lunes, 29 diciembre 2025

Sebastián La Rosa, médico especializado en neurociencia: “Las partículas ultrafinas del vapeo pueden ser tóxicas y algunas son cancerígenas”

El neurocientífico Sebastián La Rosa advierte que el vapeo no es inocuo: partículas ultrafinas, sustancias tóxicas y alta adicción afectan pulmones, sistema inmune y cerebro, especialmente en jóvenes que lo perciben como alternativa segura errónea.

En los últimos años, el vapeo se instaló con fuerza en la vida cotidiana, sobre todo entre jóvenes y adultos jóvenes. Para muchos, aparece como una alternativa “menos dañina” que el cigarrillo tradicional. Sin embargo, esa percepción simplificada comienza a resquebrajarse a la luz de la evidencia científica.

El médico especializado en neurociencia Sebastián La Rosa propone correr el velo sobre el vapeo y analizar qué sucede realmente en el cuerpo cuando se utiliza un cigarrillo electrónico. Su advertencia es clara: que no tenga tabaco no significa que sea inocuo, y sus efectos pueden ser profundos, inmediatos y persistentes.

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Un aerosol que impacta en el sistema inmune y respiratorio

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A diferencia de lo que suele creerse, el vapeo no implica inhalar vapor de agua. El dispositivo calienta un líquido y lo transforma en un aerosol que contiene nicotina, saborizantes y múltiples partículas ultrafinas. Estas partículas, según explica La Rosa, son capaces de generar irritación respiratoria desde la primera inhalación.

Durante mucho tiempo se pensó que el daño estaba ligado solo a la temperatura del aerosol. Hoy se sabe que el vapeo altera la función de los neutrófilos, células clave del sistema inmune encargadas de brindar una defensa rápida frente a virus y bacterias. Esa alteración ocurre en el pulmón, pero también se extiende al resto del organismo.

La consecuencia práctica es concreta: aumenta la susceptibilidad a infecciones respiratorias como gripe o COVID incluso en personas que no llevan años vapeando. Basta el consumo reciente para que el sistema inmune responda peor. A largo plazo, esta disfunción se asocia con más infecciones, mayor inflamación crónica y un riesgo elevado de enfermedades autoinmunes.

A esto se suma la composición química del aerosol. Diversos estudios detectaron en líquidos de vapeo sustancias como formaldehído, acetaldehído, endotoxinas bacterianas y metales pesados como plomo o cadmio. Algunas de ellas, como los hidrocarburos aromáticos policíclicos, tienen capacidad carcinogénica al unirse directamente al ADN y generar mutaciones.

Adicción, cerebro y un riesgo subestimado del vapeo

Adicción, cerebro y un riesgo subestimado del vapeo
Fuente: agencias

Más allá del impacto respiratorio, el vapeo plantea un desafío particular desde el punto de vista neurocognitivo. La nicotina llega al cerebro en apenas siete a diez segundos tras la inhalación, una velocidad que potencia su capacidad adictiva. Cuanto más rápido aparece la recompensa, más fuerte se consolida el hábito.

La Rosa explica que la nicotina activa los circuitos dopaminérgicos del placer y, de manera singular, induce al cerebro a crear más receptores nicotínicos. El resultado es paradójico: el consumidor no vapea para sentirse bien, sino para evitar sentirse mal. Esa dinámica explica por qué el vapeo puede ser incluso más difícil de abandonar que el cigarrillo convencional.

En adolescentes y adultos jóvenes, el riesgo es mayor. El cerebro aún en desarrollo es especialmente vulnerable. La nicotina interfiere con la poda neuronal, un proceso esencial para la atención, la memoria y el control de impulsos. De allí su asociación con mayor prevalencia de trastornos de déficit de atención cuando el vapeo comienza a edades tempranas.

El atractivo de los sabores intensifica el problema. Mentol, canela y variedades cremosas figuran entre los más dañinos. El mentol, por ejemplo, se asocia a mayor citotoxicidad pulmonar y contiene compuestos carcinogénicos. Los sabores cremosos suelen incluir diacetilo, vinculado a una grave enfermedad conocida como “pulmón en palomitas de maíz”.


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