España atraviesa una de las transformaciones demográficas más profundas de su historia reciente. La caída sostenida de la natalidad ya no es una proyección a futuro, sino una realidad que impacta en la economía, el mercado laboral y el modelo social. En este contexto, la voz de jóvenes creadoras como Ada Lluch gana visibilidad al poner sobre la mesa un debate incómodo, pero urgente.
Con apenas 25 años, Lluch aborda la natalidad desde una mirada generacional que combina datos, vivencias personales y una crítica directa a las políticas públicas. Su diagnóstico es claro: si no hay cambios estructurales, el problema no solo persistirá, sino que se agravará en las próximas décadas.
Natalidad: Una ecuación demográfica que no cierra

Los números que expone Ada Lluch son elocuentes. La tasa de natalidad de las mujeres españolas se sitúa en torno a 1,1 hijos por mujer, muy lejos del umbral de reemplazo poblacional, fijado en 2,1. “Estamos teniendo prácticamente un hijo por mujer”, señala, mientras compara esta cifra con la de mujeres inmigrantes en España, cuya fecundidad ronda los tres hijos.
Para la creadora de contenido, la consecuencia es inevitable si la tendencia se mantiene. “Es una cuestión matemática”, insiste. En ausencia de un cambio profundo en la natalidad, la composición demográfica del país se modificará de forma acelerada en los próximos 50 años. No lo plantea como una consigna ideológica, sino como un dato que exige reflexión y planificación.
Lluch suele citar ejemplos de otros países europeos que ya reaccionaron ante el desplome de la natalidad. Hungría, por caso, implementó políticas fiscales y ayudas directas para fomentar la formación de familias: exenciones impositivas, apoyo para la compra de vivienda o incentivos vinculados a la educación. “Son políticas concretas, no campañas simbólicas”, remarca, al contrastarlas con iniciativas que, a su juicio, tienen poco impacto real.
Precariedad, cultura y maternidad postergada
Más allá de las cifras, Ada Lluch pone el foco en las causas profundas de la crisis de natalidad. La primera es económica. El acceso a la vivienda, la inestabilidad laboral y la dificultad para proyectar a largo plazo pesan sobre las decisiones de las parejas jóvenes. “Es muy difícil pensar en formar una familia cuando no sabes si podrás pagar el alquiler el año que viene”, resume.
Pero también identifica factores culturales. Según su análisis, en las últimas décadas se instaló un modelo de éxito asociado casi exclusivamente al desarrollo profesional, al consumo y al ocio. En ese relato, la maternidad aparece postergada o directamente cuestionada. “No se trata de ir contra el desarrollo de la mujer, sino de reconocer que algo se ha desequilibrado”, afirma.
Lluch habla desde una vivencia personal que conecta con muchas mujeres de su generación. Reconoce el deseo de ser madre y, al mismo tiempo, el temor que genera el paso del tiempo. “Las mujeres tenemos un reloj biológico y eso no es una opinión, es una realidad”, señala, al explicar por qué la natalidad se resiente cuando la maternidad se retrasa más allá de los 30 años.
Lejos de idealizar el pasado, cuestiona una paradoja contemporánea: hoy, con dos salarios, muchas familias viven con más dificultades que generaciones anteriores con un solo ingreso. Para ella, esa tensión explica parte del desaliento que rodea a la natalidad en los países desarrollados.









