las vitaminas D son iguales. La D3 es la forma que el cuerpo reconoce y utiliza. La D2, todavía recetada en algunos casos, puede bloquear la D3 y empeorar el problema sin que nadie se dé cuenta. Y no, no existe una dosis mágica para todos. Cada cuerpo necesita su ajuste. Y tiempo.

El intestino también se mete en la cama contigo

Aquí viene la parte que casi nadie relaciona con el sueño: el intestino. La vitamina D mantiene vivas y sanas a las bacterias buenas. Y esas bacterias, a cambio, fabrican las vitaminas del grupo B que el sistema nervioso necesita para funcionar.

Cuando la vitamina D baja, el intestino cambia. Y deja de producir esas vitaminas. Entre ellas, la vitamina B5, clave para fabricar acetilcolina, el neurotransmisor que permite pasar de una fase del sueño a otra sin quedarse atascado en la superficie.

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